La semana pasada la Ciudad de México padeció inundaciones impresionantes por las intensas lluvias y granizadas que cayeron también sobre gran parte de la zona conurbana. La tromba dejó sorprendentes escenas de personas atrapadas en colonias exclusivas como Polanco y Anáhuac inundadas de forma similar a los municipios tradicionalmente anegados como valle de Chalco, Ecatepec o Coacalco. Este fenómeno meteorológico desnuda el disfuncional trazo urbano de la ciudad, que continúa creciendo de forma irresponsable, siguiendo los errores estructurales desde los tiempos de la Nueva España.
Los relatos históricos de la ciudad registran enormes inundaciones durante la época colonial, siendo la más impresionante la ocurrida en 21 de septiembre de 1629, tras caer 36 horas de lluvia, replicó una escena bíblica de la ciudad bajo las aguas por 5 años. La infraestructura insuficiente de la época, provocó la muerte de miles de familias criollas e indígenas que fueron arrastradas por el crecimiento de las aguas en pleno día de San Mateo. Desde tiempos del Virreinato ya se evidenciaba el fracaso de pretender construir una ciudad sobre un lago desazolvado, que la misma naturaleza reclamaría en cada temporada de lluvias.
Como cíclica tragedia citadina, la semana pasada se originó el caos vial, el cierre de estaciones del metro, desborde del río Hondo en Naucalpan, la inundación del Hospital la Villa y vialidades que en el pasado fueron ríos ahora entubados, por las lluvias se vuelven a convertir en lagunas que se devoraron los vehículos que circulaban por ellas. La ciudad se paraliza y se vuelve insufrible cuando la temporada de lluvias llega cada año.
Se sabe que la capital es incapaz de soportar precipitaciones pluviales mayores a 30 litros por metro cuadrado, se convierte en una zona de desastre parecida al paso de un huracán cuando las trombas rebasan ese límite, las principales vialidades, el Metro, y las zonas urbanas construidas sobre colinas y montes se ven severamente afectadas por la incapacidad del sistema de drenaje profundo de desaguar la impresionante cantidad de lluvia. Las precipitaciones del pasado 29 de junio llegaron a caer con una fuerza de 73 litros por metro cuadrado, mientras que las del día 28 de junio (que dejaron a Polanco como una zona de desastre) solo fueron de 53 litros por metro cuadrado. Se concluye de forma fehaciente que no existe infraestructura suficiente ante el poder de la naturaleza.
Los aztecas desde tiempos de la gran Tenochtitlan se asentaron en una zona lacustre que respetaron al construir alrededor de las impresionantes pirámides, sistemas de transporte fluviales que respetan el entorno difícil, eran desde el punto de vista arquitectónico y funcional impresionantes, además de autosustentables. Con la conquista española y la colonización, esas ciudades precolombinas fueron literalmente enterradas para construir lo que se conoce ahora como el centro histórico de la ciudad, con edificios de gobierno tipo fortalezas, una catedral, una universidad y demás construcciones que no eran propicias con las características del suelo inestable.
La moderna Ciudad de México, se implantó por necedad y ceguera, sin visión de largo plazo, no por nada cada año la ciudad se hunde entre 5 y 30 centímetros según la zona geográfica. Agregado a la falta de planeación estratégica, la inmisericorde deforestación y la nula cultura cívica de la prevención en la población.
La Ciudad de México continúa creciendo de forma desproporcionada y ya muestra signos de inviabilidad, cuando llueve de forma fuerte, los ciudadanos están temerosos de quedar varados en sus trabajos, o el transporte público, abordo de sus vehículos automotores, que incluso se pueden perder en una inundación de alguna vialidad principal. Los mismos pobladores que viven en delegaciones con orografía difícil, como barrancas, cerros o despeñaderos, pueden amanecer, de la noche a la mañana, luego de una tromba, como damnificados.
La megalópolis comparte deficientes servicios públicos, terribles niveles de contaminación ambiental, creciente inseguridad pública e impunidad rampante, además de la acostumbrada corrupción en trámites y en diversas áreas de la administración, entre otras difíciles situaciones que sumada al peligro real de inundarse, hacen sumamente complejo vivir en la zona conurbada.
La utilización del emisor central del drenaje profundo, la finalización del túnel emisor oriente y demás obras hidráulicas que se construyan, terminarán siendo insuficientes ante el irracional crecimiento de la ciudad y sobre todo, ante la irresponsabilidad de los ciudadanos que siguen produciendo 13 mil millones de toneladas de basura diarias, donde un 15 por ciento de ese total se queda en las calles y alcantarillas, haciendo imposible la funcionalidad del drenaje metropolitano. El panorama es desolador si no se toman medidas urgentes, como frenar el crecimiento de inmobiliarias rapaces y el compromiso de la ciudadanía de mantener las calles limpias, de lo contrario la ciudad colapsará como ya pasó en tiempos de la colonia.
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