¿Cuántas pueden ser las razones de un hombre para denostar y humillar a una mujer? Muchas, en su mayoría inician desde la cuna, desde que hicieron su primer berrinche y le toleraron todos, desde que dijo una grosería y le aplaudieron, desde que aprendió a exigirle a la mamá y a las hermanas y se lo festejaron, o desde que su mamá se sintió culpable de cualquier error y con ello, le permitió al niño, crecer sin limitaciones, sin restricciones y sin educación de ningún tipo.
El hombre, es cierto, no es golpeador ni agresor de nacimiento o por naturaleza, debe haber alguien que se lo permita para que se acostumbre a pasar por encima de quien sea, para que justifique su proceder defendiéndose con el título de aquella revistilla ¡Así soy…! ¿y qué?, título barato que repiten con orgullo, y como siempre escuchó: “no le hagas caso, ya sabes cómo es”, tan absurda la defensa como la justificación.
Desde siempre, las mujeres han luchado -cosa que no debería ser- contra los machos, misóginos y vulgares. Han tratado de encontrar su lugar en el mundo de los hombres, han querido, y muchas han podido, demostrar que pertenecen y embonan bien en ese entorno masculino. Muchas de esas mujeres, sin embargo, siguen criando hijos machos.
Sin excepción, debe existir uno que permita la primera vez, para que el otro agreda siempre, de no haber permiso, ningún hombre sería capaz de faltarle al respeto a una mujer, de ninguna forma. Los agresores de todo tipo, son, muchas veces, carismáticos y amables y lo son aun más, después de que agredieron. Generalmente, saben de qué mujer pueden aprovecharse y son muy cobardes cuando se enfrentan a una que no lo permite.
Entre los problemas que enfrenta la sociedad, están los programas que inventa el gobierno con su moda de “empoderar” a la mujer. De inicio, el término empoderar, es una traducción literal del inglés que no tiene el mismo sentido en español y, como estos programas se implementan con y para mujeres débiles y de educación limitada, la sola palabra les significa “poder”, uno que no tienen desde su primera infancia, un poder que se logra a base de mucho esfuerzo y decisión. Se logra, solo cuando se abandona el entorno que las hizo débiles y solamente cuando la educación es integral. Fortalecer, debería ser el término. Fortalecer el pensamiento, el criterio y la determinación.
Mientras más mujeres abusadas existan y mientras más hombres se enfurezcan por el avance de las mujeres, quien se “empodera”, es el gobierno porque los programas sociales, son una fuente de recursos para todos los funcionarios públicos y es muy conveniente para sus bolsillos que el abuso y hasta el feminicidio persistan.
Estela Hernández, hija de Jacinta Francisco, no acepta las disculpas del gobierno por la degradación que vivió su madre y dos compañeras más al ser encarceladas injustamente. En el caso de Estela y las mujeres indígenas, fue la humillación lo que fortaleció su dignidad y pronunciando cinco palabras que, no por altisonantes denotan falta de educación, sí demuestran la fuerza que una mujer es capaz de tener cuando la impotencia la invade, asegurando que: “¡Hoy, nos chingamos al Estado!” Hay muchas Estelas en México y faltan más. Falta que todas ellas se fortalezcan por voluntad y dignidad propias, sin esperar humillaciones y vejaciones.
Los discursos de las primeras damas y funcionarias encargadas de los institutos y asociaciones que “protegen” y educan a las mujeres, solo saben peroratas de memoria sin saber a veces lo que dicen, porque, situaciones de abuso y humillación son comunes en los hogares de muchas funcionarias públicas, al ser ellas, portavoces de una dignidad fingida, echan a perder el programa social.
El Programa de Prevención 2012, que fue lanzado por el Gobierno Federal como una solución a la problemática de violencia de género (solo el femenino, uno para hombres no le conviene al gobierno), empezó con bombo y platillo y no arrojó resultados positivos.
Por ejemplo, en Tijuana, cuando este proyecto se instituyó, el Instituto Municipal de la Mujer (IMMUJER) solicitó recursos adicionales porque la problemática, aseguraron, era mayor a la pronosticada. Recibieron los fondos y crearon la Unidad de Atención especializada y una línea de emergencias 01 800 02 MUJER, con una sola línea y que, al ser marcada por la víctima, sonaba en los cuatro aparatos instalados en la oficina, contaban con un camión para trasladarse al lugar de la emergencia, este camión, -nuevecito- vivió estacionado en el callejón/cochera con autos estacionados detrás, obstaculizando su salida en caso de emergencia. Por supuesto, esta Unidad nunca funcionó para los fines que, en papel se vieron bien bonitos.
Las dos ocasiones que vi salir al camioncito después de que alguien contestó el teléfono, el rescate no pudo ser concluido. El marido salió a la puerta encolerizado, los jóvenes psicólogos quisieron tranquilizarlo y gritó: ¡Así soy…! ¿y qué?, el hombre no dejó salir a su esposa, sacó un arma y los “rescatistas” desaparecieron. Este es solo un ejemplo, una mujer, un hombre y un proyecto de gobierno fallido.
Los demás ejemplos, están en cada esquina. Mujeres débiles que quieren y no quieren ser rescatadas. Hombres pequeñitos, acostumbrados a mostrar su cobardía con insultos y golpes y, en este caso, no es la gente fuerte la que construye un país grande, son los débiles quienes se encargan de empoderar -aquí sí aplica empoderar- al gobierno. Ellos y ellas, contribuyen en mucho para que los funcionarios sigan acarreando agua para su molino mientras el país se muere de sed, las mujeres siguen siendo asesinadas física y emocionalmente y, el gobierno responderá ufano: ¡Así soy…! ¿y qué?
Por eso estoy aquí
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