Televisión, intrascendente en los próximos procesos electorales

La “spotiza” inmisericorde que sufriremos, y sobre todo pagaremos con nuestros impuestos...

29 de noviembre, 2016

La “spotiza” inmisericorde que sufriremos, y sobre todo pagaremos con nuestros impuestos, en los próximos procesos electorales, podría no influir en nada para el resultado final ante una nueva realidad. El gran electorado denominado “millennials” y la nueva generación que votará por primera vez, los alfas, no utilizan los tradicionales medios de información.

Si a eso se le suma el desfase en comunicación que existe entre la clase política con los nuevos electores, las brechas del vacío informativo tienden a acrecentarse. Sin mencionar el total desprestigio que a pulso se han ganado las inoperantes, corruptas y voraces élites políticas.

El factor Trump, ese devastador huracán que padeceremos en todo sentido, es una nueva realidad que ningún político, ni las televisoras querían enfrentar, muchos siguen sin darle la importancia y sin prever una estrategia contra el fascista estadounidense, sobre todo nadie atina a poder vislumbrar siquiera a qué tipos de escenarios nos enfrentamos.

La televisión mexicana enfrenta una revolución tecnológica, solo equiparable a la revolución industrial, con la web 4.0 y los contenidos y tiempos de la inmediatez. La tradicional y toda poderosa “fábrica de sueños” no anticipó, o fue arrogante y prepotente ante el nuevo fenómeno de los contenidos por internet y las nuevas generaciones de consumidores mundiales.

Cuando descubrieron que se encontraban estancados en los métodos tradicionales del cine mundo y que en el mundo ya consumía contenidos personalizados, inmediatos y con alta definición, intentaron reaccionar ante el mejor indicador y único semidiós que entienden, las caídas estrepitosas en los “ratings” y sus ingresos económicos.

En datos recientes presentados ante la Bolsa Mexicana de Valores, el duopolio televisivo presentó pérdidas en el tercer trimestre de este año por 132% en el caso de TV Azteca, y de 84% en el caso de Televisa, al compararse el mismo periodo en el año 2015. No en vano anunciaron con bombo y platillo la renovación de su barra de programación que intentaba recapturar audiencia bajo la promesa de mejores y nuevos contenidos. El estrepitoso fracaso de la improvisada estrategia lo encabezó el “Late Night” de Arath de la Torre que después de 12 emisiones fue cancelado por su insufrible estilo y ser la copia mal lograda del tradicional “Saturday Night Live” de EUA.

Las audiencias de un sexenio a otro dejaron en el olvido las modernas pantallas que sintonizan canales de televisión tradicional, la infinita oferta de sistemas de “streaming” sepultó el mito genial que la televisión manipulaba e imponía políticos a modo; eso y las encuestas viven sus momentos más trascendentales donde están sentenciados a morir (televisión tradicional y encuestas electorales) si no se adaptan a la nueva realidad, y ofrecen un producto más certero y efectivo.

Aunque un importante número de potenciales electores continuará recibiendo la propaganda política a través de los medios tradicionales, su número no será definitorio para dar el triunfo a los candidatos que están muy lejanos de los “millennials” y votantes que sufragaran por primera vez. Las redes sociales son el escenario sinuoso, impredecible, incómodo a veces, polarizado y lleno de información falsa, donde se ganará o perderá una elección.

Los “influencers”, esos video bloggers que opinan sobre mil temas con una mayor o menor preparación, en sus respectivos canales de internet son quienes dictan las pautas en cuestiones de contenidos, generan más visitas en sus videos, dinamizan los productos y publicidad, además de que buscan conquistar los medios tradicionales (con mayor o menor éxito) debido a que son los referentes de los millennials y la generación alfa.

En una lógica tragicómica, la clase política y las televisoras continúan produciendo mensajes y comunicando en una lógica de la mitad del siglo pasado, cuando la mayoría de las audiencias ya no consume periódicos impresos, ve muy poca televisión y noticieros, sintonizan menos radio, creen menos en los estudios y los líderes de opinión, quienes no en pocas ocasiones han terminado exhibidos, haciendo papelazos dignos de algún “reality show”.

Además, la natural animadversión de las audiencias y públicos ante los políticos hace más difícil que se reciba los mensajes de los candidatos y funcionarios, que tampoco cuentan con una adecuada estrategia de comunicación, pues todos sus mensajes son poco creíbles, o peor aún, no logran la mínima atención en sus destinatarios y están condenados al olvido.

Ante un cambio de paradigma en comunicación, el ejemplo de campaña que resultó exitoso fue el del ahora gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”, quien contestó vía “WhatsApp” millones de mensajes, usó las redes sociales y logró desde la “ruta independiente” ganar la elección. Sin embargo, si no existe una capacidad real en el accionar gubernamental, de muy poco sirve el saber usar las nuevas herramientas tecnológicas de la comunicación, nada sobrevive sin sustancia.

Es por ello que quizás asistimos a la jubilación de las televisoras como protagonistas de las elecciones junto con los modelos tradicionales de hacer campañas, ya que los emporios televisivos enfrentan la lucha por lo que nunca imaginaron, sobrevivir a la constante revolución tecnológica y de paradigmas comunicativos para evitar ser un objeto obsoleto y nostálgico del siglo pasado. 

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