Réplicas y reacciones humanas por el sismo

El lábaro patrio rescatado de los escombros del palacio municipal de Juchitán, Oaxaca, se convirtió en un símbolo de unidad...

19 de septiembre, 2017

El lábaro patrio rescatado de los escombros del palacio municipal de Juchitán, Oaxaca, se convirtió en un símbolo de unidad, los minutos posteriores al sismo más fuerte ocurrido en un siglo. El pasado 7 de septiembre a las 23:49 horas, los estados de Oaxaca y de Chiapas padecieron un terremoto de 8.2 grados de magnitud, cuya fuerza alcanzó a sentirse en la ciudad de México. Esté movimiento telúrico marcó un record en la historia trágica del país en materia de cataclismos, doce días antes de cumplirse 32 años del devastador sismo del 19 de septiembre de 1985, que destruyó importantes zonas del entonces Distrito Federal.

A diferencia del terremoto del 85, la actual Ciudad de México contó con las medidas preventivas necesarias para enfrentar un acontecimiento semejante, gracias al trabajo responsable en materia de desarrollo urbano, los sistemas de Protección Civil, además de los modernos centros de vigilancia y comunicación donde se coordinan acciones policiacas y de auxilio a la ciudadanía. Nuestra educación en materia preventiva es más completa de lo que fue en 1985, se cuenta con infraestructura construida a lo largo de los años, fruto de la experiencia y muertes trágicas que dejó aquella traumática catástrofe.

Sin embargo, como es común en cada fenómeno destructivo de la naturaleza, las personas de menos ingresos económicos, quienes viven en zonas más peligrosas y marginadas, son quienes pagan con su vida o con la pérdida total de su patrimonio, la tragedia de enfrentar un sismo de las recientes dimensiones. En Oaxaca y Chiapas, estados marcados por la profunda pobreza de sus pobladores, son las entidades federativas que más padecieron los estragos del movimiento telúrico originado en Pijijipan, Chiapas.

La natural orografía del sureste mexicano hace muy complejo el acceso de fuerzas policiacas y de gobierno para ayudar a las comunidades afectadas, que en su mayoría han sido destruidas. El levantamiento de censos y la llegada de apoyos económicos, víveres, materiales de construcción, casas de campaña para la población afectada, fluye de forma lenta, por lo que la difícil situación será un drama que se mantendrá durante varios meses.

La reacción gubernamental ha sido inmediata y sin distinción de posiciones políticas, es menester reconocer el esfuerzo de todos los niveles de gobierno en el apoyo a los damnificados. El reto es propiamente la dificultad de llegar a toda pequeña comunidad que requiere del auxilio de las autoridades, servicios médicos, brigadas, para apoyar a quienes, literalmente sin el auxilio solidario, no lograrán sobrevivir solos a los destrozos y carencias que les dejó el sismo.

A veces es increíble que las adversidades se arremolinen alrededor de los más necesitados, ya que las lluvias provocadas en la temporada de huracanes afectaron las zonas golpeadas previamente por el sismo, agravadas además con más de mil réplicas en los estados de Chiapas y Oaxaca. El difícil acceso a las comunidades afectadas o devastadas, sumada a las intensas lluvias, hace una verdadera labor titánica el rescate, auxilio y atención para los damnificados.

El llamado a la solidaridad natural de los mexicanos se debe mantener por varios meses, debido a que el apoyo registrado hasta ahora aun no es suficiente para poder empezar a paliar la emergencia. En mucho tiempo esas comunidades y ciudades demolidas no volverán a la normalidad, y en el mejor de los casos, tendrán una lenta e insuficiente reconstrucción de sus edificios y casas más simbólicas.

El olvidarse que la naturaleza terminará siendo la fuerza más devastadora en contra de los asentamientos humanos que retan el orden natural del planeta, traerá consigo más tragedias en un mundo al que ya se ha dañado de forma irreparable con el calentamiento global y el cambio climático que provoca tormentas más fuertes, la formación de huracanes impresionantes al mismo tiempo que devastadores, y sequias más severas.

Negar el apoyo a las comunidades de mexicanos que perdieron todo es una actitud políticamente miserable, en este momento numerosos damnificados no tienen un techo donde resguardarse ni alimentos que consumir. Aunque nunca faltan los políticos nefastos que lucran con la necesidad y las tragedias, la situación de emergencia amerita dar un voto de confianza a las instituciones y unir esfuerzos en torno a las víctimas de este desastre natural.

Solamente el espíritu solidario, fuerte, fraternal y probado en las más fuertes desgracias de los mexicanos, puede colaborar para enfrentar la difícil situación de otros connacionales, que sin el apoyo de todos, enfrentarán un destino fatal. Permitamos que aquella bandera nacional rescatada, en el mes destinado a celebrar la independencia de México, continúe su simbolismo aglutinador que saque lo mejor de nuestros esfuerzos y empatías con los mexicanos que en estos momentos, enfrentan el enorme reto de sobrevivir un día más.

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