El gobernador de Veracruz, Javier Duarte, se ha robado el refrán popular que reza, “Jalisco nunca pierde, y cuando pierde arrebata”, ya que sus estridencias, berrinches y acciones legaloides tendientes a cubrir sus presuntas corruptelas, han llegado a extremos dignos del realismo mágico novelesco.
Hasta la semana pasada, se había retrasado su intento por imponer en el estado de Veracruz a un fiscal anticorrupción totalmente afín a sus órdenes, con la finalidad que desde dentro del mandato de Miguel Ángel Yunes Linares, trabaje como una “tapadera” ante los presuntos delitos de peculado, desvío de recursos públicos, fraudes mediante empresas fantasmas, colusión con crimen organizado, asesinatos contra periodistas y demás desastres en la administración de Duarte.
Al gobernador le sobrarán oportunidades, de aquí a noviembre, de dar un “albazo” político mediante la subordinación de los poderes legislativos y judiciales del estado para realizar cualquier jugarreta política que le permita salvar “el pellejo” ante las múltiples auditorías, investigaciones y procesos judiciales que deberá enfrentar por su caótico y displicente actuar frente al gobierno de Veracruz.
La creación de una sala anticorrupción, con tres magistrados que serían propuestos por el actual gobernador, dejó muy tensas las cosas entre los mismos legisladores priístas y la oposición, que miran con impotencia el peligro real de que se logre blindar al polémico mandatario de las investigaciones locales en su contra.
Días antes de las agresiones por parte de integrantes de Los 400 Pueblos contra Miguel Ángel Yunes, el gobernador electo, Ricardo Anaya el líder nacional del PAN y Santiago Creel, el Coordinador de la Comisión de Elecciones, la procuradora Arely Gómez había recibido en la PGR a Javier Duarte para informarle de las 48 investigaciones en curso por los presuntos malos manejos de recursos públicos y desvíos que señaló la Auditoria Superior de la Federación.
Genio y figura, después de la debacle del Revolucionario Institucional el 5 de junio, Duarte no pudo contener su ira, crispación y en modo envalentonado “subió” un video, al más estilo del “werevertumorro”, para regañar a la sociedad veracruzana por el resultado electoral, desafiar a quienes le acusaban de corrupción, desvío de recursos, y acusar al próximo gobierno de los mismos delitos que se le imputan.
Bien afirma otro refrán popular “el miedo no anda en burro” y Duarte ya siente pasos en el Palacio de Avenida Enríquez sin número, por lo que las múltiples investigaciones a su fallido ejercicio gubernamental van más allá de los famosos robos de “frutsis y gansitos”.
Veracruz ha padecido surrealistas, corruptos y cínicos gobiernos estatales, que parecían una galería de terror en su historia moderna, sin embargo con Javier Duarte se superó para mal todos esos precedentes. Con medios de comunicación perseguidos, compañeros periodistas asesinados, desvirtuados al ser presentados como cómplices de la delincuencia organizada, todo ejercicio periodístico se convirtió en el oficio más peligroso, después de las funciones de seguridad pública.
En este catastrófico contexto era lógico que la sociedad veracruzana harta de la inseguridad, la crisis económica, pero sobre todo la soberbia y prepotencia del gobernador Duarte, votara en contra del PRI que presumía nunca haber perdido en el estado.
Al electorado desesperado, no pareció importarle mucho que Yunes Linares tuviera un pasado y acusaciones similares a las de Duarte, y le propinó una derrota histórica al gobierno estatal que aún no alcanza a digerir, y que como venganza ante la opinión pública y los mismos veracruzanos un día, y el otro también, demuestra con sus dichos y acciones que nos odia con odio jarocho.
Foto: Cuartoscuro
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