Una de las discriminaciones más comunes e “interesante” en cuanto su obviedad es la discriminación por la edad. Así, es común encontrar anuncios de empleos en donde se ponen límites de edad a las personas que desean ser contratadas. A menudo esto es realizado, pienso yo, por supuestas habilidades que, ya no podrían realizarse[1].
Ahora bien, se pueden hacer dos distinciones a lo dicho en el párrafo anterior. La primera, que en realidad lo que busca el que contrata no es la habilidad de la persona, sino la permanencia de la misma en el puesto (con la curiosa ironía de trabajos de 6000 pesos mensuales que dan ganas de quedarse para siempre en ellos). Pero no deja de ser extraña esa afirmación, ya que, alguien muy joven dure en un puesto veinte años sin posibilidades de desarrollo es inusual, pues lo que se busca es eso, oportunidades de desarrollo y no solo mantenerse (con vida). Por otra parte, se podría argumentar que es más bien al revés, que una persona de mayor edad busque un puesto para permanecer, por ejemplo, el mayor tiempo posible justamente para alcanzar su jubilación y/o porque quizás, ya busca un puesto estable sin buscar quizás ascender en la empresa o negocio.
Naturalmente en cuanto a las capacidades, claro que hay trabajos en que la edad puede ser crucial; ser agente de la policía montada a los 70 años no es imposible, pero puede ser francamente difícil. Sin embargo, es claro que no es la edad, sino la capacidad lo que está en juego: si yo tengo problemas cardiacos severos, no puedo pertenecer a la policía montada aunque tenga 25 años y sea en un pony.
Aunque hay ciertas diferencias en la habilidades con la edad (cognitivas y motoras), no siempre implican que las personas no puedan realizar la función. En un estudio conocido en el ámbito de la psicología se demostró que la constancia o estabilidad intelectual se mantiene en la vejez y hasta al menos los 70 años u 80 se da un declive[2]. Dicho de otro modo, en la vejez se mantiene la capacidad de reserva, es decir, de continuar aprendiendo. Y aún en el caso del declive cognitivo se producen en la vejez una capacidad de reserva pragmática que permite a la persona compensar rapidez con eficiencia y eficacia. Un ejemplo, que es frecuente: el obrero experimentado que resuelve el problema “más lento” pero impecable, del más joven que lo hace rápido, pero defectuoso.
Lo anterior es valorar la inteligencia fluida de la cristalizada. Conceptualmente la primera es la capacidad de razonar, abstraer con rapidez[3]. La cristalizada es la acumulada por los años y es pragmática. Así que la edad como factor filtro, me sigue pareciendo sin fundamento contundente.
En conclusión, hay que quitarse la máscara y reconocer que la selección por la edad es un acto de discriminación sin más y admitir que se está equivocado en el asunto y hay que remediarlo en la ley y en la práctica.
[1] Por supuesto que puede sencillamente ser que se piense que si se contrata alguien joven se le paga menos y ya, es decir ahorrarse dinero.
[2] Our studies have shown that there is no uniform pattern of age-related changes across all intellectual abilities, and that studies of an overall Index of Intellectual Ability (IQ) therefore do not suffice to monitor age changes and age differences in intellectual functioning for either individuals or groups. Our data do lend some support to the notion that fluid abilities tend to decline earlier than crystallized abilities. There are, however, important ability-byage, ability-by-gender, and ability-by-cohort interactions that complicate matters. Moreover, whereas fluid abilities begin to decline earlier, crystallized abilities appear to show steeper decrement once the late 70s are reached. (Warner y Willis (2010). The Seattle Longitudinal Study of Adult Cognitive Development. NIH. Author manuscript. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/236088378_The_Seattle_Longitudinal_Study_of_Adult_Cognitive_Development [consultado el 1 de mayo de 2017].
[3] A lo que probablemente se alude de “trabajar bajo presión”, aunque a menudo esa expresión hace más alusión a una forma velada de afirmar “déjese explotar”.
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