Cultura, una forma de vida

Al decir Cultura se asoma un silencio repetitivo de un solo rostro.

8 de marzo, 2016

Al decir Cultura se asoma un silencio repetitivo de un solo rostro. Oquedad, gente que hace cosas raras, personas que no se arreglan, gente floja. Espacios disfrazados de falsa elegancia, opulencia y más silencios. Decir cultura cuántas veces significa aburrición, rostros fingiendo interés, opulencia maltratada.

Cultura es absolutamente todo, con todas sus ramificaciones, cultura es aprender, pensar, actuar congruente, compartir y eso es toda forma de ser cultos. No solo son libros y museos, pinturas y esculturas. Es la educación que se tenga de cada cosa que haga funcionar, o no, a la sociedad. La cultura del ahorro monetario, de energéticos, de agua. Cultura de la disposición y deshecho de la basura, cultura vial, cultura del comportamiento correcto, cultura de la estabilidad emocional, cultura del deporte.

Así como cínico (kinico=perro callejero) se convirtió en un insulto y la rebeldía en una trasposición de ideales, pinche ya no es el ayudante del cocinero, el pendejo no es más un vello púbico y cabrón hace mucho dejó de ser el macho de la cabra, así el árbol de la cultura perdió en algún momento todas sus ramas dando paso a un solo, gris y triste tronco seco. Cultura ya no es todo, ya es una parte sola de la que se desprende tímida la locura real, la soledad, el cinismo, la rebeldía y hasta la apatía; ahí existen los artistas, los que simplemente saben hacer lo que otros no pueden y porque pueden hacer lo que el resto del mundo hace, y el resto del mundo no sabe hacer lo que hacen ellos. Cultura como tal, es pobremente la millonaria estatua de instituciones perversas y pervertidas.

El artista quiere público para compartir, vender su obra, recibir un aplauso para luego, entregarlo a su muy personal amiga soledad. Quiere público para que atestigüe su paso por el mundo. Quiere público para sembrarle las ganas de descubrir sus talentos.

La cultura como abuso en cambio, quiere público para sacar un millón de fotografías, publicar una sola como evidencia y así poder pedir más dinero porque ya no le alcanzó para comprar más sillas, panecillos del día anterior y vino de cinco pesos para los invitados. La cultura institucional es un despojo de toda aquella capacidad de crear y el artista necesita vivir bajo esa sombra para hacer uso del presupuesto, aunque solo le paguen el boleto de avión, un reintegro y el papel que se llama reconocimiento.

Creer que asistir al teatro a ver la obra de moda los hace cultos, pensar que por haber asistido al museo a lucir sus trapos nuevos los hace importantes, pensar que por haber traído a un gran artista después de cien años lo hace grandes, eso solo los ratifica como mundanos comunes y corrientes, más corrientes que comunes.

Aquí con trapitos lindos, fachas muy al gusto, palabras irreverentes vestidas de tenis desgastados, canciones montadas en un par de huaraches, libros abrazados de cabellos revueltos. Los artistas, malos o buenos, no son lo que la sociedad en general acostumbra a ver, los artistas son lo que todo mundo debiera ser de vez en cuando.

¿Y la cultura? Después de esa estatua con baño de oro, es toda forma de buen comportamiento para que una sociedad funcione en paz, cosa que hace mucha más falta que un presupuesto millonario en beneficio de unos cuantos y que al final nada enseña. Las grandes dependencias culturales, tienen también a sus hijitos no deseados, a ellos los tiene arrinconados suplicando a veces por una escoba nueva porque le exigieron limpiar su área con la escoba vieja, esos hijos padecen tanto o más que los artistas.

Que sea Arte en todas sus expresiones la palabra que se utilice para definir la locura de los que se atreven a ser diferentes. Si se camina por la vía del arte, probablemente se vuelva a poblar el Gran Árbol de la cultura con todas sus ramificaciones. Quienes están dentro de las grandes estatuas de piedra llamadas culturales, no entenderán ni una palabra, lo bueno es que esto no está escrito para ellos. Lo demás, es cosa de cada uno, que cada quien se cultive como le dé la gana siempre y cuando sepa que auténticamente está siendo feliz.

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