El aislamiento en tiempos del covid-19

Las mañanas son diferentes. En el país se despierta para sentir que se continúa en una pesadilla sin tregua. La carga psicológica de saberse en...

31 de marzo, 2020

Las mañanas son diferentes. En el país se despierta para sentir que se continúa en una pesadilla sin tregua. La carga psicológica de saberse en cuarentena mundial es el primer trago amargo, luego de desayunar algo y observar los noticieros que bombardean cifras de infectados, muertos e historias de cómo se vive la crisis sanitaria que mermará la economía global a épocas de las postguerras mundiales.

Fue precisamente ese mundo global el que hizo posible que la pandemia se volviera incontrolable, a pesar de vivir en los tiempos de mayor avance científico y mejores condiciones sanitarias para una importante parte de la humanidad. Enfermedades silenciosas pero igualmente destructivas han afectado a los ciudadanos.  El cáncer, el VIH, la obesidad, la diabetes, la hipertensión y los males cardiacos son las principales causas de muerte en la población mundial, pero al ser conocidos sus protocolos y la evolución hacía un estado crónico, a muy pocos les removía la sensación de observar un enfermo cardiaco.

Desde el pasado 25 de marzo, el gobierno de México declaró la fase dos de la pandemia por el Covid-19 y la noche del 30 de marzo se declaró la emergencia sanitaria hasta el 30 de abril, con la intención de tratar de impedir el desbordamiento del sistema de salud mexicano, tan deprimido y frágil históricamente. La estrategia del gobierno no será funcional si la mayoría de la población que pueda hacerlo, no se queda recluida en casa con la finalidad de evitar que los contagios aumenten de forma desproporcionada. 

Al realizar las compras de víveres y utensilios de uso común todavía se observó a muchas personas haciendo caso omiso de las recomendaciones que realizó de forma muy enfática el subsecretario Hugo López-Gatell, quién además de enfrentar una pandemia en el país, tiene que lidiar con no pocas politiquerías y demasiadas mezquindades de actores políticos sin escrúpulos que lucran con la difícil situación.  

En la conferencia del lunes 30 de marzo, el subsecretario y el canciller Marcelo Ebrard alertaban a la población sobre las trascendentales semanas para poder contener un desastre sanitario que sería inmanejable para el país. Además de anunciarse posibles sanciones administrativas y penales contra quien provoque contagios por su irresponsabilidad. 

En contraste, el presidente Andrés Manuel López Obrador continuaba con un comportamiento irresponsable en detrimento de la estrategia nacional de cuarentena, a la que él mismo había invitado a respetar. La cereza en el pastel de la crisis comunicativa fue el saludo con la madre del extraditado “Chapo” Guzmán durante su visita a Badiraguato (Sinaloa) que aunque nadie en su sano juicio prejuzga una complicidad con el crimen organizado, en tiempos de crisis, estaba de más.

Luego de conocerse que tres gobernadores, emanados de diferentes partidos políticos, se habrían infectado de Covid-19, el presidente se negó a realizarse la prueba diagnóstica para saber si por la cercanía en días pasados con esos mandatarios, él podría estar infectado en lo que sería una desgracia gigantesca, en la ya muy larga lista de malas noticias.

De regreso al nuevo acontecer cotidiano, la incertidumbre es el único elemento constante en una difícil convivencia virtual desde el aislamiento. Las redes sociales mal utilizadas, se han vuelto un multiplicador de la angustia reinante, pues desde los grupos de mensajería instantánea, se comparte información distorsionada o se da rienda suelta a sus filias y fobias, en medio de una crisis psicosocial. 

Las emergencias demuestran lo mejor y lo peor de la sociedad, basta poner de ejemplos a los  profesionistas de la salud, que son los verdaderos héroes anónimos que literalmente arriesgan sus vidas desde la primera línea de fuego para la supervivencia de la humanidad ante la primera gran pandemia de la era moderna y globalizada. 

Ese sector tan olvidado y golpeado en sus finanzas públicas, es el encargado de que soñemos con volver a las rutinas previas a la emergencia. La naturaleza tan destruida por los humanos y su sistema capitalista devastador con el medio ambiente nos recuerda de la forma más cruel, que en efecto la aportación de los médicos, biólogos, científicos y especialistas de la salud valen más que los futbolistas privilegiados alabados cuales becerros de oro.

Un claro ejemplo de la creciente descomposición social son los robos y saqueos a tiendas departamentales organizadas desde las redes sociales por vándalos que se aprovechan de la situación. Además del esquizofrénico caso en Guadalajara, donde taxistas y ciudadanos agredieron a enfermeras por el temor infundado de que podrían representar un foco infeccioso para la población. 

Estas acciones inaceptables que sumadas a la irresponsable polarización social que se da desde todos los sectores políticos, sociales y económicos, no ayudan en nada ante una alarmante situación donde no existen protocolos escritos y se actúa de la forma más racional posible. En medio de múltiples descalificaciones, innecesaria grilla barata, incluso desde la ridícula farándula, las autoridades sanitarias nacionales serán las responsables del destino final de la peor crisis mundial que ha enfrentado la humanidad, por lo que en un acto de civilidad, se les debería dejar actuar y calificar su accionar al final de la crisis.

La vida del humano moderno no está preparada para el aislamiento, desde el rescate de las premisas filosóficas sobre quiénes somos y a que hemos venido, se conjugan con la realidad irrefutable del accidente que representa la presunta superioridad del homo sapíens en el planeta. El SARS-Cov2, de 500 nanómetros, no representaría un peligro real para la supervivencia de la especie humana; sin embargo, la nueva cepa de gripe nos recuerda que basta una simple mutación de un microscópico ente infeccioso para poner en jaque nuestro estilo de vida. Si otro ente infeccioso mutara y tuviera características más letales e infecciosas, la especie humana se extinguiría junto con sus extravagantes y soberbias formas económicas, sociales y de gobierno.

 

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