Trump y el fin de la democracia

La fría mañana del 20 de Enero, por el clima y por la circunstancia, inició la era de Donald Trump...

24 de enero, 2017

La fría mañana del 20 de Enero, por el clima y por la circunstancia, inició la era de Donald Trump al frente de la presidencia de los Estados Unidos que marcará la historia reciente de la humanidad y que podría iniciar la pulverización del estado nación como se conocía tradicionalmente. La unión americana dictará, desde el máximo poder militar y económico mundial, las políticas internacionales que rayarán en el descarado intervencionismo o la intimidación, para que los intereses norteamericanos prevalezcan, en un símil a la ley de la selva.

En su discurso incendiario, el presidente número 45 de la Unión Americana, aseguró que determinarán el futuro de su país y del mundo por muchos años, recuperarán inversiones, empleos y afirmó que se renegociarán los tratados que no beneficien a EUA. Además señaló que el proteccionismo no es malo y que no se debe temer porque a final de cuentas Dios protegerá a los Estados Unidos, además de sus fuerzas militares y sus instituciones. Esas mismas que hicieron posible la llegada de Trump a pesar de ser un improvisado y populista, transformado en iluminado por la divinidad y la economía.

El divisionismo con que arriba el presidente Trump afectará irreparablemente a los Estados Unidos y al mundo, no solo por alto nivel de mesianismo, demagogia y por su falsa religiosidad barata, sino por su visión reduccionista de que los males que aquejan a los Estados Unidos son por culpa de factores internos como la traición del establishment contra el pueblo norteamericano. Así como los factores externos y terroristas musulmanes (encarnados en el Estado Islámico) y vecinos tóxicos que no saben cuidar la seguridad en sus fronteras y roban oportunidades de trabajo, en alusión a México. Con la terrible agravante de que el moderno Mesías “copetudo”, ahora tiene entre sus manos las llaves del “balón de futbol” que controlan los misiles nucleares.

Los mecanismos de la democracia son incapaces de detener los desplantes dictatoriales, o antidemocráticos de cualquier personaje con la personalidad sociópata del presidente de EUA. Desde un sistema republicano se puede implementar un nuevo orden mundial, donde no necesariamente se avance hacia el bienestar común de sus ciudadanos del mundo. Los ejemplos de los extremistas de derecha o de izquierda populista moderna se vivieron en Venezuela, la Alemania Nazi y estas modas populistas peligran con llegar a Francia, Holanda; Rusia siempre está más cercana a un régimen autoritario que a una democracia a pesar de existir comicios en ese país.

Sin embargo, nunca antes en los extremos ideológicos, desde el Macarthismo, se llegó a los extremos febriles e irracionales que se vislumbran con el “Trumpismo” que culpa a la inacción de los políticos reunidos en su toma de protesta, de haber olvidado a los trabajadores y ciudadanos norteamericanos. Solamente desde la guerra civil de secesión se puede recordar un ambiente político enrarecido y polarizado que no augurará un futuro prometedor.  

La semana pasada en que se da el arribo de Trump a la presidencia de la República de Estados Unidos, fue también surrealista en México, balaceras en Cancún y Playa del Carmen, el primer tiroteo contra alumnos de un centro escolar en Monterrey (nunca se había dado una tragedia así en México) donde el adolescente victimario terminó suicidándose. Además del regalo desde la cancillería, vía el “aprendiz” de Luis Videgaray, con la extradición de Joaquín Guzmán Loera alias “El Chapo”, a la justicia estadounidense en el último día del mandato del presidente del Barack Obama.

La cotización del peso con respecto al dólar inició esa montaña rusa que será la constante en la era Trump, pues aunque en el primer día de mandato no sufrió graves pérdidas, en los días de reacomodos se verá la dimensión real del huracán magnitud cinco que diagnosticó Agustín Carstens. Si había ingenuos que no creían que los extremismos del republicano serían factibles de realizar, al acabar su discurso de toma de posesión, junto con los primeros boletines de prensa de la Casa Blanca, ya poco pueden argumentar a favor de ese mito genial que era la moderación ya instalado en el poder.

En México por su parte se apuesta todo a que Videgaray pueda domar ese león encrespado, rabioso y todo poderoso que es Trump y de paso resucitar sus posibilidades presidenciales en México. Ante el vació de poder que representa el presidente Enrique Peña Nieto (y su caída estrepitosa de popularidad) el todo poderoso canciller y artífice del modelo económico mexicano juega a ser el salvador nacional frente al irracional tirano estadounidense, que de dos mordidas podría devorarse al improvisado secretario de Relaciones Internacionales.

La temida era de Donald Trump ya inició, con toda la incertidumbre mundial que sumará a nuestra realidad enormes olas que pueden llevar a pique la nave mexicana, el pequeño capitán del barco nacional, felicitó al nuevo integrante de la Casa Blanca norteamericana y mencionó que existirá un trabajo conjunto, respetando la soberanía y la protección a los mexicanos. Tweets llenos de buenas voluntades frente a turbulencias de magnitudes apocalípticas, que presagian tiempos muy oscuros.

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