Era recurrente en campaña de 2018 escuchar críticas a la posible alianza entre el ahora partido en el gobierno Morena y el vetusto Partido Revolucionario Institucional (PRI), al señalar que el otrora partidazo hacia el juego sucio al entonces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para dinamitar la campaña del candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Ricardo Anaya y negociar una amnistía anticipada a la llegada al poder presidencial del político tabasqueño.
No se demostró nunca a cabalidad que esa sociedad existiera en campaña, pero en pasadas negociaciones en el Congreso con la aprobación de la iniciativa de ley que permitiría la creación de la guardia nacional, se materializó esa alianza al lograr la mayoría calificada gracias a los votos de la bancada tricolor, que se sumaron al bloque “lopezobradorista” constituido por diputados de Morena, PES, PT y el siempre mercenario PVEM.
En esta primera mayoría calificada se logró el voto a favor del controvertido y arriesgado plan de seguridad del gobierno del presidente AMLO, sin embargo, al mismo mandatario no le gustó del todo la exclusión de un artículo transitorio donde se especifica que las fuerzas armadas se encargarían de la seguridad hasta que se conforme la guardia nacional. Por lo que “encargó” al senado enmendar esa omisión realizada por el diputado Pablo Gómez quien para lograr transitar a un acuerdo legislativo, debió borrar de la iniciativa votada en el Congreso dicho transitorio.
El PRI y su bancada en el poder legislativo literalmente fue el fiel de la balanza en esa primera batalla en el Congreso, gracias a esa inercia de sus genes políticos que le impulsan a participar en el poder real de gobierno, no importa que sea al lado de gobiernos de eso que es la derecha, o eso que llaman la izquierda, ahora dominada por el partido creado por el presidente López Obrador.
El entonces candidato presidencial morenista acuñó el termino PRIAN como la unión ente el PRI y PAN al compartir intereses comunes, como fueron agendas neoliberales, alianzas estratégicas en votaciones de las denominadas reformas estructurales, pero sobre todo su profunda y demostrada animadversión al entonces político disruptivo AMLO. Desde campaña el PAN acusó la existencia del denominado “PRIMOR” como la unión del PRI con Morena, y ya como gobierno en un desliz declarativo, sacado de contexto (pero con desafortunado efecto mediático) “Yeidckol Citlalli Polevnsky” aseguró que se escuchaba mejor PRIMOR que PRIAN.
Con el empatanamiento de las negociaciones en el senado por la aprobación del dictamen la guardia nacional en comisiones, sin la presencia de los senadores de los partidos de oposición, el alicaído PRI jugó el pasado 18 de febrero a ser parte de la “oposición responsable y patriótica”. La unión del PAN, lo que queda del PRD, Movimiento Ciudadano y el partido tricolor es el único bloque que puede hacerle frente al aparato de senadores afines a Morena, cuando se requiere de la mayoría calificada al tratar de realizar cambios constitucionales.
En esta trascendental semanal se juega la posibilidad de la creación de la polémica guardia nacional o la primera derrota de AMLO frente a su intento por modificar la constitución. En un sentido u otro es necesaria la voluntad del PRI, quien decidirá si se agrupa con los partidos opositores y se prepara para ser blanco de los ataques del presidente, que desde la cúspide de su popularidad podría dar el tiro de gracia al otrora partidazo. O si en el pragmatismo total se suma a Morena y se transforma en la “oposición responsable”, modifica algunos aspectos de la iniciativa y vota a favor.
El Revolucionario Institucional viene de una autentica debacle electoral, donde el ciudadano común e incluso sus tradicionales clientelas electorales, les castigaron por el gobierno de terror encabezado por el expresidente Enrique Peña Nieto y la runfla de vividores que resultaron ser la “denominada nueva generación de políticos”. Muy caro pagó el instituto político, más no así los políticos emanados del tricolor, el haber protagonizado uno de los sexenios con mayores niveles de corrupción, cinismo, ineptitud e impunidad.
Navegando a la deriva, no tiene una fuerza de arraigo entre sus antiguas bases políticas y podría padecer su desmantelamiento muy cercano a su desaparición, aunque aún gobierna en varias entidades federativas, lo que le permite seguir presente en el poder público.
Al grito de militarización si o militarización no, se definirá el rumbo que tomará el presente sexenio, aunque por contradictorio que parezca los gobiernos del PAN y PRI son quienes consumaron en sus respectivos ejercicios de gobierno, la actual militarización del país, a la que ahora se oponen. Análisis más pretenciosos aseguran que en la aprobación o rechazo de la guardia nacional se define el futuro de varias generaciones de mexicanos, por lo pronto esta trascendental reforma podría significar un punto de inflexión muy grande.
El PRI apuesta a sobrevivir como un parásito en el cuerpo de Morena para tratar de revivir en forma regional e ir tratando de volver a consolidar sus antiguas maquinarias desmanteladas y absorbidas por el partido en el poder. El otrora “partidazo” vive etapas negras y de no ser comparsa del gobierno federal, podría enfrentar el inicio de la extinción política real si opta por enfrentarse al inmenso poder presidencial.
Sin la posibilidad real de un recambio generacional, ni nuevas figuras políticas tricolores en el escenario nacional, así como la casi imposible oportunidad de lavar su nombre y su terrible estigma de corrupción permanente, el PRI se aferra a la supervivencia con un capital político muy limitado en la disyuntiva de ser verdadera oposición o sucumbir al canto de las sirenas morenas que le permitan negociar pequeñas cuotas de poder y recursos económicos que tanto necesita.
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