La Cuarta Transformación y las cifras de homicidios

Las cifras de inseguridad se han disparado en los indicadores que registran los homicidios diarios lo que ha hecho que el inicio del sexenio del...

16 de abril, 2019

Las cifras de inseguridad se han disparado en los indicadores que registran los homicidios diarios lo que ha hecho que el inicio del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sea el más violento en las últimas décadas. Después de la famosa conferencia de prensa donde un periodista de Univisión refutó al presidente en la “mañanera”, el tema de discusión se centró en los dichos del gobierno federal que asegura haber contenido las espeluznantes cifras de violencia, contra el registro que hizo el reportero donde efectivamente, los homicidios han subido de forma estrepitosa. Esta terrible realidad la conoce todo mexicano que viaja de un lugar a otro, con el peligro real de ser asaltado (incluso varias veces al mes) o cuando el pequeño empresario de cualquier municipio asolado por el narcotráfico y el crimen organizado, es víctima de las extorsiones y el cobro de piso, por ello se entiende que no hay tal contención de la violencia y el crimen.

Las cifras rojas que deberían preocupar a todos los partidos políticos son usadas como arsenal para defender o atacar al gobierno en turno, pareciera ser que el acudir al inicio más delictivo de los últimos sexenios, es un acto de liberación de culpas en los gobiernos priístas y panistas. Si los grados de descomposición en las estructuras de justicia, las policías locales y estatales, los servicios de inteligencia y hasta funcionarios de alto nivel permitieron el crecimiento del peor cáncer que padece el país, esté no sería posible sin la responsabilidad y complicidad de los regímenes anteriores. La actual estrategia de seguridad es materia del gobierno actual, pero la responsabilidad del fracaso en materia de seguridad, es de todos los partidos políticos, sin excepción alguna.

Los debates que se han dado en la clase política se centran en que si los mandos que encabezarán la Guardia Nacional deben ser de origen civil o si es una trampa colocar a un laureado militar que entrará en retiro para el mes de agosto como el primer comandante de esta fuerza armada. El general en proceso de retiro, Luis Rodríguez Bucio, es un militar con un currículo impresionante que lo hace un especialista en el combate a grupos delincuenciales, especialista en tácticas y estrategias en materia de seguridad, con varios doctorados y estudios en el extranjero. Lo acompañarán en la coordinación operativa interinstitucional: Xicoténcatl de Azolohua Núñez Márquez, Gabriel García Chávez y Patricia Rosalinda Trujillo Mariel, todos ellos brillantes y enaltecidos especialistas en materia de seguridad y operatividad.

Se destaca que cuando le interesa el tema en cuestión, el presidente López Obrador sabe seleccionar a personal altamente calificado para instituciones que serán cruciales para el desempeño de tareas trascendentales e impostergables. La realidad de un país sumido en la violencia, con aumento de índices delictivos, insufribles zonas metropolitanas que se ven dominadas por crímenes impunes, hizo que el presidente AMLO reculara en sus planes iniciales de regresar el mando a las policías estatales y municipales para cuidar la seguridad pública nacional.

La creación de la Guardia Nacional tiene pendiente la legislación secundaria sobre cómo debe implementarse, regirse y brindar certezas en la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, podría estar condenada al fracaso si los gobiernos estatales y locales no empiezan de manera real a profesionalizar sus policías y a realizar verdaderos controles de confianza. Como cada sexenio cada esfuerzo que se realiza en materia de seguridad, no podrá ser todo lo funcional posible, sino se entiende que el combate al lacerante fenómeno de la inseguridad es un esfuerzo conjunto. De entrada la guardia nacional no estará en funciones reales al menos en este año, además de tardar en consolidarse un tiempo que podría ser mayúsculo ante los pesares diarios de los mexicanos.

Escatimar esfuerzos y apoyos en esta materia, dejar que la visión daltónica de colores partidistas se imponga, sin duda provocaría un fracaso estrepitoso que podría destruir el diezmado estado de derecho en el que vivimos. En si los costos de vivir con cifras de crímenes similares a las de las guerras civiles, ya han estallado en materia económica y han modificado la convivencia regular de todos los ciudadanos que se han deshumanizado y ven como una realidad común el incremento impune de homicidios.

La prensa escrita y los noticieros se llenaron de notas rojas, la narrativa de la violencia común y la malograda lucha contra el narcotráfico llegó para quedarse desde hace décadas. México padece una crisis institucional y de valores cívicos que hacen del complejo fenómeno de la inseguridad un reto gigantesco que si bien muchos gobiernos no pudieron resolver, el incipiente régimen tampoco ha podido controlar. Años de abandono y pésimas estrategias no resuelven la emergencia en meses, pero si se debe exigir una adecuada estrategia que siente las bases para al menos reducir los altos índices delictivos y de crímenes, que al parecer vivirán por muchas décadas en el país.

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