El todavía arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, podría presentarse a declarar por la acusación de encubrimiento de curas pederastas, ya que existe una carpeta de investigación por parte de la Procuraduría General de la República (PGR) abierta desde el pasado día 2 de junio en contra del polémico cardenal. En el año 2016 Rivera Carrera aseguró en entrevista, haber reportado 15 casos de sacerdotes pederastas ante la Doctrina de la Fe en el Vaticano, mismos que fueron objeto de varios juicios que concluyeron con sentencias, según su decir. El problema legal que pudiera enfrentar, es el haber omitido denunciar ante las autoridades judiciales mexicanas, sobre dichos casos de abuso sexual perpetrados por aquellos 15 párrocos.
Los exsacerdotes denunciantes, Alberto Athié y José Barba Martín acudieron ante la PGR para ratificar sus acusaciones, asentadas en el acta FED/SDHPDSC/UNAI-CDMX/0000425/2017 por presunto encubrimiento del cardenal Rivera Carrera a los 15 sacerdotes católicos abusadores de menores, que se deduce en las declaraciones del arzobispo. Esta acusación es extensiva a otros casos de pederastia, cometidos por varios purpurados más.
El polémico cardenal presentó este año su renuncia al máximo cargo eclesiástico en México, como lo marca el derecho canónico, al haber cumplido los 75 años de edad. Rivera Carrera negó siempre las acusaciones en contra de sacerdotes abusadores y los Legionarios de Cristo, una orden religiosa fundada en 1941 por el finado Padre Marcial Maciel, que creció por décadas, económicamente en forma extraordinaria. En los años noventa la congregación se vio envuelta en escándalos gigantescos por abusos sexuales de su fundador, junto con varios sacerdotes, en contra de seminaristas menores de edad, y por denuncias de paternidad de varias parejas con las que convivió Maciel en una vida alterna a su ejercicio religioso.
Dichas acusaciones se negaron durante años, se buscó sobornar a las víctimas y denunciantes hasta que el escándalo fue insostenible y alcanzo niveles internacionales. Cuando se destapó la cloaca embarró a todo religioso desde los de mediana clase hasta la alta jerarquía, quienes habían optado por encubrir los ataques de estos depravados sexuales, e incluso exigían que el castigo se diera exclusivamente al interior de la Iglesia Católica, al seguir considerando a los sacerdotes como seres divinos, con privilegios y fueros ante la ley de los hombres.
Rivera Carrera se cansó de atacar a los periodistas que difundieron dichos ataques sexuales contra los entonces menores de edad, perpetrados por el Padre Maciel, mientras la élite católica, solamente cambió a los curas abusadores a otras Arquidiócesis, quienes siguieron con su mismo comportamiento deleznable. Dichas complicidades llegaron al más alto nivel de la curia romana, con el papa Juan Pablo II, quien era amigo personal del fundador de los Legionarios de Cristo, y a quien no quiso someter a ningún tipo de juicio canónico.
Con la llegada de Benedicto XVI, las huestes de Maciel y de Norberto Rivera sintieron por primera vez la llegada de la justicia, al menos clerical, por parte del exprefecto de la congregación para doctrina de la fe, en los tiempos de Juan Pablo II. El padre Maciel, por órdenes de Benedicto XVI, fue retirado del ejercicio eclesiástico y destituido al rango de un simple laico hasta su muerte, sin que alguna vez pidiera perdón por las graves acusaciones de las que fue señalado. Se nombró un interventor al interior de los Legionarios de Cristo, para investigar desde sus finanzas, hasta sus redes de complicidades y la estructura que hizo posible tan nefasta situación.
Norberto Rivera padecerá siempre los señalamientos por encubrimiento de estos escándalos, incluso en su proceso de renuncia al Arzobispado mexicano, se contaminó con rumores de que el propio papa Francisco I, habría sido quien solicitó su renuncia de forma anticipada, para iniciarle cargos por encubrimiento de curas pederastas. Los claroscuros de Rivera Carrera son enormes, su proclividad servil al poder político y con los empresarios está perfectamente demostrada en su polémico accionar al frente de la Arquidiócesis de México.
No en vano el mismo papa Francisco criticó duramente el actuar de Norberto Rivera y de los miembros de la Conferencia del Episcopado Mexicano, reunidos en la flamante catedral metropolitana (durante su visita pastoral el pasado mes de febrero de 2016) donde les acusó de ser más príncipes que testigos del señor, estar más cercanos a la opulencia de los faraones, y recriminarles su descuido histórico con las comunidades indígenas y jóvenes que son víctimas del poder corruptor del narcotráfico.
El cardenal Rivera Carrera será siempre el símbolo de la opulencia de la jerarquía católica, cercana a los poderes mundanos de la política y del dominio económico, ejemplo del enfrentamiento infructuoso contra las comunidades homosexuales y sus derechos obtenidos ante la ley, así como el principal encubridor de los escándalos sexuales al interior de la Iglesia católica mexicana, que provocó el descredito generalizado de la institución religiosa, alejando del ejercicio de la fe a varias generaciones de creyentes.
Una coreografía populista
La primera gira de trabajo internacional del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue un encuentro binacional con el...
julio 14, 2020Los heroicos profesionales de la salud
La curva de contagios por Covid-19 está aún en ascenso, el país estuvo muchas semanas en semáforo rojo en...
junio 30, 2020Hasta siempre, papá Rosendo
El pasado mes de mayo falleció mi padre, Rosendo Aparicio, víctima de complicaciones renales y varias enfermedades que al...
junio 23, 2020Surrealismos en la fase tres del coronavirus
El pasado 21 de abril se decretó la tercera fase en la contingencia sanitaria de la pandemia del coronavirus...
abril 28, 2020