Ante la vorágine informativa relativa a las órdenes ejecutivas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre la construcción del muro y la relación más tensa con el ahora beligerante gobierno del norte, paso un poco desapercibido el proceso de selección de candidatos a la gubernatura del Estado de México.
Lejos de los reflectores de la turbulencia informativa sobre la difícil diplomacia con EUA, en el Estado de México, al más puro estilo del PRI Mexiquense se seleccionó al candidato de “unidad” para la gubernatura que auguraba ser la madre de todas las batallas electorales, previo a la elección presidencial. La “cargada”, los apoyos de los sectores populares, las manifestaciones a favor de los diputados locales y federales acompañan el ritual del ungido, a la que se suman los otros aspirantes derrotados, en ese mito genial que es la unanimidad partidista.
Enrique Peña, con un tanque de oxígeno que fue el apoyo de los partidos y la sociedad en torno a la figura presidencial, logró imponer a su familiar y “delfín” favorito como candidato en su estado natal, con la misión accesible de retener la joya de la corona política y recuperar para su grupo político el control del poder completo en el Edomex, relegando al lugar de siempre a los políticos priístas del Valle de México y de la zona Oriente de la entidad.
Es lógico que sin la tan cacareada alianza opositora, la cual nunca ha sido posible, el PRI tiene toda la posibilidad de retener la gubernatura a pesar de los niveles históricos de impopularidad del máximo exponente del grupo Atlacomulco, el presidente Enrique Peña Nieto. El abanderado priísta enfrentará a un voto opositor pulverizado, candidatos sin menor arrastre (algunos auténticos cartuchos quemados) y partidos inmersos en las luchas internas sectarias.
El Estado de México es el último bastión priísta, que puede convertirse en el cementerio de dinosaurios, en caso de que en 2018 el régimen pierda la elección presidencial. A pesar del renovado ánimo que tiene el presidente Peña ante los embates internacionales de la administración del republicano Trump, no parece ser suficiente ante los difíciles momentos económicos que enfrentará el país en el mediano y corto plazo, en febrero para pronto, se dará otro “gasolinazo” que volverá a afectar a la población en general.
El PRI Mexiquense apuesta a ese voto duro que sin medir su realidad económica, su nula influencia política en el poder y constantes agravios a su militancia, siempre indistintamente, le es fiel al partido político, sus candidatos a gobernador y participan activamente en cada proceso electoral. Los cuadros priístas locales, que son semejantes al sadomasoquismo político moderno, perdonan absolutamente todo y su maquinaria electoral, aunque con ajustes y afinaciones, serán suficientes para que ganen de manera holgada en el Estado de México. Sin un candidato de oposición que pueda dar una batalla real al PRI, ese voto de castigo que podría darse, se dividirá en muchas opciones, sin que sume lo suficiente para una verdadera alternancia
El PAN y el PRD han sido cómplices de las múltiples carencias, despilfarros, altos niveles de inseguridad y crisis económica de la entidad, ya que nunca han sido una oposición real. Conformes con que sus cúpulas y grupúsculos conserven el poder político en sus cotos locales, nunca fomentaron la formación de nuevos cuadros políticos, la autocrítica es nula al interior, que provoca una escasa participación ciudadana en los partidos políticos. Los puestos internos, delegados, consejeros son otorgados por compadrazgos al interior de las instituciones políticas, que parecen heredarse cual patrimonio personal. Estas formas perversas han provocado se frene y controle la renovación de generaciones de políticos ajenos a las elites políticas locales.
La única revolución que existió en el PRI Mexiquense, se dio con Eruviel Ávila al “agandallarse” la nominación electoral, al chantajear al presidente Peña de aliarse con la oposición y jugar en contra del candidato designado desde la plutocracia de Atlacomulco. Lo que valió que el entonces alcalde de Huixquilucan Alfredo del Mazo reculara en su aspiración semi dinástica, al máximo cargo ejecutivo en el Estado de México. Al parecer, ahora si regresó por sus fueros, a competir por lo que le fue arrebatado por el ahora gobernador Ávila.
La figura meramente presencial de la candidata de MORENA, Delfina Gómez, solamente servirá para dividir el voto opositor (y “plazear” a López Obrador) que verá desperdiciada la oportunidad de gobernar la entidad federativa con mayor número de electores en el país y que era factible por el enorme descontento social que padece la figura presidencial. El Estado de México podría ser el último refugio de la fauna en extinción que será el priísmo en el poder, que en un símil con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, encuentran un espacio donde los políticos caídos en desgracia acuden para desaparecer de la escena política nacional.
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