Narco héroes

Mucho se ha hablado sobre la fuga de El Chapo del Penal del Altiplano...

7 de agosto, 2015

Mucho se ha hablado sobre la fuga de El Chapo del Penal del Altiplano. Que si es indignante, que si es una burla, ineptitud, complicidad o conveniencia. En mi opinión es un mucho de todo. No quiero ahondar en el tema, prefiero usarlo de pretexto para entender un poco sobre el éxito de las series sobre la vida de los narcos.

Desde hace varios años este género ha tenido un éxito espectacular pero ¿por qué?

Hace unos meses vimos en México el caso de unos adolescentes que “jugando” a los secuestradores torturaron y mataron a un niño. Se dijo que eran “niños mal influenciados por la televisión”, en la radio escuchaba a un locutor que decía “los medios estamos mal, por un lado transmitimos series en prime time en las que endiosamos a los capos, se les ve como víctimas, como héroes, para después juzgarlos en los noticieros y decir la escoria que son y el daño que hacen al país. Estamos dando mensajes contradictorios.”

A las series que tratan estos temas se les ha satanizado y criticado. Es cierto, hay mucha incongruencia con lo que la televisión transmite a los espectadores. Pero no son los únicos culpables.

Estos programas tienen éxito más allá de la moda. Son personajes atractivos por una simple y sencilla razón: nos dejan ver la realidad del mundo, la lucha entre el bien y el mal. Lucha que ha existido desde siempre y fórmula que hemos visto una y otra vez desde el origen de la televisión. Disney es un ejemplo claro de lo que digo: el mal siempre cae ante la fuerza del bien. Los villanos llenos de ambición, resentimientos, ira, celos y envidia, engañan, mienten, corrompen, envenenan, matan. Las madrastras, las brujas, los tiburones, las hienas, siempre pierden ante el poder de rey león, el príncipe azul o el valiente leñador.

Las narcoseries no son una excepción. Pero a diferencia de otras historias nos interesan porque es lo que vivimos a diario, lo que escuchamos en todos los noticieros y leemos en cada periódico. Los criminales viven entre nosotros, somos víctimas directas de ellos. Los sentimos (y son) cercanos a nosotros y ahí la fuerza de las historias.

Nos gustan porque nos acercan un poco al lado humano de los personajes. Porque reflejan la realidad en que vivimos y nos damos cuenta de que ni los villanos son tan villanos, ni los héroes lo son tanto. Emergen de entre el hambre y la pobreza, son hijos, padres, esposos, que al obtener poder y dinero se convierten en líderes protectores y generosos con su comunidad. ¿No es atractivo esto para cualquiera?

No es de extrañar que “La Reina del Sur” haya seducido al mundo. La serie de Telemundo se transmitió en más de 86 países y el final logró una audiencia de 4.2 millones de espectadores. “El capo”, “Escobar”, “El señor de los cielos”, “El cartel de los sapos”, “Camelia la Texana” “Breaking Bad” o más recientemente “Narcos”. Todas series basadas evidentemente en historias reales, por más que lo quieran esconder diciendo que “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. La verdad es que los criminales, los narcos en este caso, nos gustan, nos enamoran y hasta nos sentimos identificados con ellos. Son galanes o hermosas mujeres. Los celebramos, queremos que triunfen en la pantalla, sabemos que son malos, pero queremos que ganen en ella. Nos identificamos porque de una u otra manera queremos lo que ellos tienen: poder, dinero, mujeres, lujos. Pero más allá de eso los programas de narcotraficantes gustan porque en nuestra realidad político-social los gobernantes son nuestros villanos. Porque sin ser historias biográficas ni documentales nos enseñan su vida. Sabemos la relación que ha habido siempre entre el narcotráfico y el gobierno, estamos cansados de nuestras autoridades y del podrido sistema del país. Nos damos cuenta de que los grandes capos son más fuertes, más capaces y más inteligentes. Por eso, aunque estemos cansados de la violencia en que vivimos, celebramos sus victorias en pantalla, y esto seguirá mientras la situación no cambie.

Ni los noticieros ni los programas basados en los criminales son los culpables del asesinato cometido por aquellos niños. Al menos no del todo. Es cierto que lo vemos como algo normal, pero los padres y la falta de educación y valores que transmiten a sus hijos son los verdaderos asesinos.

No me dejarán mentir. Cuando nos enteramos de la nueva “fuga” del Chapo tuvimos una primera reacción. Antes de la indignación, del enojo, de la impotencia, del dolor, nuestra reacción fue la burla. Nos burlamos del gobierno y las autoridades porque estamos cansados de ellos y aplaudimos que alguien sea superior, que alguien los castigue y deje en evidencia su ineptitud y falta de capacidad “haiga sido como haiga sido”.

¿Seguiremos viendo estas producciones? Claro que sí. La espectacularidad que nos vendieron con el houdinesco escape del Chapo pondrá más de moda el tema y la demanda crecerá.

Contrabando y traición.

Voy vengo.

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