Antes del medio día del martes 12 de noviembre el derrocado presidente de Bolivia, Evo Morales, aterrizó en México para recibir asilo político luego del golpe de estado sufrido el pasado 10 de noviembre donde fuerzas militares y la oposición le obligó a dejar el poder, aún cuando no había concluido su periodo de gobierno. El político boliviano rompió las reglas electorales al contender por un periodo más, lo que provocó varios días de protestas callejeras de varios sectores de la sociedad que acusaron fraude electoral en lo que iba ser su cuarto periodo presidencial. La crisis política de varias semanas parecía haberse contenido al haber aceptado que se volvieran a realizar nuevos comicios, sin embargo las amenazas del ejército y la policía en voz del general Williams Kaliman Romero, precipitaron la caída del presidente de origen indígena, quien denunció una orden de aprensión ilegal en su contra.
Luego de que los principales líderes opositores Carlos Meza y Luis Fernando Camacho orquestaran movilizaciones desestabilizadoras en su contra, pero sobre todo las fuerzas armadas se prestaran a amenazar al expresidente Evo Morales, la figura del golpe de estado volvió a revivir los fantasmas del pasado oscuro de la violencia y represión en Sudamérica.
Antes la OEA había acusado de fraudulentas las pasadas elecciones y conminaba a repetir el proceso, pero para la oposición golpista no sería suficiente ya que aprovecharon la coyuntura para exigir su renuncia. Los principales funcionarios del sistema electoral y de su gabinete fueron detenidos por la policía y apresados, como una medida revanchista y de intimidación. En la casa de gobierno los líderes opositores quitaron la bandera indígena para colocar la biblia, la carta de renuncia del ex presidente sobre la tradicional bandera de Bolivia. Incluso la casa del ex presidente fue violentada por grupos reaccionarios que pretendían mostrar los supuestos lujos del mandatario derrocado.
Los regímenes políticos emanados de la izquierda latinoamericana tienen profundos claroscuros en sus gobiernos, en el caso de Bolivia su crecimiento económico era mayor al 4 por ciento, superior a los países de la región, así como una considerable reducción de la pobreza en que vivían los pobladores indígenas del país. El país andino logró casi erradicar el analfabetismo, procuró brindar mayores oportunidades a las comunidades indígenas y fomentar la igualdad de géneros, así como un compromiso real con la protección del medio ambiente. La polémica producción y comercialización de las hojas de coca siempre persiguió al régimen del expresidente indígena, quien defendió el cultivo como una especie nativa de la zona.
En México, el canciller Marcelo Ebrard anunció que se había ofrecido asilo político a una veintena de funcionarios del régimen derrocado de Bolivia. En la conferencia mañanera del pasado lunes 11 de noviembre, el gobierno mexicano consideró un golpe de estado en Bolivia y llamó a la OEA a mediar en la solución de la profunda crisis en el país sudamericano, aseguró que no reconocerían un gobierno de carácter militar.
En medio de una vorágine de enfrentamientos y estridentes enfrentamientos en redes sociales, el ambiente político será totalmente diferente después del golpe de estado en Bolivia. Los ánimos se han exacerbado y no pocos malquerientes del régimen morenista en México, se han mostrado totalmente a favor del golpismo de derecha.
Basta recordar las declaraciones del exgeneral Gaytan en torno al presunto malestar en las fuerzas armadas mexicanas con el actuar del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) después del desastroso operativo militar donde se dejó libre al hijo del Chapó Guzmán, Ovidio Guzmán López. Antes de los sucesos de Bolivia, los dichos del general en retiro eran simples criticas respaldadas en la libertad de expresión, ahora con un golpe de estado en un país latinoamericano, la sensibilidad y prudencia deben prevalecer en los actores políticos que son verdaderos irresponsables en sus declaraciones incendiarias, con tal de llevar agua a su molino.
Afortunadamente en el México postrevolucionario un pilar de la institucionalidad política es el ejército mexicano que es leal al presidente de la república en turno y que no ha vuelto a protagonizar ningún “cuartelazo” contra los gobiernos electos de formas más o menos democráticas. Como se ha dicho en varias ocasiones, el ejército mexicano es pueblo uniformado que tiene el mayor de los respetos de la ciudadanía.
La oferta de asilo político provoco increíbles reacciones en sectores conservadores y la oposición que no dudo en mostrar su mezquindad al calificar de dictador al expresidente boliviano. Si bien la figura de Morales no es una alabanza a la pulcritud política, está muy lejos de ser un represor o un político indefendible como podría ser el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Al final las acusaciones y suspicacias de la oposición muy enana de miras, no trascenderán al no tener sustento, pero la fobia irracional contra un actor político tan ajeno a la nuestra realidad política les desnudo en el más rancio fascismo.
Evo Morales tiene una nueva influencia en el gobierno de AMLO que hace lo correcto al ofrecer asilo político a perseguidos de cualquier índole y de diferentes sistemas de gobierno. Solo se exige que se den las mismas facilidades para ciudadanos perseguidos de gobiernos con los que comulga la denominada cuarta transformación.
Existen suficientes elementos para definir lo ocurrido en Bolivia como un golpe de estado, queda en cada analista y comunicador atreverse a describirlo como tal. Si los destacados “comentocratas” continúan sugiriendo que la renuncia forzada de Morales es simplemente producto de las protestas civiles, serán tildados de falsos demócratas, que intentan justificar a la derecha golpista que precipitó la caída de un régimen político, por más polémico que fuera, sin la oportunidad de dirimir las diferencias en las urnas.
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