Palabras clave: ética, proporcionalidad, consultas.
Resumen: La nota señala las condiciones mínimas para un auténtico diálogo. Aplica el concepto a la idea de las consultas públicas señalando así las condiciones necesarias para las mismas. Asimismo, se señala el criterio epistémico necesario para que sean consistentes.
Hay dos criterios que rigen el diálogo para que sea auténtico: la verdad como posibilidad de permitir el diálogo y la confianza con el interlocutor. En el ambiente político se ha hecho un énfasis, a mi parecer excesivo, en el diálogo con los gobernados por parte de los gobernantes. Cuando se realizan consultas a la población afectada por una política pública la posibilidad de remitir a una realidad que ambos podamos corroborar y que sirva de criterio de falsabilidad es esencial. El criterio de falsabilidad es tener un elemento en donde las creencias de las personas puedan ser refutadas. Así si se me consulta acerca de una obra pública se deben tener elementos que contesten lo siguiente: ¿bajo qué condiciones se descubre que mi postura acerca de la obra en cuestión pueda ser refutada? Dicho de otro modo se debe tener el conocimiento suficiente y proporcionado al caso para poder ser consultado de modo que se elimine la arbitrariedad de mi posición, es decir, que lo realice por mera voluntad sin ningún otro criterio.
Por ejemplo, se me consulta acerca de una carretera que va a pasar por mis terrenos. El criterio objetivo que debo saber es que implica para mi propio bienestar o daño. Ese elemento es el consultable, pero a la vez debo estar dispuesto a explicitar bajo que condiciones si permitiese la obra y cuáles no, es decir el criterio objetivo digamos en el caso expuesto admitiría qué es lícita. Si mi terreno se subdivide, afectaría mi producción. Si el terreno mío no se usa con esos fines agrícolas, afectaría su valor disminuyéndolo, ¿qué tanto?, ¿es compensable? Nótese que los cuestionamientos deben ser limitados a preguntas fundamentales en donde quepa la posibilidad de admitir la verdad del contrario.
Ya realizado lo anterior es posible participar en ese tipo de diálogo. Por otra parte, el gobierno debe realizarse y establecer el mismo criterio: ¿es realmente viable la obra? ¿es la única alternativa qué dispongo para realizar el bien qué busco o evitar el mal? Y de nuevo si se muestra qué no hay proporción en la acción bien puede oponerse los contrarios, es decir, ¿bajo qué condiciones le tendría que dar la razón al otro de qué no debo realizar la acción qué pretendo?
El otro criterio del diálogo es la confianza. La misma debe tener un componente operable, es decir, ¿cómo realizo una consulta para que no haya dudad del auténtico interés de descubrir el bien mayor o evitar el peor mal a ambos? Si se percibe alterado ese componente el diálogo sencillamente se destruye.
Así con estas dos condiciones, el acceso a la verdad y la confianza, es posible proponer verdaderas consultas a la población. Sin ellas las mismas se convierten en mera simulación o quizás peor, en autoengaño.
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