¿Y si no se hubiera ganado ninguna medalla?

El éxito deportivo de cualquier país va emparejado con su buen gobierno, adecuado funcionamiento de la economía, y su capacidad de brindar seguridad social a...

16 de agosto, 2016

El éxito deportivo de cualquier país va emparejado con su buen gobierno, adecuado funcionamiento de la economía, y su capacidad de brindar seguridad social a sus ciudadanos. No existen fórmulas mágicas para obtener medallistas olímpicos y atletas de alto rendimiento sin una infraestructura deportiva, trabajo en instituciones formadoras y entrenadores de nivel mundial.

Hasta el pasado séptimo día de competencias en Río de Janeiro el mundo fue testigo de cómo el mítico nadador Michael Phelps engrandeció su propia leyenda al ganar 22 históricas medallas de oro en su exitosa carrera.  Y cómo impulsó a Estados Unidos para encabezar, como tradicionalmente ocurre, el cuadro de medallas en los juegos olímpicos.

Por el contrario, en la delegación mexicana sus principales figuras deportivas contendientes a medallas olímpicas fracasaron en su intento. Quedando para la pena ajena, la pareja de clavadistas, Rommel Pacheco y Jahir Ocampo, quienes lejos de las medallas acusaron que en su último clavado sincronizado, se desconcentraron cuando se encendieron lámparas durante la ejecución, por lo que solicitaban se les permitiera repetirlo. Al final los jueces no avalaron esta situación provocando la incendiaria reacción de Alfredo Castillo, director de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, al acusar a la Federación Internacional de Natación de actuar con dolo en contra de los deportistas mexicanos, por revanchas contra el país al cancelar el pasado mundial de natación en tierras aztecas.

La irracional reacción de Castillo intentó excusar la mala participación de la delegación deportiva mexicana que hace ya imposible igualar las siete medallas alcanzadas en Londres 2012. El fracaso en las máximas esperanzas de medallas, incluído el siempre apoyado y sobrevaluado futbol, hace posible irse en cero de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, como ya ocurrió en Ámsterdam 1928.

Pero lo que de verdad exhibió la mediocridad de muchos aficionados mexicanos, fue la discriminación contra la gimnasta Alejandra Moreno quien terminó en el lugar 32 de la competencia y que sufrió linchamiento en redes sociales por calificar su físico de “gorda”, provocando toda clase de burlas y denostaciones. Ejemplos tan lamentables como este nos “pinta” como una sociedad racista, discriminatoria y totalmente revanchista contra quien definitivamente no es responsable de nuestros males.

La excepción a toda esta mentalidad y reacciones mediocres fue sin duda la arquera Alejandra Valencia, quien luchó literalmente hasta la última flecha contra las coreanas por una medalla. Al final sucumbió y terminó en cuarto lugar, pero su actitud y estado anímico fue el mismo cuando ganó a la arquera número uno del mundo y favorita para el oro, que cuando perdió el duelo por la medalla de bronce. Valencia siempre se mostró satisfecha y sonriente por su participación, en un deporte que no tiene tradición ganadora en nuestro país y aseguró que en los siguientes juegos olímpicos regresaría para ganar una presea olímpica.

Para nadie es un secreto que para lograr una medalla olímpica se requiere de un amplio semillero de talentos e infraestructura deportiva de primer nivel, complementado con excelentes entrenadores y no pocos patrocinadores que permitan un adecuado desarrollo de los atletas de alto rendimiento. En Estados Unidos apenas si se conoce alguna institución equivalente a nuestro CONADE, ya que la iniciativa privada y las universidades son las encargadas de descubrir, formar y entrenar a los futuros atletas o campeones olímpicos.

A la ya difícil situación de “grillas”, corruptelas, “compadrazgos”, desvío de recursos en muchas Federaciones del Deporte, se sumó el antagonismo contra Alfredo Castillo por buscar hacerles rendir cuentas por los recursos públicos recibidos. El deporte Federado en México tiene la tradición de trabajar en la total opacidad e impunidad y aún así otorgar algunos atletas que logran ganar alguna medalla en disciplinas como los clavados, el Tae-Kwon-do, en menor medida la caminata, el boxeo y la equitación. Casos como el de la velocista Ana Gabriela Guevara y la halterista Soraya Jiménez fueron por demás excepcionales e irrepetibles.

Los medallistas Iridia y Óscar Salazar explicaron que su éxito deportivo siempre fue producto de la disciplina y entrenamiento que les dio su familia, por lo que siempre fueron vistos por esta situación como “raros” entre sus conocidos y amigos. Por su parte, el exitoso entrenador polaco Jerzy Hausleber, quien revolucionó la caminata mexicana para hacerla una disciplina ganadora de 9 medallas olímpicas, confesó que le preguntaban en el extranjero cuál era el número aproximado de potenciales “marchistas olímpicos” y contestaba que trabajaba con varios cientos de candidatos. Aunque en la realidad su grupo de atletas de élite para entrenar nunca pasaba de cincuenta. Esto demuestra que en México se obtienen triunfos deportivos por casos excepcionales, mas no por un sistema generador y desarrollador de talentos.

Foto: deforma.com

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