Recientemente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó el estudio Vidas en Crisis: ¿Qué es lo que las personas nos dicen sobre la ayuda humanitaria que reciben? en el cual se analizan los alcances y límites de la ayuda humanitaria.
La asistencia humanitaria es un mecanismo que busca brindar los medios para satisfacer las necesidades vitales de las personas cuyo contexto ha sido afectado por desastres naturales, conflictos armados o circunstancias de inestabilidad política y económica en sus países. Tradicionalmente, esta ayuda busca garantizar el acceso a servicios básicos como alimentación, servicios médicos, refugio, entre otros.
Varios países de manera directa o de forma coordinada mediante su participación en organismos internacionales, brindan asistencia humanitaria, y esta puede ser de distintos tipos tales como:
1) protección de víctimas en medio de conflictos armados,
2) la instalación de centros para proveer servicios públicos (de salud o alimentación),
3) protección a refugiados,
4) asistencia legal para la salvaguarda de derechos.
5) la asignación de recursos monetarios o en especie para ayudar a que una población resuelva una situación de crisis.
Los países que brindan esa asistencia lo hacen con el fin de reestablecer o instalar las condiciones políticas, económicas y sociales que permitan la estabilidad de una sociedad. No obstante, en la práctica dicha asistencia tiene sus limitaciones, en cuanto al impacto para resolver la situación que busca mejorar.
El análisis de este estudio se realiza mediante dos vertientes, por una parte, se hicieron dos encuestas a las personas que recibieron ese tipo de ayuda humanitaria en seis contextos de crisis distintos (más de 12,000 personas, para conocer su percepción sobre la ayuda recibida), así como a miembros de los equipos que participaron en la entrega de los apoyos correspondientes, en los años 2016, 2017 y 2018. Lo anterior, con el fin de plantear algunas alternativas para lograr un mayor impacto a través de esta.
Los seis contextos de crisis seleccionados fueron: Haití, durante su fase de recuperación del huracán Matthew ocurrido en 2013. Líbano, que durante más de siete años ha acogido a la mayor población de refugiados en el mundo. Irak, Somalia y Afganistán, que requieren que se atiendan necesidades de emergencia y de recuperación para sus poblaciones residentes y desplazadas. Y Uganda, el cual es un país de bajos ingresos con necesidades de desarrollo y que alberga una gran población de refugiados.
Los hallazgos de las encuestas aplicadas y el análisis de los seis contextos de crisis, arrojaron las conclusiones siguientes:
La asistencia humanitaria mejora las condiciones de las poblaciones afectadas, pero no cubre todas las necesidades básicas de éstas. Las respuestas de las encuestas ilustran que la ayuda humanitaria representa sólo una parte de lo que las personas requieren para cubrir sus necesidades vitales. En contextos de crisis, la cobertura de esas necesidades requiere un análisis detallado de la situación de los hogares, de tal forma que la asistencia humanitaria pueda combinarse con acciones o programas que mejoren la generación propia de ingresos. Otros factores que también influyen son la eficacia con que las autoridades locales gestionen la crisis e, incluso, el monto, proporción y temporalidad de la ayuda otorgada.
La asistencia humanitaria deja atrás a algunos de los grupos más vulnerables. Las encuestas indican que la asistencia no siempre se percibe como destinada a quienes más la necesitan, lo cual difiere de la opinión de los miembros de los equipos que otorgaron las ayudas. Los encuestados advierten problemas como corrupción en la entrega de los apoyos e, inclusive, preferencia hacia determinados grupos que no siempre son los más vulnerables. Las encuestas arrojaron que aquellos con enfermedades crónicas, los ancianos, los indocumentados y quienes habitan en lugares remotos, fueron percibidos como abandonados por la ayuda.
Apoyar la autosuficiencia requiere un conjunto combinado de instrumentos de ayuda. Si la asistencia humanitaria no es suficiente para satisfacer las necesidades vitales, es aún menos eficaz para lograr la autosuficiencia económica. Las personas encuestadas mencionan la falta de oportunidades económicas como un problema principal. En medio de crisis prolongadas, como son los contextos humanitarios, las personas afectadas quieren autonomía, no asistencia prolongada. Debido a que la asistencia humanitaria no está diseñada para poner fin a la necesidad, se deben aplicar otros instrumentos de asistencia para que las personas afectadas accedan a medios de vida independientes.
A partir de las realidades anteriores, ¿qué se ha hecho? En 2017 el Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD), integrado por países, organismos internacionales y ONG, impulsaron la iniciativa política llamada el Gran Acuerdo (the Grand Bargain), misma que se implementa actualmente y ha permitido algunos avances limitados. Las encuestas revelan algunas mejoras en la forma en que se entrega la ayuda a partir de dicho acuerdo. Por ejemplo, la entrega de dinero en efectivo se está generalizando (que ha resultado ser más efectiva), en lugar de ayuda en especie; se está apoyando a la educación de los hijos de las familias en situaciones de crisis, lo cual va más allá de la atención de las necesidades vitales. También se están realizando evaluaciones conjuntas de necesidades, todo lo cual comienza a ofrecer algunas alternativas de solución a las limitaciones que enfrenta la ayuda humanitaria.
¿Qué sigue? No obstante, los avances anteriores, sigue habiendo grandes desafíos, como:
Pasar de un enfoque humanitario de suministro (diseñado del lado de la oferta), a un enfoque basado en las necesidades del “cliente”, de tal forma que se ponga realmente a las personas afectadas en el centro del diseño de los programas. Se deben realizar más evaluaciones de necesidades conjuntas, que involucren a donantes y actores operativos, a efecto de promover acciones coherentes entre los principales donantes. La asistencia humanitaria debe complementarse siempre que sea posible con otros instrumentos, incluida la cooperación al desarrollo, el diálogo político y las medidas de consolidación de la paz, según corresponda, para crear oportunidades de desarrollo para las personas afectadas. Finalmente, se deben impulsar diferentes instrumentos que aborden las causas subyacentes de las crisis.
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