Entender el negocio del petróleo resulta desconcertante y sobre todo complicado porque, aun cuando mucha de la información que se necesita existe en documentos públicos y al alcance de todos, no es causa de curiosidad investigar e informarse. Es necesario tener en cuenta que todo lo hecho por el gobierno, les concierne a los ciudadanos y es una obligación enterarnos de lo que se comunica de manera oficial; y existen documentos no firmados que acuerdan secrecía intergubernamental que son imposibles de rastrear, aunque esos secretos se develen en el transcurso del diario acontecer económico del País.
El Oro Negro es la mayor invitación a la fiesta de la corrupción en el mundo, es la oscura razón de las guerras y por supuesto, el factor determinante que establece el precio de los productos en el mercado a nivel mundial, además de ser el pretexto mayor para el alza sin fundamento del precio de las gasolinas.
Dijo Enrique Peña Nieto que la gallina de los huevos de oro, se secó. Hay que darse una vuelta por todos los acuerdos que han sido protagonistas de ceremonias de gobierno para sacarle la tinta a las plumas y presumir de asegurar la riqueza del país, con ello veremos por qué “se acabó el petróleo”.
En México, la falta de tratados, acuerdos y sociedades que contengan leyes que penalicen el tan polémico y siempre negado “efecto popote”, hecho que se ha calificado como un invento para esconder una realidad; ya sea, por las conexiones horizontales clandestinas conectadas a los ductos horizontales que extraen el crudo hacia las plataformas pertenecientes a Estados Unidos e instaladas en los yacimientos transfronterizos del Golfo de México, o bien, por la extracción desviada del petróleo hacia el territorio norteamericano.
Los documentos firmados, desde el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en 1848 hasta el de 2012, solamente hacen referencia a los límites marítimos entre Estados Unidos y México y ninguno de ellos hace énfasis en leyes que protejan a los dos territorios del robo indiscriminado del crudo o del gas natural.
El Tratado de Guadalupe-Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, es el primer antecedente que se tiene de los límites marítimos y lo especifica en el Art. V, en el que escuetamente fija que es territorio mexicano, tres leguas fuera de tierra frente a la desembocadura del Rio Grande; ese límite fue la base del decreto presidencial de enero de 1976, en que se establece el trazo de la zona económica exclusiva marítima. El 4 de mayo de 1978, Estados Unidos y México firman un tratado sobre los límites marítimos y quedan delimitadas las fronteras de ambos países.
No es, sino hasta el 10 de diciembre de 1982, que la Convención de Naciones Unidas sobre el derecho del mar (CONVEMAR) firma el acuerdo en Montego, Bay, Jamaica, indicando la extensión de la franja transfronteriza del mar.
A partir de ahí y hasta 2010 no se había, ni refrendado, ni actualizado el territorio marítimo nacional. Todos los años, entre 1982 y 2010 estuvieron llenos de especulaciones, mitos, realidades y por supuesto robos y corruptelas por la falta de leyes en los tratados existentes y ya para entonces, obsoletos.
Un acuerdo firmado en el gobierno de Ernesto Zedillo, hablaba de la posibilidad de que el petróleo extraído por cualquiera de los dos países pudiera ser propiedad del otro, como sucede en el Polígono Occidental, situado frente a Tamaulipas y Texas y que comprende el llamado Hoyo de Dona, del que, el 60% de su extensión le corresponde a México y el 40% a Estados Unidos, sin embargo, con todo y la exactitud que marca, ese tratado no establece bases legales que incriminen a uno u otro país de extraer petróleo ajeno; únicamente dice, y como si la honestidad fuera virtud de los políticos, que, en caso de extracción ajena, se avise por escrito a quien corresponda y se haga la devolución del producto al propietario.
En 2008, Jesús Reyes Heroles, hace énfasis en la falta de un tratado serio de aguas internacionales para la protección de la propiedad de los yacimientos transfronterizos. En 2010 Estados Unidos y México, firman otro acuerdo para extender la moratoria que vencía en 2011 y hacerla efectiva hasta 2014. En este documento, se habló de iniciar negociaciones de un tratado internacional que regulara la utilización de los yacimientos transfronterizos y fue firmado por el entonces presidente Ernesto Zedillo y la secretaria de Relaciones Exteriores, Rosario Green.
De todas las ceremonias que se han celebrado alrededor del petróleo, y de todas las firmas que se han plasmado en los papeles, ninguna hace referencia a los intereses del país porque no se ha protegido del siempre ejercido “efecto popote”, que es el causante, en gran medida de que “la gallina” de Peña Nieto se haya secado y se haya quedado sin huevos.
El último tratado entre Estados Unidos y México fue firmado por Enrique Peña Nieto, haciendo referencia al firmado por Felipe Calderón el 2 de febrero de 2012 y en el que se refrendan los puntos y moratorias de acuerdo a la fracción I del artículo 89 constitucional y en el que tampoco existen penalizaciones de ningún tipo.
Entonces, y después de tanto dato, tratados, acuerdos, palabras y desconcierto, todo se reduce a una sola cosa: Ningún tratado internacional contempla penalizaciones y mucho menos investigaciones que precisen el robo o la pertenencia indebida del petróleo, por eso, cada país hace lo que quiere habiendo secado a la gallina de Peña Nieto sin contemplación alguna. Y en menos palabras, cada quien roba lo que quiere y nadie castiga por ello.
En las siguientes entregas: El misterio de la Isla Bermeja. De la Reforma Energética, licitaciones y adjudicaciones.
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