¿Polarización o libertad de expresión?

El común denominador de la contienda electoral son los llamados a serenar los ánimos caldeados...

15 de mayo, 2018

El común denominador de la contienda electoral son los llamados a serenar los ánimos caldeados, por la natural confrontación entre candidatos, coaliciones y diversos sectores sociales, además de no pocos periodistas en los medios de comunicación. El más reciente exabrupto del periodista, Ricardo Alemán, que le costó el despido de dos cadenas televisivas y un periódico de circulación nacional, regresó el debate sobre los límites en el ejercicio de la libertad de expresión en las redes sociales.

Sin medias tintas, es obvio que el mensaje de Twitter, compartido desde su cuenta personal del columnista en cuestión, es una clara apología a la violencia, cuando invitaba indirectamente al asesinato del candidato líder en las encuestas electorales, Andrés Manuel López Obrador. La reacción natural de numerosos periodistas, de diferentes filias y fobias fue el condenar este tipo de irresponsables mensajes, debido al incremento de la violencia y la inseguridad en el país. Estos penosos llamados a la violencia verbal son naturales en todos los frentes de la contienda electoral, sin embargo, el mensaje erróneo del comunicador y la insuficiente aclaración, volvió indefendible su postura, en un país que debe apostar por un estado de derecho.

Las redes sociales están llenas de intimidación y de poca reflexión, el llamado lumpen cibernético, trolls y demás especies que pululan en internet, tienen una motivación mezquina de provocar, insultar y muchas veces amenazar. El problema con el polémico periodista es que no entiende que los conductores de televisión, comentaristas, reporteros y opinadores nacionales, tienen una mayor responsabilidad ante los diferentes públicos (afines y en contra) ya que en medio de la efervescencia social, no debe existir ningún tipo de apología al delito, velada o clara, motivada desde un micrófono.

Las críticas y las diferencias son inherentes a cualquier realidad democrática, es imposible llegar a la unanimidad de ideas, el debate real produce mejores ciudadanos y una verdadera clase política funcional. Sin embargo en un país con los bajos índices de educación, es común provocar una mayor polarización de amplios sectores que no comulgan con diversas ideas, es alarmante la facilidad con que diversos sectores pueden terminar odiándose y enfrentándose en redes sociales, con amplias posibilidades de dejar el conflicto en lo cibernético, para trasladarlo a la vida real.

López Obrador tiene seguidores muy radicales que defienden su proyecto en formas que han caído en agresiones en internet y excesos declarativos, desafortunadamente para que exista un conflicto debe haber una contraparte igual de virulenta, donde personajes políticos, el “columnista del momento” y varios actores sociales, conductores de programas de espectáculos y hasta narradores de lucha, no han dudado en subirse al ring de la confrontación visceral, donde el sentido común brilla por su ausencia.

Todos han contribuido a la polarización actual que padecemos, el apoyo a un  determinado candidato o la crítica contra otro, no permite el análisis, ni la oportunidad de dialogo entre ciudadanos militantes. Desafortunadamente al hacer historia, la confrontación extrema ya demostró su efectividad electoral, el triunfo de Felipe Calderón, no se explica sin elementos de enfrentamientos entre amplios sectores de la sociedad. La misma candidatura de su esposa, Margarita Zavala, tuvo su elemento de ruptura y polarización al interior del Partido Acción Nacional, que precipitó su renuncia y la construcción de su candidatura a través de la opción independiente.

El temor justificado de amplios sectores es que AMLO pueda ceder a las presiones de venganzas personales, contra sus oponentes políticos, quienes de forma natural ahora se unen para tratar de evitar su triunfo. Independiente de los programas que cada proyecto político represente, existe la histeria de quienes presienten una cazaría de brujas inmisericorde ante la enemistad total con el tabasqueño. Una vez que el ganador de la contienda electoral se coloca la banda presidencial, muchos de los compromisos, alianzas y promesas son desechadas para encabezar el verdadero proyecto que tiene el presidente en mente.

Ejemplos de este deslinde y olvido de las promesas de campaña están en los gobiernos de la alternancia, Vicente Fox, nunca volvió a ser el personaje dicharachero y alegre de la campaña, terminó siendo un remedo político autoritario con la oportunidad perdida de la transición política mexicana. El mismo Felipe Calderón nunca superó los señalamientos de ilegitimo y sumado a su carácter iracundo, siempre pareció intolerante e intransigente, además de ser superado por la innecesaria cruzada contra el narco, que mantiene aún al país en sus niveles más altos de inseguridad.

La libertad de expresión en tiempos de campaña debe ser extremadamente cuidadosa, sin caer en la autocensura, pero cuidando las formas de no incitar a la violencia, el polémico columnista, desde hacía tiempo se nutría de las fobias contra un candidato polémico. Indirectamente le hizo un flaco favor a la contienda y a su carrera periodística, al dejarse llevar por sus no pocos ratos de ira y resentimiento.

La crítica inteligente, fundamentada con fuerza y contundencia se realiza desde muchos medios informativos, con periodistas de amplia trayectoria que entienden el momento histórico y las condiciones de un país polarizado. Es a estos líderes de opinión quienes debemos, escuchar, rebatir y retroalimentar, con formas civilizadas, ya que los excesos, de un lado y de otro, no aportan en nada a una vida democrática verdadera. El respeto a las diferencias de opinión es el primer paso a la tan emergente reconciliación, que debería iniciar apenas acabe la jornada electoral.

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