La suspirante a la candidatura presidencial por el Partido Acción Nacional, Margarita Zavala, se posiciona en los primeros lugares en las preferencias electorales rumbo a la elección del 2018, aún sin asegurar que enarbole los colores azules del partido conservador, pero sobre todo, sin que sepamos los mexicanos cuáles son sus verdaderos posicionamientos políticos con respecto a los grandes males y retos que enfrenta el país.
No se recuerda una participación importante de Zavala en los temas coyunturales del país, no fue protagonista en las reformas estructurales, se deduce que sus posicionamientos son conservadores con respecto a la familia y la educación, y propensa a fomentar una economía de mercado. Ya que salvo en su partido, nadie recuerda un debate protagonizado por la abogada blanquiazul, donde se definan sus más finos lineamientos ideológicos, o pragmáticos.
Margarita Zavala salvo haber sido la primera dama de México cuando Felipe Calderón fue presidente de México, su trayectoria política se limita a haber sido diputada local en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal durante el periodo 1994-1997 y diputada federal por representación proporcional en la LIX Legislatura en los años 2003-2006.
En la cámara de diputados su cargo más importante ha sido subcoordinadora de política social del Grupo Parlamentario del PAN en la LIX Legislatura, por lo que sin mencionar los cargos partidistas, su experiencia política es casi nula al compararla con otros presidenciables, como José Antonio Meade, Miguel Ángel Osorio Chong, Andrés Manuel López Obrador, Aurelio Nuño, Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle y recientemente auto destapado Ernesto Ruffo Appel y Miguel Ángel Mancera.
Tomando con todas las reservas la información de ese mito genial que son las encuestas, Zavala Gómez del Campo, es percibida con menos negativos al comparársele con los otros presidenciales de las muestras y mediciones demoscópicas que se presentan para tratar de medir la opinión pública. Este merito se debe más al desconocimiento total de su actuar político, su bajo perfil en todo sentido, pero sobre todo a su inexistente experiencia al frente de una secretaria de estado, o algún cargo de elección popular de importancia como sería una alcaldía o una gubernatura.
La precandidata panista a la presidencia logra su posicionamiento político gracias a “nadar de muertito” frente a la lucha encarnizada que se vive en los partidos políticos y en el gobierno. El reto más difícil que enfrenta por el momento, es buscar hacerse de la candidatura panista frente al “señor de los moches”, Ricardo Anaya, que ha sabido posicionarse frente a propios y extraños, y que si logra encabezar una victoria electoral en el Estado de México, logrará multiplicar sus posibilidades de verse en la boleta electoral del 2018.
Zavala no logra ni siquiera desmarcarse de la enorme sombra, a pesar del enanismo en todo sentido, de su marido el ex presidente Calderón, quien dejó un sangriento sexenio, donde según las cifras el INEGI fue de 121 mil 683 muertes violentas. A ese gran pasivo que es el ex presidente necio, obcecado y “mecha corta” se le suma las diferencias reales que existen en el PAN contra esta nueva pareja presidencial.
Ante este reto de ganar la candidatura panista a la presidencia, a Margarita Zavala se nota impotente y hasta irascible cuando trata, sin salirse de sus acostumbradas formas correctas y limitadas, de atacar y posicionarse por encima del joven político que aprovecho la coyuntura para pelearle de tú a tú la designación panista. La nula pericia política de Margarita Zavala se nota cuando fue “bateada” para buscar contender por la presidencia del PAN, y cuando le cerraron el camino a una diputación federal, ahora al buscar la candidatura presidencial, demuestra un nulo crecimiento político y pocos argumentos de peso para pelear de forma más efectiva e inteligente.
La otra gran carta que Zavala buscaba para posicionase, dar fuerza a su hipotética candidatura, se vino abajo producto de la derrota electoral de Hillary Clinton en Estados Unidos. Se buscaba “colgar” para decir que si en la nación más importante del mundo sería gobernada por una mujer, en México se debía reproducir ese fenómeno político. Con el resultado electoral en EUA esa propaganda se fue al “despeñadero” y pasó factura en el semblante de la panista, quien en un mensaje en la madrugada del 9 de noviembre, llamaba al trabajo conjunto y a enfrentar el reto que será la presidencia de Donald Trump.
Como demostró la patética imagen de la senadora Mariana Gómez del Campo, con su playera apoyando el fallido proyecto de “Hilaria”, para Zavala fue un golpe letal, no solo porque la foto con la candidata demócrata no le sirve ni para presumirla en el Facebook, sino que además, ahora debe realizar un posicionamiento de peso, creíble y factible frente al nuevo escenario mundial que dicta “el factor Trump”
Zavala apostaba todo a una elección donde ella jugará a ser la candidata de la sensatez, la mesura, sin extremismos, ni estridencias, para contrastarse del “Peje López” quien sí sabe moverse entre la polarización y los nacionalismos a ultranza. La nueva realidad pegó a todos los actores políticos, pero a Zavala la trastocó al grado que si busca primero la candidatura de su partido y luego ganar la elección presidencial, de muy poco le bastará jugar a las buenas formas y lo políticamente correcto. Ante un mundo y un país que continua polarizado, tal y como lo convirtió su neurótico y nefasto esposo para poder ganarla presidencia de México, a Zavala no le basta lo realizado para repetir aquel triunfo.
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