En muchas ocasiones nos gusta el sentirnos perteneciente a un grupo al cual nos identificamos. Esta necesidad de sentirse unidos a alguna persona no es exclusiva de la adolescencia, los grupos humanos adultos requieren eso para mantenerse óptimos. Esta necesidad psicológica, sin entrar a detalles de su mecanismo, puede ser aprovechado para fines ilícitos desde el punto de vista ético y argumentativo. Así, cuando se intenta convencer a alguna persona den que una proposición, un juicio o un argumento debe ser aceptado, se suele apelar a ese sentimiento de comunidad. Dicho de un modo más sencillo: el apelar a una idea general que generalmente estamos de acuerdo para defender una postura a sabiendas de que es falsa se le llama falacia ad populum.
Esta falacia es más que común en los ámbitos de aficiones: “qué no somos le vamos al mismo equipo”; “qué no somos mexicanos solidarios y entrones”, etc. Estas expresiones apelan o sugieren que al compartirse una meta común o sentimiento general debemos en consecuencia estar de acuerdo con lo que se pretende justificar derivado de ahí. Un ejemplo muy reciente de esto son las apelaciones de “unidad nacional” frente las políticas proteccionistas de muchos países. “Somos mexicanos” por lo tanto… Sin embargo, no deja de molestarme cuando algunos políticos aprovechan esto para defender dizque causas patrióticas. Así el líder del PRI, Enrique Ochoa, y otros muchos “líderes” políticos, en un anuncio reciente apela a esa idea de mexicanos unidos en la adversidad. Así claro, no se salva casi nadie.
No deja de sorprenderme que este tipo de llamamientos es análogo a lo que se critica. El apelar al sentimiento popular de adscripción a un territorio con un estado que además es accidental, ya que uno no elije donde vivir, termina siendo un diálogo de sordos. Mi discurso contra tu discurso.
Entonces, ¿es erróneo apelar al sentimiento colectivo? Bueno, si se entiende ese apelar como un modo de motivación, sin con ello pretender dar por verdadera la postura propia, podría no considerarse un error del razonamiento. Por ejemplo, si alguien en un partido de futbol insiste, cuando las personas están, por ejemplo, cansadas en “¡Adelante somos un equipo!, nos queda claro que no se pretende probar nada, sino motivar a esforzarse.
El problema viene cuando se pretende justificar una política pública o descalificar al crítico de alguna proposición apelando a ese sentimiento colectivo. Así el que señala que la política económica de México fomenta la inmigración ilegal y que es lo primero que debíamos atender y se nos acusa de “no ser mexicano” o “no estar unido en estos momentos” o frases semejantes es cuando se comete la falacia ad populum.
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