En la cúpula del olvido insinúan, pueden quedar las letras impresas y los libros con olor a tiempos de soledades extrañas. Los escritores que se aturden en el silencio del papel y el suave deslizar de las plumas saben que eso no va a suceder, no mientras la tinta dentro de un bolígrafo o una pluma fuente existan, no mientras el revuelo de ideas se estacione en la mano aguda un escritor, no mientras al menos haya una servilleta blanca cerca del pensamiento.
Las letras que se volvieron mudas al morir el escritor, tienen siempre una voz que las recuerda, una voz que las renueva y con ello regresa al autor a su público.
En su conferencia magistral, Hernán Lara Zavala rememoró y trajo de vuelta a la vida a un Juan José Arreola humano, uno que vivió lleno de claroscuros, incongruencias e inestabilidades igual que cualquier otro que escriba. Juan José Arreola no escondió su talento ni sus amarguras. Detalló a la perfección una identidad única y sus letras están llenas de autenticidad porque para mentir hubo de confesarse una y otra vez, para cometer insensateces buscó el momento y en su todo buscaba ser desdichado porque desdichado era que podía escribir mejor.
Lara Zavala nos cuenta de su Maestro, nos cuenta de la genialidad que Arreola poseía y que desde pequeño pintó carencias con palabras y poemas memorizados que apenas podía pronunciar, y ese niño, el adolescente que caminaba detrás de sus hermanos se convierte para fortuna de muchos, en Maestro. Y Hernán que atendió sus clases nos cuenta que no existe más genio que el mismo Arreola.
No conocí letras de Arreola hasta hace unos años cuando me tropecé con el libro de Fernando Diez de Urdanivia “Cómo hablan los que escriben”, una colección de entrevistas con varios autores que inicia precisamente con Arreola y entonces cambió la perspectiva errónea que yo tenía sobre él. Hay que conocer cómo habla para entender lo que escribe y el por qué necesitaba escribirlo.
Por eso la Conferencia que ofreció Hernán Lara era importante para mí. He de confesar que el impulso de asistir era también por saludar a Hernán y saber si de casualidad se acordaba de mí, de todas formas Arreola ya está muerto aunque sus cenizas a ciencia cierta no se sepa en dónde están. Dos personajes en uno. La voz de un genio en las letras de otro igual.
Dice Hernán que Arreola era importante en muchos aspectos y que aprendió mucho de él. Yo digo que con su talento aunado a las enseñanzas de Arreola, Hernán simplemente es en un Grande de la Literatura y se agradece que haga a un lado sus creaciones para recordarnos y nos reviva a su Maestro pues la elocuencia y veracidad con la que habla encanta a cualquiera.
Tantos títulos de Lara Zavala, tantas letras impresionantes, tanta historia, tanto talento no podía pasar desapercibido en mi biblioteca, en mi tiempo y en un lugar especial de los sueños de niña que con la firma de Hernán se hicieron palpables en una realidad anhelada.
Él fue jurado, junto a Rafael Ramírez Heredia (qepd) y Roberto Bravo en el dictamen del Premio Estatal de Literatura 2004 de Baja California, premio convocado por ICBC y juntos dieron por ganadora a mi primera novela “De mi hombro a tus manos” que dicho sea de paso hasta la fecha la única mujer que ha ganado en este género.
No saben a veces los grandes, lo significativo que resulta para muchos otros escritores que con una firma abran puertas para que el camino de la literatura de otros crezca y enloquezca también. Hernán dice que no se agradece porque uno se lo ganó, sin embargo uno se queda en silencio porque aparte de agradecer no se sabe más, los jurados quizá puedan olvidar el seudónimo que califican y si conocen el nombre y el rostro del autor, ahora lo sé algunos nunca olvidan.
En la ronda de presentaciones que ofreció, me encontré con Joel Flores otro talento enorme a quien también la firma de Lara Zavala sirvió y favoreció. Juntos, frente a él Joel y Yo no hicimos más que sonreírle mientras sosteníamos sus libros, como tributo quizá, con seguridad con mucha admiración. Por mi parte con la gran responsabilidad de superar mis letras una a una mientras pasa el tiempo, como muestra de aprecio y lealtad a la confianza.
Somos muchos, de muchos tamaños andando por el mismo camino, somos muchos que nos leemos unos a otros y conocemos nuestra evolución, nos aplaudimos por los éxitos grandes y sobre todo por los pequeños que son los que al final a todos nos harán crecer.
Esta fue una de tantas y por este tipo de convivencias y afectos que carecen de egos alterados es que los escritores todos seguiremos empuñando las plumas para hacer de las letras los grandes libros de la historia de cada uno, resistiéndonos a perder el libro de papel con olor a soledades extrañas y silencios de ensoñación.
Y “La Prisión del Amor y otros ensayos narrativos”. de Hernán Lara Zavala y finalmente en mi poder “Rojo Semidesierto” de Joel Flores, se estacionan a la espera de una pronta lectura.
Por eso estoy aquí
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