La nefasta gestión presidencial del aún miembro del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, exhibió su incapacidad de superar sus propios complejos, así como no poder controlar su iracunda personalidad y dar rienda suelta a su autoritarismo que le hizo mutar en un ente antidemocrático como lo es su némesis político tabasqueño, Andrés Manuel López Obrador. Para el expresidente panista su peor enemigo siempre fue y será él mismo, no superó las acusaciones de ilegítimo en su polémico triunfo electoral, nunca supo cicatrizar las heridas al interior del PAN después de la victoria en 2016, sufrió la muerte de sus colaboradores más allegados con posibilidades sucesoras, y terminó traicionando la candidatura presidencial de Josefina Vázquez Mota.
Nacido en Michoacán, es hijo de los fundadores del PAN en el país, logró imponerse a Santiago Creel Miranda (el delfín del entonces presidente Vicente Fox) mediante una pequeña revuelta al interior del instituto político que nunca vio con buenos ojos a los “arribistas” cercanos al mandatario de “las tepocatas y las víboras prietas”. Ya siendo candidato oficial del PAN, el entonces presidente del Comité Directivo Nacional, Manuel Espino, le asestó el mote de “chaparrito, morenito de lentes” cuando en plena campaña convocó a votar a favor de Calderón y luchar desesperadamente para empatar y ganar la elección ante el “Peje López” que lucía muy posicionado.
A pesar de lograr la presidencia de la República, no logró superar ese mote de “enano” que junto con la polarización del país, nunca le permitió olvidar agravios personales para dedicarse a gobernar, por ello en un afán de legitimarse ante las voces opositoras, decidió iniciar una absurda guerra contra el narcotráfico, sin ninguna estrategia y con policías e instituciones de justicia totalmente podridas, coludidas con el crimen y sumidas en la corrupción sistémica.
El tabasqueño López siempre supo radicalizar el ambiente político en contra del mandato presidencial de Felipe Calderón, quien con nulos logros políticos, congelamiento legislativo, impunidad rampante, creciente corrupción política, terminó siendo derrotado por los verdaderos virreyes del poder nacional, los otrora todopoderosos gobernadores, que paradójicamente, ahora están sometidos a procesos judiciales, algunos prófugos, otros más, presos.
Otro tabasqueño, expriísta y ahora ilustre panista, Juan José Rodríguez Pratts lo exhibió y asestó críticas mordaces que difícilmente superará debido su irreflexivo carácter, que lo traiciona cuando no puede imponer su voluntad. Balconeado en los medios, al exhibir audios de la acalorada discusión en el Consejo Nacional del PAN, Calderón amagó con renunciar al partido por enésima vez, al acusar dados cargados a favor de Ricardo Anaya en el proceso interno a la candidatura presidencial.
Rodríguez Prats acusó al expresidente de secuestrar en el pasado al partido político, haber impuesto a sus inútiles incondicionales al frente del PAN y buscar imponer a Margarita Zavala como la candidata presidencial panista. Incluso encaró a la misma Zavala al decirle que el peor lastre en sus aspiraciones políticas era su esposo Felipe Calderón. Al parecer la salsa tabasco y sus políticos se le indigestan demasiado al expresidente, en sus ya muy comunes resacas políticas en las que se ve envuelto, ya sean contra personajes dentro de su partido o en pleitos de lavanderas que ha mantenido contra el exgobernador Humberto Moreira o contra el gobernador Jaime Rodríguez “el Bronco”.
Los traumas de un presidente son exponenciales cuando se enfrentan al juicio de la historia y su imposibilidad de cambiarlo. Por si no fueran pocos los complejos que enfrenta Calderón, se le acusó de alcoholismo y aunque no existía mucho fundamento en esa difamación, su comportamiento errático y visceral, su machismo frente a su esposa y su iracunda forma de usar las redes sociales, lo exhiben como el típico comportamiento de un adicto en rehabilitación.
El berrinchudo ex mandatario, dipsómano por el poder, busca desesperado regresar al ejercicio gubernamental a través de su esposa, ya que no soporta ni acepta que su tiempo al frente de la primera magistratura del país fue dilapidado en estériles luchas internas y externas con sus contrincantes políticos, pero sobre todo, por protagonizar insalvables guerras personales contra sus complejos que son exponencialmente inversos a sus capacidades como estadista.
Calderón no se resigna a ver su lugar en el basurero de la historia, se siente incomprendido y traicionado por los mismos actores políticos y sociales que le permitieron ganar la elección, para después sin más remedio, entregar el poder a las cúpulas en el Revolucionario Institucional de quienes siempre fue un rehén.
Nunca entenderá que el excesivo proselitismo de Vicente Fox (como él mismo presumió) a favor de Calderón fue para evitar el triunfo del “Peje López”, los sufragios emitidos a favor del PAN eran producto más del miedo y odio contra el populismo del tabasqueño, que un verdadero apoyo y reconocimiento al trabajo y trayectoria política del michoacano.
El enanismo político de Calderón es de proporciones inconmensurables, su autoritarismo y sus balandronadas son el peor enemigo de las ideas democráticas e igualitarias que algún día dijo enarbolar, el hecho de querer reelegirse a través de su esposa Margarita Zavala lo exhibe a imagen y semejanza del Mesías tropical de las “Juanitos peleles y las Evas recaudadoras” a los que tanto dice aborrecer.
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