Iniciaron los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Brasil, con una ceremonia sencilla pero espectacular, promocionando el cuidado del medio ambiente mundial, permitiendo olvidar unas semanas la terrible crisis de gobierno y económica en el país amazónico. En el caso de la delegación mexicana no es diferente, ya que los recientes aumentos en los precios de la energía eléctrica, la gasolina, la canasta básica, pero sobre todo la inseguridad en todo el territorio nacional, provocan que la máxima justa deportiva sea un bálsamo a todos nuestros pesares nacionales
La delegación mexicana desfiló en la inauguración con diseños de una prestigiada casa de moda alemana, para evitar las comparaciones del pasado ciclo de Londres 2012 que les valió el comparativo con la vestimenta de los empleados de la cadena de restaurantes, curiosamente, del propietario en México de los derechos de transmisión de los juegos olímpicos.
Sin embargo, hasta el pasado domingo los resultados deportivos no venían siendo los óptimos, donde hasta la selección de futbol se aventaba el papelazo de ir perdiendo contra Fiji en el medio tiempo, quizás el equipo más amateur en la historia de la máxima justa deportiva.
Dentro de este contexto difícil y agrio, el duopolio televisivo también sufre los estragos económicos al no televisar los juegos olímpicos, al no contar con los derechos de transmisión por lo que la señal televisiva llega a los hogares mexicanos a través de los canales públicos. Esto es sin duda un golpe terrible a la ya difícil situación de las televisoras concesionadas que se debaten entre la poca credibilidad de las audiencias y los bajos “ratings” que afectan directamente a sus ingresos económicos. Los cambios, reajustes, despidos y reformulación de su programación son perfectos indicadores de la profundidad de su crisis.
La clase política, como es tradición, también buscará desfilar simbólicamente con la delegación mexicana, para subirse al podio en cada victoria que represente una presea olímpica. En la tradición “politiquera” el presidente de la República en turno, junto con el gobernador o alcalde, gustan de “montarse” en el éxito deportivo, lo usufructúan a cambió de algún cargo político para los medallistas olímpicos, que es logrado por lo general gracias a su disciplina y esfuerzo individual, lejos de las estructuras institucionales del deporte mexicano.
Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro son los segundos juegos realizados en un país latinoamericano, los primeros fueron en 1968 en México con los ya conocidos acontecimientos políticos trágicos previos a la inauguración y en el caso de Brasil, tienen el común denominador de tener una presidenta suspendida, que muy seguramente terminará destituida, además de una crisis de credibilidad generalizada en su clase política que se vio en el abucheo generalizado para el presidente en funciones, Michel Temer.
En México se espera a los nuevos ídolos deportivos que también aumentarán la burocracia política dedicada al deporte nacional, los partidos políticos buscaran postular a candidatos menos “quemados” e impopulares. En estos días en Río de Janeiro podría estar gestando el nuevo Felipe “el tibio” Muñoz quien nadó de “a muertito” y del presupuesto con los nulos resultados deportivos al frente del Comité Olímpico Mexicano, la velocista senadora Ana Gabriela Guevara que igual corrió sin éxito a la Delegación Miguel Hidalgo abanderando los colores amarillos del PRD, para finalmente alcanzar vía la representación proporcional de PT una senaduría. La ciclista olímpica Belém Guerrero, que también uso la fama ganada para intentar cronometrarse una diputación y finalmente estacionarse en una secretaria deportiva del Edomex.
A diferencia de lo ocurrido en Rio 2016, en el deporte mexicano no se dan ese reconocimiento y respeto como al aclamado equipo de deportistas refugiados, o el privilegio de encender la flama olímpica para el ex maratonista Vanderlei Cordeiro de Lima, quien por un desafortunado fanático le impidió ganar la maratón en Atenas 2004 y tuvo que conformarse con la medalla de bronce. En México solamente valen los ganadores, ya que los esfuerzos individuales de los atletas que no logran calificar a una final olímpica, se les sentencia a ser blanco de las críticas nacionales, cual chivos expiatorios de todo lo que está mal en las instituciones deportivas.
En las redes sociales del presidente Peña solo se lee un “tuit” deseando éxito a todos los deportistas mexicanos, y después de la sufrida victoria de la selección de futbol olímpica contra islas Fiji, todo es mesura y poco entusiasmo. Sin duda alguna el lapidario 7-0, del estrepitoso fracaso de la Copa América aún “cala” hondo en la afición y la clase política que abandonó a su suerte a ese grupo de futbolistas y que no dudará en desmarcarse de todos los fracasos deportivos que seguramente se tendrán en la justa deportiva de Río de Janeiro 2016.
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