Disciplina, constancia, entrenamiento y educación cívica es lo que necesitan los adolescentes de hoy. Las clases extracurriculares y las actividades fuera de la escuela son lo mejor para la formación integral de los niños. Hablamos de quienes se suponen de clase media alta o alta.
Hubo un tiempo en que las clases de la escuela terminaban entre una y dos de la tarde, en adelante la rutina era muy sencilla, llegar a casa, quitarse el uniforme, sentarse a comer. Revisar después las tareas y a las cuatro de la tarde, las salidas a las clases de natación, de gimnasia, de teatro, ballet o inglés. Todo, con diferentes compañeros, en otro lugar y con otros uniformes, incluyendo clases tutoriales para la regularización de alguna materia. Las horas para hacer la tarea y los tiempos de juegos eran horarios fijos, sin contar la salida a última hora a la papelería, por la cartulina o la bibliografía olvidada.
En algún momento, las escuelas y colegios particulares supieron que había un flujo económico importante que no llegaba a la escuela y decidieron acapararlo todo. La comodidad que ofrecieron a los padres de familia hizo que esto creciera sin control. Cualquier actividad imaginable, se volvió parte de la currícula escolar y entonces, los niños empezaron a vivir en los colegios; con el mismo uniforme todo el bendito día, los mismos compañeros, las mismas maestras, el mismo lugar, el mismo régimen y las mismas obligaciones, restricciones y reglas.
Cualquiera se harta de eso. Además de sus redes sociales, nada hay más allá entre el colegio y la casa. Pocos se salvan de la cárcel escolar y tienen una vida divertida y diversificada, son los que suelen ser más estudiosos, funcionales, disciplinados y ordenados y emocionalmente sanos, porque conocen y aprenden de muchos lugares y muchas personas.
La comida ya no es en familia porque también comen en la escuela. Otra vez, con la misma gente, y como todos viven enredados en la misma madeja, habrá que mandarlos con un psicólogo más temprano que tarde porque se han vuelto insoportables y para ello, también el colegio cuenta con esa opción.
Antes, una parte de la economía familiar iba a las arcas del colegio, ahora es más de la mitad del ingreso porque en las escuelas les dan todas las facilidades como “educación integral”. Esa es una razón del porqué los negocios de enseñanza, preparación cultural, deportiva y hasta los consultorios psicológicos cerraron sus puertas. Los colegios abarcaron hasta con lo que no podían.
Los psicólogos experimentados fueron sustituidos por jovencitos recién egresados y que también fungen como maestros de otra materia. Los colegios, como el circo de tres pistas, con seis actores que se cambian de disfraz y de pista para entretener al mismo público.
No es extraño que el comportamiento y las actitudes de los jóvenes en los fines de semana o días de asueto, se parezcan a las de los animalitos salvajes cuando son sedados para ser vacunados y cuando despiertan en mitad del bosque se echan a correr desorientados y sin rumbo.
Si el poder adquisitivo de muchos padres de familia se presta para pagar millonadas a un solo colegio, imagino que son personas que también tendrían tiempo para convivir y planear las tardes con sus hijos, entre actividades culturales o deportivas o sociales en lugar de dejarlos cómodamente encerrados -¡qué horror!- en el colegio, conviviendo con tantas diferencias y tan alejados de una formación basada en la libertad de Ser.
No todas las estructuras son acertadas para la formación y crianza de un niño. Si se le encierra en un recinto escolar tantas horas, no quiere decir que será brillante, al contrario, un día se obligará a sí mismo a buscar entornos que lo hagan sentir asfixiado porque así se formó, dentro de una estructura hermética y sin muchas alternativas. No sabrá socializar porque fuera del colegio todos son extraños y les han enseñado que los extraños son peligrosos.
Sus actitudes, frases recurrentes, vocabulario y expresión no serán mejores en adelante, porque tantas horas en el mismo lugar entorpecen su crecimiento. Una de dos, o crecen aborreciendo los encierros buscando escapar en la primera oportunidad o se quedan cómodamente encerrados toda su vida.
Las opciones para los jóvenes de hoy no son muchas mientras los padres no entiendan que el mundo se extiende mucho más allá de las paredes de la escuela. Después de tanto tiempo de permanecer ahí metidos, llega un momento en que la disciplina en el colegio es nula, el orden se relaja tanto que ya no es posible controlar a los salvajes párvulos.
Si los padres no fueran tan conchudos, podrían construir un mundo de libertad emocional junto a sus hijos y cumplir con la obligación de acompañar y ver crecer a los seres que ellos decidieron traer al mundo.
Solo la enseñanza académica es obligación de una escuela. El paquete esencial que se debe cubrir en casa, desde la cuna es la formación, educación y aprendizaje social, personal y familiar. De seguir en la cárcel escolar, las alas con que querrán volar un día no serán confiables y la huella que puedan dejar puede ser tan honda que ahogará a unos o tan débil que nadie la verá jamás.
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