La decadencia social del caso “El Pirata de Culiacán”

Un perfil en Facebook conmemorativo, un corrido a su memoria y un funeral donde apenas asistieron una decena de familiares es el legado que deja...

2 de enero, 2018

Un perfil en Facebook conmemorativo, un corrido a su memoria y un funeral donde apenas asistieron una decena de familiares es el legado que deja José Luis Lagunas Rosales, mejor conocido como “el Pirata de Culiacán”, quien saltó a la fama cibernética por protagonizar videos donde cometía excesos en estado etílico, rodeado de mujeres y fiestas patrocinadas por los grupos del narcotráfico que se entretenían con el menor de edad, al tratarlo como un bufón personal.

En sus redes sociales, “el Pirata de Culiacán” contaba con un millón 11 mil seguidores que le celebraban sus excesos, lo criticaban, ofendían y humillaban por el personaje en que se convirtió y que inconscientemente nunca pudo entender ni superar. Fue noticia mundial cuando el pasado 19 de diciembre, murió acribillado en Guadalajara, por presuntamente haber amenazado al líder delincuencial, Nemesio Oseguera Cervantes, alias “el Mencho”, en un video donde siempre en estado etílico, realizaba sus acostumbradas amenazas y ofensas generalizadas.

Eso que llaman “influencers” son jóvenes que utilizan las redes sociales para promocionarse y promocionar productos, modas, sitios comerciales, marcas con la finalidad de generar marketing y ganancias económicas para sus anunciantes. La regla de hacerse famoso mediante videos ingeniosos, o con una producción previa se rompió con Lagunas Rosales, a quien no le importó ridiculizarse a sí mismo, al tratar de convertirse en una figura de la cultura del narco y finalmente una víctima más dentro del ambiente delictivo.

El joven de 17 años no conoció más vitrina social que aspirar a una vida de escándalos, vivir los excesos del alcohol, automóviles y lujos patrocinados por los delincuentes que lo ridiculizaban y al final dispusieron de su vida cuando lo consideraron irrespetuoso.

Saltó a la fama cibernética en sus borracheras que se hicieron virales en la red por sus amigos que grababan sus desmanes, luego los traficantes se acercaron al menor de edad con el propósito de divertirse a sus costillas. En sus redes sociales presumía fotos con narcotraficantes, comandantes de policía, mujeres, futbolistas, músicos famosos que acompañaban su autodestructiva personalidad plagada de excesos. El adolescente nunca acabó una educación básica, su abuela de escasos recursos no pudo orientarle para una mejor vida, sucumbió ante el ambiente reinante en el estado de Sinaloa, dominado por el narcotráfico y el crimen.

En la terrible cotidianidad de la violencia en estados dominados por la delincuencia, su cultura de culto al narcotráfico, las escasas oportunidades para jóvenes de escasos recursos económicos y educativos, el engañoso ascenso al poder y las riquezas fáciles, hacen que jóvenes como “el pirata de Culiacán” pierdan el piso de la realidad a cambio de la fama alienada que los condena a la muerte prematura. Las redes sociales fueron el medio que encumbró a un joven que no entendió nunca el verdadero peligro de vivir en forma temeraria. Incluso después de su trágica muerte, deja en su imagen una indeleble mofa social y el ciberbullying contra una víctima de la ruptura social que se vive en el país.

A pesar de que el “Pirata de Culiacán” usaba su fama para presentarse en bares y centros nocturnos donde acudía a emborracharse y exhibir sus excesos, en sus redes sociales siempre estuvo presente la narcocultura a la que aspiró llegar, así fuera en forma de un ente ridiculizado. Los presuntos amigos y delincuentes de los que se rodeó, nunca tuvieron un legítimo interés de procurarle un bien, aconsejarlo para dejar sus adicciones o alertarlo sobre como desperdiciaba su vida, todos quienes lo transformaron en un personaje degradante, solamente lo utilizaron para ridiculizarlo y luego desecharlo,

El menor de edad ultimado era huérfano, vivía con su abuela en Villa Juárez, Novolato, Sinaloa, de quien huyó a Culiacán, para iniciar su vida laboral limpiando carros; allí comenzó su aventura que le hizo famoso al imitar la vida de excesos propios de los capos del narcotráfico, sin ser realmente una persona con poder. En el bar de Jalisco donde murió acribillado el desprovisto adolescente, también falleció el dueño del negocio quien infructuosamente trató de defender la vida del bloguero decadente. No existen pistas claras de los asesinos, ni las cámaras de seguridad pudieron registrar imágenes nítidas que permitan la identificación de sus sicarios.

En algún video registrado para posteridad de la desgracia de Lagunas Rosales, acusaba a sus detractores de: “resentidos sociales que me critican”, cuando leía las opiniones que generaban sus escándalos entre sus “seguidores”. El personaje del “Pirata de Culiacán” es la representación de una sociedad elitista, enferma, olvidada de los grupos vulnerables, que solo utilizan a este tipo de jóvenes como un espectáculo degradante, humillante, decadente, en un país que no tiene futuro real para muchos jóvenes en las zonas dominadas por la cultura del narcotráfico.

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