La 4ta Transformación y Medina Mora

La inédita renuncia en tiempos modernos de un ministro de la Suprema Corte de Justicia es sintomática de un problema jurídico y de conflicto de...

8 de octubre, 2019

La inédita renuncia en tiempos modernos de un ministro de la Suprema Corte de Justicia es sintomática de un problema jurídico y de conflicto de intereses gigantescos, que tienen como protagonista al siempre polémico Eduardo Medina Mora. La dimisión al cargo, que debería concluir en 2029, se da luego de darse a conocer que podría ser investigado por instancias internacionales, al haber recibido millonarias transferencias en Estados Unidos y Reino Unido, en circunstancias difíciles de justificar. Estas acusaciones no son las más graves ni las más recientes en la vida pública del funcionario público, que en sus encargos federales en materia de seguridad pública, escribió los capítulos más oscuros y represores.

La dimisión del político revela el entramado conjunto de corruptelas, omisiones y complicidades tendientes a perpetuar la impunidad en casos emblemáticos del país, realizados desde las más altas esferas del poder político. Incluso el exministro tuvo el descaro de no declarar sus bienes patrimoniales a lo largo de cuatro sexenios, a pesar de haber sido un funcionario público en varias administraciones.

A paso lento pero seguro la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ve beneficiada por investigaciones internacionales, tendientes a descubrir y probar los enormes conflictos de interés, las componendas económicas del grupo de poder priísta y panista que se benefició de realizar mil triquiñuelas, desde el amparo del poder.

Se dice, se comenta y se rumora que luego de las acusaciones del presidente AMLO en contra del exministro, José Ramón Cossío Díaz, por presuntamente asesorar a quienes promueven amparos contra el Aeropuerto de Santa Lucía, esté se deslindó de tales hechos, pero “señaló” a uno de sus excolegas de estar operando golpes bajos contra el actual régimen.

El ejemplo perfecto de los intentos de los expresidentes Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto por tratar de cubrir a los operadores que desde las cañerías realizaban el trabajo sucio, es el caso del ahora defenestrado Medina Mora.

Sobre él se dice pesan acusaciones de actuar al margen de la jurisprudencia y de sus colegas ministros, en la negativa a congelar cuantiosos recursos económicos en cuentas presuntamente relacionadas con actos ilícitos, en prejuicio del erario. De proceder el cumulo de irregularidades e ilegalidades que se tienen documentadas contra el exministro e improvisado diplomático, podrían llevarlo a ser el primer actor de alto nivel jerárquico del poder judicial en ser encarcelado.

El negro historial de Medina Mora registra casos emblemáticos como el denominado “Michoacanazo” donde una decena de munícipes fueron acusados sin pruebas, de estar coludidos en el narcotráfico y el crimen organizado, durante el inicio de la delirante guerra contra el narco del irracional presidente Calderón. Así como el caso insignia de violación a los derechos humanos en Atenco, donde las mujeres detenidas fueron vejadas sexualmente, violadas y encarceladas en el operativo desaseado que culminó las protestas por la negativa a la construcción del aeropuerto en Texcoco.

Las vejaciones y violaciones contra las mujeres detenidas fueron minimizadas por todas las instancias de justicia mexicanas y solamente cuando 11 mujeres agraviadas acudieron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lograron obtener una resolución donde se condena el actuar de las fuerzas del orden implicadas y a las autoridades que siempre menospreciaron a las víctimas encarceladas.

Como se recordará el exprocurador de la República en los tiempos del sangriento sexenio de Calderón se vio involucrado en acusaciones de corrupción y de protección al crimen organizado. Tiempo después, descobijado por el poder político panista se le dio cabida en embajadas estratégicas de Reino Unido y Estados Unidos, donde nunca cumplió el perfil profesional diplomático requerido para tan difícil labor en las relaciones exteriores mexicanas. Como embajador de México en Inglaterra el único momento destacado que se le recuerda, es el haber sido blanco de las críticas faranduleras, en un popular programa de reseñas de automóviles.

Envuelto en el nacionalismo ramplón, pretendió buscar una disculpa pública de la producción del programa realizado por la BBC de Londres. Después sin pena ni gloria en su encargo diplomático en Estados Unidos, fue repatriado por el gobierno de Enrique Peña para cuidarle las espaldas desde la Suprema Corte de Justicia en un cargo, que para variar, no cumplía con los mínimos requisitos y donde los mismos ministros cuestionaban su designación, pero que al final se terminó imponiendo gracias a los acuerdos cupulares, tan comunes en la vida pública del también exdirector del CISEN y exsecretario de seguridad pública foxista.

La actual Fiscalía General de la República no ha informado si existen investigaciones por transferencias bancarias u otros casos en contra del exministro en desgracia. Su renuncia permite una recomposición de la Suprema Corte de Justicia, donde sale un ministro que no debió serlo por su formación insuficiente. El senado aceptará sin mayores imprevistos su renuncia como ministro de la Corte y aprobará sin mayores problemas la terna que envíe el presidente AMLO, para sustituirlo.

A Medina Mora no se le recuerdan proyectos de casos emblemáticos que haya impulsado, sus intervenciones rayan en lo intrascendentes en no pocos casos jurídicos de gran envergadura. Es el símbolo del conflicto de intereses, acostumbrado a ser el fontanero de las cloacas del sistema político de los partidos tradicionales, derrotados estrepitosamente el pasado primero de julio. Su caída es tan inesperada como lo es su herencia maldita en contra de las causas populares, será recordado como el mercenario al cual acudieron, sin pudor alguno, los políticos de más alto nivel para asegurar la impunidad en sus muy particulares conflictos de intereses.

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