Hace quince años, y como recién nacida, la Casa de Cultura irradió sus primeras luces. “Casa de la Cultura Playas Cortijo San José” era bautizada como toda una princesa, con nombres y apellidos de gran alcurnia; ella se sabe bella, grande, fuerte, tiene el ímpetu de volar, sin embargo, se sitúa suave sobre los cimientos de antaño y espera sonriente observando su tiempo, sus espacios. Espera.
Sabe que muy pronto, los pies de quienes serán sus amigos pisarán su suelo, correrán por sus pasillos, bailarán en sus salones y de seguro también, se esconderán bajo la cornisa cuando la lluvia la salude. El ruedo de arcilla recibirá los caballos, los jinetes, las doncellas de vestidos coloridos que formarán la elegante escaramuza, todos ellos llegarán acompañados de una alegre comparsa. El ruido, la música, los sonidos de las voces, los suspiros de la visita. Ella espera eso, se viste de esplendida hermosura y abre sus ojos al viento de mar. Espera.
Ella se supo Ella, y soñó los sueños, y durmió la espera. Ella se convertía poco a poco en un Él, en un, él, desconocido. Un espacio donde se cultiva la nada, el edificio donde no se sueña más; el lugar que quiso ser una Ella grande, y los ojos brillantes un día, reflejaron tristeza, se le nubló el aire y ni siquiera el cielo tenía ganas de llover.
El espacio solitario espera la Ella que nació un día y que, adoptada por el gobierno se esconde tras puertas cerradas muchas veces, ventanas destornilladas como tristes miradas, hojas secas envolviendo el redondel, rejas de lloroso oxido, vidrios empolvados que cubrieron la ansiedad de la ella soñadora, espacio de paso para unos, estancia de obligación, vocación de nadie.
La Casa de la Cultura Playas Cortijo San José, podía perder su nombre y sus espacios, se convertía en un Eso invadido por patrullas y convertido en estacionamiento de caballos.
Hace no mucho tiempo, cuando la evolución debía continuar su ciclo, unos pies fuertes y una voz potente la hizo despertar: Se vio entonces una mañana de sol, sacudió sus cabellos y extendió sus alas, tan arriesgada e insistente en crecer.
Las ventanas como ojos indiscretos se abrieron, no era la Ella, ni el Él, ni el Eso. Desistió de saberse y se entregó a las manos que la acariciaron, la levantaron; sonrió a la paciencia de los muchos, a la perseverancia de los tantos y agradeció el momento en que la vocación en forma de personas, hizo su arribo para rescatarla de su letargo.
Puertas abiertas, ventanas brillantes, risas y bailes de niños, música y sonidos, guitarras, pianos, acordeones, baile, alegría de gente que piensa, que se sabe, que conoce, que crece y junto con ella, evoluciona.
Un espacio, que, a pesar del olvido y la desatención, no se dejó corroer por el tiempo, que desde sus cimientos forja estabilidades emocionales e intelectuales. Un espacio que deja de serlo cuando se acercan los pensantes, los coherentes, los curiosos del arte en todas sus expresiones.
Tiene miedo, si, como todo ser que crece, se adapta, y se construye. Igual que los seres humanos, le teme al abandono porque lo conoce. Y se aferra al abrazo de los niños que han crecido bailando, se aferra a la canción del pequeño que un día casi arrastraba su guitarra y ahora la carga y la toca con orgullo.
Atesora el retrato de las niñas hawaianas que como grandes profesionales se presentan ante la mirada de los orgullosos adultos. Se guarda las historias todas cada noche cuando las puertas se cierran para dejarla descansar, pero ella no descansa, solo permite que se cierre para hacer el recuento de los detalles sucedidos, para enterrarlos como tesoro, en alguno de los ladrillos.
Un día –piensa ella por las noches- todos ellos vendrán a recoger recuerdos, y verán los patios más chiquitos. Los arcos serán muy bajos, se sorprenderán de la cantidad de pasos que requerían para cruzar el salón de baile. Sabrán que no, que yo no me hice pequeña, que me hice más grande viéndolos a todos ellos crecer.
Es que las paredes sí hablan:
“Por gente de vocación, por gente de intención, por personas en unión, soy ahora, el lugar cultural joven que camina y planea, que se mueve y alcanza; que espera ansioso la llegada de cada vez mas seres pensantes, sensibles y soñadores que le regalen fuerza a mis alas y me hagan elevar tanto, que me convierta en el espacio predilecto de chicos y grandes.
Mis rincones olvidados y los jardines escondidos, abrieron sus ojos y manos para recibir el cariño de su gente, el sonido de sus voces y sobretodo la compañía diaria de la cultura en todas sus facetas.
No me dejen soñar despierta en un abandono otra vez, soy vida y de tu vida me nutro. Gracias a todos por acercarse a dejar una huella en el camino de la cultura de ésta comunidad.
Ustedes aplaudan mientras, yo danzo mi primer vals deslizando mis velos por los patios, abrazando el aire con olor a mar, esperando que el tiempo me conserve creciendo bajo la luz la luna llena”
Esperando que la nueva administración municipal tenga consciencia, respete el trabajo y el trayecto de los alumnos, de los maestros, del desarrollo cultural de la comunidad y le dé la importancia que merece; que la gente sin vocación se aleje de las paredes de la Casa de Cultura Playas para que esas ventanas no vuelvan a cerrarse y permitan que el espacio siga creciendo porque es el único lugar de cultura integral que tenemos de este lado de Tijuana.
Por eso estoy aquí
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