Digno de una narcoserie fue la captura del exsecretario de seguridad, Genaro García Luna, quien fue apresado el pasado martes 10 de diciembre en los Estados Unidos de América (EUA) por cargos de corrupción, falsedad de declaraciones y de delincuencia organizada al apoyar al cartel de Sinaloa encabezado por Joaquín Guzmán Loera, alias el “Chapo”. Con el proceso abierto al ex secretario insigne de los gobiernos de los expresidentes, Vicente Fox y Felipe Calderón, se asestó un golpe casi mortal al proyecto político calderonista que se construía contra el régimen del presidente Andrés Manuel López Obrador. La organización política, nutrida principalmente de ex panistas resentidos, alguna parte de las organizaciones civiles que aborrecen al nuevo gobierno, además del apoyo económico de un par de empresarios beneficiados de su sexenio, parece naufragar a pesar de que logrará el registro ante el INE.
La lentitud de la reacción del expresidente Calderón se mimetizó con la totalidad de sus bases de opinadores y corifeos que no atinaban como encarar la desastrosa noticia. El mito genial calderonista de la lucha frontal contra los grupos de la delincuencia organizada y el narcotráfico, a pesar de su sangriento número de víctimas, la violación sistemática de los derechos humanos y los no pocas ejecuciones de presuntos delincuentes, se pasaban por alto cuando se justificaba el combatirles para desmantelar su poder corruptor. Con la captura del principal operador policiaco, sobre el cual ya se cernían acusaciones de corrupción, impunidad y enriquecimiento ilícito, se le da la puntilla a la narrativa del sexenio de Calderón y su lucha sin distingos a los poderosos carteles mexicanos.
Aunque el expresidente se llamó sorprendido y se excusó de no saber la gravedad de la traición de uno de sus más cercanos ex secretarios, su mermada credibilidad le dejó indefenso ante las dos únicas opciones que existen en este caso. La primera es que si no sabía de la magnitud de la traición al Estado mexicano de su colaborador García Luna, el expresidente Calderón es un inepto de la peor especie, que no le exime de culpas y responsabilidades. La segunda y más grave, es que como el mismo escribió en redes sociales, nada trascendente ocurre en el país sin que este enterado el presidente, por lo que la protección dada desde el Estado al cartel de Sinaloa le desnuda como un narcopresidente.
El proceso judicial en Nueva York, Estados Unidos, dará más detalles y nombres de cómplices y traidores al sistema de justicia mexicano, que como siempre, llega tarde y sin estar preparado para juzgar a los altos funcionarios que traicionaron la confianza institucional. Es curioso que el mismo juez que llevo el juicio contra “El Chapo Guzmán” sea el encargado de llevar el caso contra el otrora poderoso García Luna, que de ser hallado culpable, se haría acreedor de una condena de entre 10 años de cárcel hasta una cadena perpetua.
A García Luna se le imputa que durante los dos sexenios panistas, traicionó la confianza institucional de colaboración binacional al filtrar información de inteligencia para proteger al mítico cartel de Sinaloa, cuyo máximo representante purga una sentencia de cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad estadounidense.
El ex comisionado regional de la Policía Federal, Javier Herrera Valles, explicó que había alertado al ex presidente Calderón sobre la traición del entonces Secretario de Seguridad Pública mediante cartas dirigidas al titular del ejecutivo. Las denuncias escritas y entrevistas televisivas realizadas al ex comisionado le valieron ser reprimido y encarcelado por tres años con acusaciones falsas de delincuencia organizada, al más puro estilo de los casos presentados por el “ingeniero García Luna”, que no estaban debidamente sustentados y que culminaron con la liberación de los acusados.
La Unión Americana marcó la agenda nacional pues además de la detención de García Luna, le hizo vivir días de resaca al subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, para obtener una carta diplomática, por parte del representante comercial norteamericano, Robert Lighthizer, donde se explicó que no habría políticas injerencistas en materia laboral. Ya que la simbólica firma del T-MEC con los representantes comerciales de los tres países, se había indigestado, por la pretensión de imponer inspectores estadounidenses para las empresas mexicanas, con la finalidad de “vigilar” la adecuada implementación de la reforma laboral.
Si bien un tratado de libre comercio en los tiempos de la agonía de la globalidad es de destacar, el cómo se implemente es siempre menester de las partes. EUA es un gigante que siempre impondrá su fuerza ante lo diminuto de sus socios comerciales, tocó a México recordar que no se tenían muchas opciones de negociación por lo que ante los peligros de una recesión mundial es mejor un mal acuerdo, que ninguno.
El siempre descarado expresidente Calderón se dio valor para salir a criticar al gobierno mexicano por su pifia al aprobar apresuradamente el T-MEC en el senado, pasando por alto que en su gobierno como ningún otro, se entregó la “inteligencia nacional” y se permitió la intromisión norteamericana en su descarnada lucha contra el narco. Sin “saber” que su oscuro ex secretario de seguridad tramposamente jugaba a favor del cartel de Sinaloa.
Sería una curiosa coincidencia que de resultar culpable, el ex “super policía” García Luna, compartiera la misma cárcel de máxima seguridad que el “Chapo Guzmán”, sin que ambos pudieran verse nunca. El actual secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, aseguró que se investigarían a los funcionarios y elementos que aún trabajan en el actual gobierno con vínculos en la corrupta etapa del ex secretario calderonista.
Como siempre los casos emblemáticos de corrupción y narcotráfico mexicanos, serán juzgados por cortes norteamericanas, ante la incapacidad nacional de procesar a nuestros delincuentes, ex funcionarios y no pocos expresidentes que mantienen sus privilegios, riquezas y hasta fuero indirecto, que demuestra la lastimosa impunidad sexenal.
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