Chenalhó, olvido milenario

Un conflicto por límites territoriales entre pobladores de Chenalhó y Chalchihuitán, en Chiapas, ha desnudado un estado...

12 de diciembre, 2017

Un conflicto por límites territoriales entre pobladores de Chenalhó y Chalchihuitán, en Chiapas, ha desnudado un estado de excepción en pequeñas comunidades que no conocen el desarrollo económico, la gobernabilidad, ni el tan cacareado estado de derecho. Situación que ya ha provocado la expulsión de casi cinco mil habitantes de sus modestas chozas, para salvar la vida ante ataques de grupos armados que dominan las comunidades enfrentadas. En pleno año 2017 persisten conflictos milenarios entre grupos étnicos y poblaciones que acaban por dirimir sus diferencias ancestrales mediante enfrentamientos violentos, ya que la política y sus instituciones democráticas, siempre han brillado por su ausencia en sus comunidades tan alejadas de todo, literalmente.

Muchos se rasgan las vestiduras cuando escuchan el término un “México Balcanizado”, aseguran que es exagerado, una propaganda antisistema, sin embargo, cuando se observa el conflicto de indígenas desplazados en estos territorios, no existe otra definición capaz de explicar este terrible problema ancestral. El fantasma de la masacre de Acteal, en el municipio de Chenalhó, donde grupos paramilitares priístas asesinaron de forma brutal a 45 habitantes de la comunidad tzotzil de “las abejas” el 22 de diciembre de 1997, sigue presente.

Esas acciones criminales, hace casi 30 años, le costaron el puesto al entonces Secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, además en años posteriores señalamientos y relevos a diversos fiscales locales, e incluso un proceso internacional contra el expresidente Ernesto Zedillo que se retiró tiempo después. Fueron encarcelados 26 indígenas como culpables, años más tarde liberados 20 de ellos gracias a un amparo, la resolución de este crimen nunca dejó a nadie satisfecho debido a lo desaseado del proceso y la percepción que la autoría intelectual llegaba hasta fuerzas militares que atacaron comunidades afines al EZLN.

Chiapas es un estado de belleza natural inigualable, con riqueza en recursos naturales que es inversamente proporcional en pobreza y miseria para la mayoría de sus habitantes. Un mexicano nacido en Chiapas tiene menos probabilidades de obtener oportunidades de desarrollo educativo, profesional y económico, si se compara con ciudadanos de estados como Querétaro o Monterrey. Incluso la talla de los mexicanos nacidos en el sureste mexicano es menor comparada con la del centro del país y el norte, debido a las desigualdades alimenticias que brincan a la vista para todo aquel que quiera negarlo.

En semanas pasadas, la noticia poco difundida del conflicto de habitantes de Chenalhó y Chalchihuitán por límites territoriales que no están claros entre estos dos municipios, regresó las miradas a estas zonas olvidadas desde centurias. La difícil situación del grupo desplazado pudo convertirse en una tragedia, de no ser por la ayuda de las Comisiones de Derechos Humanos y de las asociaciones religiosas asentadas en la zona. El grupo que ostenta el mayor poder bélico en estas comunidades, desplazó con violencia al grupo opositor hacia la selva, donde tuvieron que sobrevivir de la caridad, en improvisadas casas armadas de plásticos y madera, padeciendo las inclemencias del tiempo.

Es de resaltar que los caminos en la selva son muy difíciles de transitar y estuvieron dominados por los grupos armados, por lo que las mismas autoridades que auxiliaron a los desplazados, tuvieron que viajar por caminos más alejados de la zona en conflicto, para evitar una confrontación. Ni la autoridad estatal es capaz de poner en orden a diversos grupos que luchan por territorio, armados y dispuestos a confrontar a sus oponentes, regresando esta zona de por sí empobrecida, a los tiempos de la ley de la selva.

La propaganda oficial gubernamental repite hasta el cansancio la entrega de apoyos para el campo, la entrega de tractores, herramientas que luego del evento y las fotografías son retirados como parte de la escenografía, demostrando una farsa total, la burla y el total desprecio por las condiciones de extrema pobreza de los pueblos originarios. Esta tragedia sumada a las desigualdades educativas, a los maestros que nunca dan clases, la proliferación de múltiples asociaciones religiosas que atraen adeptos sin ninguna ética, han provocado una división irreparable entre los pobladores que padecen múltiples carencias y enfrentan demasiados conflictos entre grupos de ciudadanos y etnias.

La miseria, la explotación infantil, los grupos confrontados, los bajos niveles educativos, la falta de un desarrollo económico distributivo, además del ostracismo étnico, han propiciado el retraso histórico de la zona y la pauperización de sus condiciones de vida, que los condena a la pobreza extrema por generaciones. Cualquier política social, proyectos de desarrollo, políticas asistenciales y un sinnúmero de gobiernos de todos colores, no han podido sacar de la miseria a los pobladores de Chiapas, que de forma peligrosa, en algunas zonas alejadas, ya cuentan con armas y están dispuestos a buscarse la justicia que ancestralmente ha estado ausente.

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