La Cuarta Transformación y Trump II

El pasado 30 de mayo había un cierto ambiente festivo en el gobierno federal, en la semana pasada se habían girado órdenes de aprensión contra...

4 de junio, 2019

El pasado 30 de mayo había un cierto ambiente festivo en el gobierno federal, en la semana pasada se habían girado órdenes de aprensión contra Emilio Lozoya y se había ejecutado la captura de Alonso Ancira de Altos Hornos por el entramado internacional de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht. También comenzaba a fluir el presupuesto congelado para el sector salud y hasta había un optimismo razonable de que los tres países y socios comerciales, Estados Unidos de América (EUA), México y Canadá aprobarán en sus respectivos congresos la actualización del Tratado de Libre Comercio, el denominado T-MEC.

Todo parecía confluir en una semana con mejores augurios para el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), luego de difíciles días donde las noticias sobre el desabasto de medicinas y las notas sobre inseguridad dominaban la agenda. Pero apareció el más grande aguafiestas mundial, el presidente de EUA, Donald Trump quien a través de Twitter se coló en la fiesta para meter el calambre gigantesco a la económica regional de imponer aranceles del 5 por ciento a partir del 10 de junio (podría llegar al 25 por ciento en octubre) a toda mercancía mexicana que se exporte al poderoso vecino del norte. Esto por la irracional idea de frenar el flujo migratorio y obligar a México a realizar “acciones contundentes” para que se evite el avance de las caravanas de migrantes por México con el destino final que son los colapsados centros de detención estadounidenses, en su búsqueda del “sueño americano”.

Como efecto dominó la paridad del peso con el dólar recibió el golpe bajo del populista republicano, además de enrarecer el ambiente para la ratificación del T-MEC. El presidente AMLO debió responder mediante una carta diplomática donde pedía rectificar las posiciones del presidente republicano, aclarar que México no podía ser rehén económico de una crisis humanitaria y que se le debía respeto como el socio comercial más importante de la zona. Días después se matizaron las declaraciones al asegurar que México deseaba conservar el afecto con EUA, y se juraba que nada ni nadie podría “romper la bonita y sagrada amistad” entre ambas naciones.

Inmediatamente después del mensaje de Twitter, casi medio gabinete, encabezados por el canciller Marcelo Ebrard, tomó un vuelo a Washington para tratar de atemperar el terrible tsunami económico que representaría cumplir las amenazas arancelarias de Trump. El propio Ebrard anunció en sus redes sociales que el próximo miércoles 5 de junio tendría una reunión con el secretario de Estado Mike Pompeo y el jefe de asesores (también yerno del presidente) Jared Kushner, para intentar incidir en las medidas económicas dictatoriales del supremacista republicano.

Nunca como ahora se espera que estas amenazas solo sean bravuconadas por parte de Trump, ya que México se vería profundamente afectado por la imposición de impuestos unilaterales, y la ya de por si mermada economía nacional, terminaría por entrar en una espiral recesiva muy difícil de superar.

Las acusaciones sin sustento de que México puede controlar el flujo de migrantes y el de drogas hacia EUA, es la revancha de la fallida promesa de construir el muro fronterizo, financiado por nuestro país. No es la primera vez que el xenófobo presidente republicano realiza amenazas e impone aranceles contra países que considera rivales, saltándose las instancia comerciales internacionales, en lo que es de facto una costosa guerra comercial que no beneficia a nadie, más que a su retorcida forma de gobernar.

Trump confirma que no tiene ningún interés en fomentar el desarrollo de sus gobernados, ya que nunca una guerra económica trajo triunfadores definitivos, por el contrario, destroza la confianza y los bolsillos de los ciudadanos de los países involucrados. Esta medida surrealista e irreflexiva, tomada contra su principal socio comercial y su aliado estratégico en la geopolítica mundial, es el mejor ejemplo de los trastornos mentales de un político que es capaz de dispararse en un pie, con tal de forzar su obsesiva reelección presidencial.

Al clown anaranjado no le importa nada, nadie, más que el culto a su personalidad egocentrista, que le impulsa a realizar todo para recordarle al mundo que es la principal amenaza para el desarrollo, la paz y la estabilidad de cualquier región. Si se suma la inminente llegada de las épocas electorales estadounidense, los niveles de locura y mitomanía de Trump tienden a exponenciarse.

Asistimos a la dura nueva realidad de un nuevo sistema político global donde no importa la racionalidad económica o geopolítica, cuando se trata del culto a la personalidad del supremacista más peligroso en la historia del fascismo, gracias al enorme poderío nuclear y militar que representa Norteamérica.

México estará condenado a ser la piñata del republicano en el largo peregrinar a las elecciones de noviembre del 2020, donde para mantener entretenida y furibunda a la carroña de su base electoral, no se tentará el corazón en provocar crisis económicas, abrir innecesarios frentes de batallas, pero sobre todo, sacrificar los intereses de sus gobernados con tal de cumplir su egoísta y personalísimo proyecto político, más cercano a la esquizofrenia que a la política.

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