Cualquier concepción del Estado Nación, en la teoría política, procura la seguridad y certeza jurídica de sus ciudadanos, a cambio de que los hombres renuncien a sus estados primitivos en favor de una colectividad que favorezca la preservación de vida, su supervivencia alimenticia, autodeterminación de forma de gobierno, educación y la oportunidad de vivir de forma honesta gracias a su trabajo. Cuando los ciudadanos hartos, impotentes y totalmente desilusionados de las instituciones toman la justicia por propia mano, es el síntoma más claro y evidente del fracaso en el Estado de derecho, así como el peligro real de regresar a la ley de la selva.
El pasado miércoles en Naucalpan, Estado de México, un presunto elemento de las fuerzas armadas, mató a tiros a dos ladrones quienes intentaron asaltar al pasaje de la unidad de transporte que viajaba en la ruta de Toreo a Observatorio. Este tipo de ajusticiamientos contra presuntos delincuentes se hacen más comunes en las principales vías federales de la zona conurbada del Valle de México.
El hartazgo de los ciudadanos que día a día padecen los embates de la delincuencia, ha provocado que cuando tienen la oportunidad de defenderse tomen revancha de los delincuentes que terminan golpeados, exhibidos en redes sociales, humillados y en el caso más extremo, baleados por policías o militares que viajan como pasajeros en los camiones y microbuses de la Megalópolis.
Las policías municipales, estatales y no pocas fuerzas federales, muchas veces están coludidas con los asaltantes del transporte público y aunque en el Estado de México se haya puesto en marcha el operativo Plan TRES, Transporte Estatal Seguro, es evidente que esa medida disuasiva es insuficiente para bajar el índice de robos en el transporte público. Lo que hace deducir la complicidad y colusión de las policías con los asaltantes.
Cualquier intento por buscar justicia por propia mano no debe ser celebrado, sobre todo en los casos donde los pasajeros impotentes y hartos han enfrentado a los delincuentes quienes han terminado por asesinarlos o herirlos de gravedad. Los niveles de angustia y presión que se viven durante un asalto se han incrementado: baste recordar el trágico caso de un automovilista que fue ultimado por los delincuentes, quienes confundieron el entregar su cartera, con buscar desenfundar un arma para defenderse de sus victimarios.
Otro caso terrible fue el intento de linchamiento contra los encuestadores en el municipio de Centla, Tabasco, quienes fueron confundidos con secuestradores, y que salvaron la vida al ser rescatados por fuerzas federales. Una terrible situación más se observó en el video “virilizado” de lo ocurrido en el municipio de Ecatepec, el más grande y conflictivo del país, donde una mujer logró rescatar a dos menores de edad durante el robo de su camioneta en la colonia San Pedro Xalostoc.
Los pequeños delitos diarios que se suman a las grandes tragedias como la denunciada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en su informe escalofriante sobre los hechos del pasado 22 de mayo de 2015 en Tanhuato, Michoacán, deterioran la credibilidad y factibilidad del Estado de derecho en México. Ese día, la Policía Federal ejecutó a 22 personas en el Rancho “El Sol” de forma extrajudicial, ejerció tortura contra los detenidos, manipuló la escena de crimen, sembró y cambió armas en los hombres abatidos, manipuló también los elementos balísticos y periciales. Estos intolerables abusos y tragedias dinamitan las instituciones de impartición de justicia y abonan peligrosamente al regreso de la ley del Talión.
¿Cómo se resarce el daño a una madre que pierde a su hijo en un asalto? ¿Cómo se entiende una masacre realizada por las fuerzas del orden? ¿Cómo se puede convivir con los delincuentes, que cada día salen impunemente a robar a los trabajadores, en el transporte público? No es de extrañar que un ciudadano, harto de su situación, deja de creer en las instituciones de justicia y toma venganza contra los delincuentes ante tantos desagravios cotidianos. ¿Entienden los gobernantes, jueces, policías, políticos y la clase gobernante en general, que el Estado Nación peligra en su concepción? Ya no por fuerzas extranjeras invasoras, sino por su complicidad, incapacidad y opacidad
Se llamarán sorprendidos porque el día de mañana los ciudadanos abracen más la idea de armarse, imitando a los Estados Unidos de América, como una medida real de seguridad. Empezaremos a resolver nuestras diferencias, conflictos y delitos padecidos con la ley de la selva. Bajo qué argumento convenceremos al ciudadano insatisfecho con el Estado de derecho, para que no regrese a su estado primitivo en el cuidado y supervivencia de su vida cotidiana.
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