Recordando a Germán

“El que esté libre de culpa, que arroje la primera chela” Germán Dehesa

4 de septiembre, 2015

“El que esté libre de culpa, que arroje la primera chela” Germán Dehesa

Este miércoles (2 de septiembre) cumplimos cinco años sin German Dehesa y debo decir que lo seguimos extrañando. Se extrañan sus columnas, su blog, sus programas de radio y televisión, sus obras de teatro, su humor, su manera tan coloquial de escribir.

Desde que comencé a escribir, primero en mi blog y luego en otros espacios, siempre he estado influenciado por su obra. Fue el leerlo lo que me impulsó a iniciarme en este mundo con la esperanza de un día lograr algo remotamente similar. Con el paso de los años me he dado cuenta que igualarlo es sencillamente imposible. Más aún, he entendido y aprendido que cada escritor, cada periodista, cada comunicador debe tener su propio estilo sin copiar el de nadie más.

Leer al maestro Dehesa es toda una experiencia. Sin importar si nos hablaba de política, sociedad, deportes, sus viajes o su familia, no reír con sus aventuras no era una opción. Sus atropelladas vacaciones plasmadas en “Viajero que vas”, las experiencias con sus hijos en “No basta ser padre” o las reflexiones musicales que en “La música de los años” hereda a su hijo Ángel, hacen que nos identifiquemos con sus vivencias, que nos veamos reflejados en ellas e imaginemos que estamos a su lado escuchando de viva voz las más cómicas experiencias.

Pocas veces he sentido en un libro al autor tan cercano como con él. Su lenguaje coloquial y sencillo hacía que cualquiera que se acercara a su columna “La gaceta del Ángel” se sintiera atrapado y regresara una y otra vez por nuevas anécdotas. Con su pluma nos enteramos de temas actuales, del acontecer político, de lo que pasaba en la sociedad y hasta conocimos a su familia que en más de una ocasión protagonizó las historias del autor.

Siempre crítico inundó de sarcasmo periódicos y revistas y con sus mordaces y atinados comentarios nos enseñó a sobrellevar los problemas de nuestro país,  a hacer más llevadera la vida, pero, sobre todo, nos enseñó a amar a México, a reírnos de los problemas y de nosotros mismos, a disfrutar la vida en todo momento y a enfrentarla con humor más allá de las crisis y devaluaciones.

Habitante ilustre de la Ciudad de México y ciudadano distinguido, fue galardonado en 2008 con el Premio Don Quijote de Periodismo Rey de España por su “síntesis brillante entre el idioma español y el habla popular mexicana, en una combinación imaginativa de las palabras, que demuestra la plasticidad, riqueza y vitalidad de la lengua de Cervantes”.

El 25 de agosto de 2010 compartió a sus lectores con su particular estilo la noticia sobre su salud: “Creo que no les he contado que estoy enfermo, seriamente enfermo. Tengo cáncer, pero hasta ahora la enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar. No me estoy despidiendo. Yo espero que falte mucho como para que ocurra algo tan ingrato”.

El 2 de septiembre de ese año perdió la batalla. Yo prefiero pensar que se bajó del mundo tras escuchar el informe de gobierno.

¡Hoy toca!

Voy vengo.

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