Se venden como empresas de superación personal y entrenamiento para modificar la conducta en pro de las metas no logradas en la vida personal y profesional, con un esquema piramidal cuya única finalidad es el lucro económico para sus dueños y entrenadores. Sus métodos, sin rigor terapéutico, son utilizados para capturar a personas de personalidad introvertida o que pasaron por traumas psicológicos, inestables emocionalmente, sin importar su estatus económico o nivel educativo, al final terminan siendo carne de cañón de los oportunistas “gurúes de la nueva verdad”.
Tienen un historial negro en países como Argentina, donde el caso de la empresa “Argentina Works” provocó la muerte a algunos participantes y muchos más pagaron muy caro económicamente y físicamente, seguir al pie de la letra la promesa de transformar su vida en 100 días. En tiempos de crisis económicas y después de catástrofes como los sismos de septiembre, estas empresas tipo sectas encuentran terreno fértil para reclutar a sus víctimas sin el menor escrúpulo.
Llegaron a México donde lo laxo en las leyes es un paraíso para este tipo de empresas transformacionales que se multiplicaron en número y en recursos económicos para sus creadores. Sin el menor aspecto ético, provocan subidas y caídas emocionales en sus participantes para nublar su claro juicio, en jornadas emocionales extenuantes para manipular su voluntad, formar un sentido de pertenencia a un diferente grupo o nueva familia, y romper los lazos emocionales previos. Al final del curso de 100 días, o periodos similares, se sobreestimula a la persona para trabajar y solidarizarse con las causas de sus integrantes, buscar enrolar nuevos miembros a quienes se les cobra por su ingreso o en su defecto, es patrocinado por los elementos que buscan graduarse del dicho “proceso de entrenamiento”.
En el proceso, los “entrenadores” aplican terapias de confrontación y catarsis con el fin de revivir experiencias traumáticas, sin un verdadero tratamiento psicológico, por lo que los resultados están encaminados a reforzar conductas de obediencia y pertenencia que pueden provocar severas crisis de personalidad en personas inestables emocionalmente. Cada caso personal es diferente según la educación, los niveles de comunicación con sus familias y el grado de realización personal y profesional previos, no todos los asistentes concluyen el ciclo, pero los contados que continúan con el denominado “entrenamiento”, están más susceptibles de ser manipulados y dañados.
Los cursos, por lo general, no tienen una sede fija y siempre cambian en cada ciclo del denominado proceso, se habilitan en hoteles, oficinas, salones o cualquier espacio que permita la reunión de los participantes y sus “entrenadores”. En cada sesión se fomenta el espíritu acrítico con la extenuante jornada mental y escasas horas de sueño para evitar una natural reticencia a la manipulación mental. Dicho adoctrinamiento es tendiente a brindar un sentido de apoyo total, sacrificio y sumisión al nuevo grupo, que en muchos casos puede acabar con los lazos familiares y con matrimonios. Es común que los miembros de estas pequeñas sectas terminen relacionándose emocionalmente y sentimentalmente entre sí mismos.
Por lo general, los denominados “entrenadores” no cuentan con una certificación o licencia para ejercer terapias psicológicas y solamente copian el método coercitivo que alguna vez les impusieron. Las múltiples empresas de transformación emocional, o mejoramiento de la conducta, surgen a partir de escisiones entre los miembros de un grupo de entrenadores que ven la enorme rentabilidad del inmoral negocio del “coaching” coercitivo.
Cada caso es diferente, sin embargo, el desaseado proceso psicológico es difícil y deja en los miembros menos estables emocionalmente, secuelas que pueden agravar los problemas psicológicos previos. Existen casos de participantes en quienes lograron mejoras económicas, personales y laborales; sin embargo, el denominado entrenamiento no hace distingos entre personalidades y capacidades cognitivas diferentes, ya que el fin último es la ganancia económica para los entrenadores gracias al esfuerzo irracional de sus entrenados.
En el proceso de “entrenamiento” es común que se generen ingresos económicos a favor de instituciones de beneficencia y albergues, sin embargo no existen facturas fiscales por ningún tipo de ingreso que se brinda a esas instituciones de asistencia social. A su vez, las empresas de transformación emocional no declaran impuestos por su actividad, por lo que se encuentran en el perfecto limbo empresarial y lo más grave, sin una licencia sanitaria que las regule.
La forma en cómo se integran nuevos elementos es por invitación personal de quien concluyó el proceso, por lo que buscan reclutar a sus familiares, conocidos y amigos para que participen en un nuevo ciclo de entrenamientos. Es indispensable para quien participa en estos cursos psicológicos peligrosos atraer a más participantes, entre diez y doce nuevos elementos, para poder concluir y “graduarse” de dicho entrenamiento.
Cuentan con su propios términos de comunicación como es el saludo de cuatro dedos, que significa un compromiso y símbolo de hermandad, tu “buddy”, tu mejor amigo y confidente dentro del proceso, además de un largo “set list” de canciones de superación personal. Simbolismos baratos como el “nerd interno”, concepto psicológico utilizado cuando se cuestiona y se es crítico con las órdenes e ideas expuestas por los “Coaches” a lo largo del proceso.
El común denominador de quienes completaron este “entrenamiento” es defender las experiencias adquiridas, su convencimiento de que mágicamente se superaron diversos traumas y conflictos psicológicos reminiscentes, además de adquirir una nueva misión de vida para que otros más se incorporen a este tipo de sectas, altamente redituables económicamente, peligrosas y que se mantienen sin control gubernamental en México.
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