El problema entre taxistas y los servicios prestados por las empresas Uber y Cabify no cesa. Ni los diálogos, ni los acuerdos serán suficientes.
Debo confesar que en un principio estaba en contra de estas apps. Aunque ellos se vendieran como un servicio de chofer privado, lo cierto es que no son otra cosa que taxis de lujo que brindan servicio por medio de aplicaciones electrónicas. En mi opinión no era justo que los taxis regulares tengan que pagar una innumerable y costosa bola de trámites para poder tener su permiso y tarjetón y que Uber y Cabify estuvieran exentos de ello.
Eso no quiere decir tampoco que defienda a los taxistas. Cuando uno toma un taxi en la calle, y aún los de sitio, nunca sabe contra qué se va a enfrentar. Desde el coche destartalado, aromatizantes baratos y penetrantes o en su defecto peste a cigarro o sudores, música a todo volumen, puertas que no abren, ventanas que no bajan, choferes sin educación, malos tratos, pésimos conductores con los que sentimos que arriesgamos nuestras vidas, taxímetros alterados, extra cuotas o tarifas preestablecidas. Todo ello si logramos que el taxista nos haga la parada, porque en más de una ocasión nos enfrentamos a aquellos que sin explicación alguna sólo nos dicen “no voy para allá”. Nunca he entendido ese pretexto “no voy para allá”. En realidad no van para ningún lado hasta que el cliente se lo indica, digo, si yo estuviera esperando un transporte sabiendo que va a un lugar en especial o que sigue una ruta, bien puedo tomar el micro que clarito dice “Metro Chapultepec”.
Esto en el mejor de los casos porque corremos el riesgo de toparnos con taxis piratas o arriesgarnos a asaltos y secuestros o, si quien aborda es mujer, acosos y hasta violaciones. No es de extrañar que ante estas inseguridades tengan tanto auge los servicios por aplicaciones. Por supuesto los taxistas han estado inconformes desde el principio alegando competencia desleal y la disminución de trabajo e ingresos ante estas compañías.
Después de varios meses de protestas y sesiones de diálogo y debate entre los representantes de ambos bandos, el gobierno del Distrito Federal publicó hace un par de semanas el esquema de regulación del servicio privado de pasajeros mediante aplicaciones (apps) y plataformas informáticas.
No obstante ésto, los problemas siguen. Apenas esta semana una decena de coches de Uber fueron atacados con lujo de violencia, piedras y palos en los alrededores del aeropuerto de la ciudad argumentando que estaban haciendo “base” en las calles aledañas, cosa que por supuesto no está permitido.
Más allá de la violación de las reglas por parte de Uber, las acciones tomadas por los taxistas están totalmente fuera de lugar. Sus protestas cada vez más agresivas me hacen pensar que se convierten a pasos agigantados en un grupo igual al de los maestros y electricistas.
Lo que pasa con los taxistas es que gozan de una inmunidad impresionante lograda a base de la más pura y vil corrupción.
Ya con regulación y compitiendo limpiamente le doy pulgar arriba y todo mi apoyo a estas aplicaciones. Los taxistas en lugar de quejarse y argumentar lo primero que se les ocurra deben dejar de reaccionar violentamente y ponerse a trabajar en dar un buen servicio, ser respetuosos hacia los pasajeros y las reglas de tránsito, competir contra los taxis piratas, la cosa no es tan difícil. Con o sin Uber, si no tenemos un buen servicio de transporte buscaremos siempre mejores opciones.
Los dueños y choferes de taxis regulares que no están de acuerdo con estas aplicaciones tienen otra opción: Easy Taxi es una gran aplicación para taxistas que a los usuarios nos da la misma seguridad que brindan Cabify o Uber y, al ser evaluados por la empresa desarrolladora, tienen que cumplir con estándares de calidad y servicio.
Ni Uber, ni Cabify, ni Easy Taxi se van. Al menos en la Ciudad de México llegaron para quedarse. En una ciudad con tantos millones de habitantes que nos movemos a diario hay lugar para todos, pero si los taxistas no se aplican, entonces sí llevan la de perder.
La competencia desleal no existe: mientras que un taxi regular cobra aproximadamente 50 pesos en un recorrido de diez kilómetros, la tarifa de Uber se eleva hasta los 250.
Somos los usuarios los que decidimos los servicios que queremos. No necesitamos coches de lujo o botellita de agua embotellada, sólo un servicio a la altura.
Voy vengo.
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