¿Por qué habrá sido que el “debate” entre Hilaria Clinton y Donald Trump tuvo más rating que el Super Bowl?
Porque es un espectáculo, y las elecciones mismas, también.
Como puede atestiguarlo Bernie Sanders, no hay que llegar al extremo de contratar a Mario Aburto para impedir que un candidato incómodo llegue a la presidencia de un país.
Mientras en México tenemos el CINE (Circo Nacional Electoral), en Estados Unidos tienen a los delegados y súper delegados que son los que (siguiendo instrucciones de los verdaderos dueños del país), deciden las elecciones.
Lo de “One man, one vote”, (un voto por cabeza), es una utopía.
El rollo de que el presidente de Estados Unidos puede abrir su misteriosa maletita nuclear y desaparecer el planeta si así lo desea, con solo oprimir los botoncitos sin consultar ni a su conciencia, me parece más fantasioso que las aventuras del 007.
Volviendo al “debate”, no hay que preguntar quién lo ganó, ¡SINO QUIÉN LO VA A GANAR!
Lo va a ganar quien mejor lo edite y lo distribuya en capsulitas de 30 segundos, que es lo que dura la capacidad de atención de los electores.
Como decía el reverendo Jesse Jackson, una idea política que no quepa en un “bumper sticker”, no tiene posibilidades.
El debate lo va a ganar el contendiente que sepa editarlo mejor; quien sepa desmenuzarlo proyectando sus mejores momentos, reforzándose con comentarios cargados con todo el veneno que los propagandistas políticos son capaces de inyectar.
El primer debate presidencial de Estados Unidos, lo protagonizaron el guapo y copetón John F. Kennedy, y el menos atractivo y narigón Richard M. Nixon.
Kennedy ganó el debate contra Nixon, gracias a que la gente que los vio en la “tele”, como tantísimas otras víctimas de la televisión, no deciden con la cabeza sino con las emociones.
Sin embargo, cuando Kennedy se convirtió en un estorbo para los que de verdad mandan en Estados Unidos y en el resto del mundo, lo mandaron a Dallas a que le despeinaran el espectacular copete, ¡y listo!
Quienes tienen “el alma en un hilo” afligidísimos de lo que nos puede pasar si gana Trump en vez de Hilaria, deberían recuperar la calma.
El presidente de Estados Unidos no manda, ni es “el hombre más poderoso del mundo”; y si no, que le pregunten a Barack Hussein Obama lo que le sucedió a su pegadora frase de “YES WE CAN”…
Si algo funciona en Estados Unidos, son los múltiples candados y trampas que aseguran que el voto popular no prevalezca sobre la función de los delegados y súper delegados que son quienes obedecen a los que mueven los hilos del país.
Y si de casualidad se cuela un presidente que resulte “respondón”, se topa con los chanchullos de los diputados y senadores que en estos últimos ocho años le hicieron al presidente Afro-Irlandés, la vida de cuadrícula milimétrica…
Si de plano el “respondón” no entiende razones, siempre podrá dársele una salida “cinematográfica” que permita recuperar la inversión y que Oliver Stone o algún otro cineasta se gane un Oscar o más, como ocurrió con la cinta JFK estelarizada por Kevin Costner.
Los votantes gringos no conocen la constitución de su país; no saben las facultades que tiene un presidente; y sin duda alguna, Trump tampoco.
Es posible que ni Doña Hilaria Clinton ni su marido, se sepan de memoria las atribuciones constitucionales que corresponden a los inquilinos de la Oficina Oral (*).
El “debate” del “Super Monday”, pudo haber sido patrocinado por la RPW (Real Pro Wrestling) y aunque no fue anunciado así, fue un encuentro entre la máscara de Hilaria, y la cabellera de Trump. Fue un encuentro digno del legendario Blue Demon, el Enmascarado de Plata, o el Perro Aguayo.
Lo del famoso muro del Trumpudo, es lo de menos. Suponiendo que hasta Peña Nieto contribuyera (y aun gustoso) a su construcción, a través de GRUPO HIGA, tendrían que bardear las dos costas y la frontera con Canadá.
Pero además, tendrían que diseñar un sistema capaz de contener el flujo de la reconquista que jamás ha cesado desde que los americanos se robaron nuestros territorios de California, Nuevo México y Tejas, como lo dijo con claridad cristalina el Senador Thomas Corwin, el 11 de febrero de 1847:
“Puede usted (dirigiéndose al Presidente Polk) arrebatarle provincias a México; puede retenerlas imponiendo el “derecho del más fuerte”; puede robárselas; pero un tratado de paz para ese efecto, con el pueblo de México, firmado libre y legítimamente, jamás lo tendrá Estados Unidos”.
Mientras el circo electoral de Estados Unidos distrae a su pueblo con un show de “Máscara contra Cabellera”, nosotros debemos poner las barbas a remojar y prepararnos para ejercer LA FUERZA DE NUESTRO DERECHO, ante el DERECHO DE LA FUERZA denunciado por aquel senador estadounidense que, para vergüenza de nuestros “líderes políticos”, ha hecho la más valiente y clara defensa de México de la que existe evidencia documentada.
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(*) Oficina Oral. Espacio de la Casa Blanca (no la de la Gaviota), en la que el presidente Clinton practicaba sus capacidades “oratorias”.
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