Esto lo debí haber publicado la semana pasada, pero estaba tan enojado con lo que me pasó con Izzi y Telmex que se me olvidó por completo la fecha. Y no es cosa menor, el día que la música murió se refiere a un trágico accidente que nos dejó para siempre sin la presencia y música de Ritchie Valens, Buddy Holly y J.P. Richardosn “The Big Bopper” causado por la caída del avión en que viajaban para la gira que realizaban juntos. 3 de febrero de 1959, día que la música murió, al menos de manera simbólica.
Doce años después Don McLean publica “American Pie” donde narra el hecho. Pero ¿cuál es la importancia? Aquí el contexto musical.
La década de los cincuenta representa el boom de un nuevo ritmo, de una nueva música y, peligrosamente, al menos para la conservadora e ignorante sociedad estadounidense, una amenaza racial. El Rock and Roll, nuevo ritmo nacido de la música negra y que toma sus bases el Rythm & Blues, el country, soul, jazz y góspel ganaba popularidad rápidamente entre los jóvenes que por primera vez rechazaban los lineamientos establecidos por sus padres y buscaban nuevas formas de expresión. Los baby boomers encuentran la respuesta en esta nueva música que poco a poco deja de ser exclusiva de los negros, junta por primera vez a los jóvenes sin importar el color de su piel, suena fuerte en la radio y se convierte en un ritmo influyente. Cambia la forma de vestir, de hablar, de bailar. En los salones de baile aparecen indecentes movimientos de cadera, “insinuaciones sexuales”, músicos agresivos que dominaban el escenario con su fuerte presencia, guitarras destrozadas, músicos subidos en los pianos haciendo gritar y bailar a la gente. Todo esto era demasiado para el gobierno y la sociedad acostumbrada y fanática de los “buenos usos y costumbres”. En cierta manera tenían razón, el rock and roll lo cambió todo y empezaba a ser interpretado también por los blancos, cosa por supuesto inaceptable.
Para mediados de la década cantantes como Ray Charles, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y el mismo Buddy Holly acaparaban la atención de la juventud. Elvis Presley se convirtió en un gran instrumento de mercadotecnia con sus bailes y gran voz y la música comenzó a permearse entre la gente. Las disqueras registraban grandes ganancias económicas, se crearon nuevos sellos, había cada vez más conciertos y multitudes bailando a un solo ritmo y el gobierno no sabía cómo frenarlo.
Pero llegó el momento en que el gran boom parecía acabar, aparentemente lo que subió como espuma estaba condenado a desaparecer y el gobierno tenía que aprovechar la ocasión ayudado por los medios de comunicación. Para 1958 el Rey del rock se enlistaba en el ejército separándose, al menos temporalmente, de la música, cuando regresó dejó a un lado los sonidos explosivos del rock and roll y comenzó a interpretar baladas. Little Richard “El arquitecto del rock and roll” y compositor de éxitos como “Tutti Frutti” y” Log Tall Sally” se retiraba para dedicarse a predicar en su iglesia. Jerry Lee Lewis “The Killer” y uno de los máximos representantes del movimiento con canciones como “Great balls of fire” y “Sweet Little sixteen” tuvo una gran caída en su carrera y popularidad en 1958 provocado por su matrimonio con una menor de edad mientras aún estaba casado con su esposa legal. Chuck Berry (“Maybellene”, “Rollover Bethoven”, “Johnny B. Good” o “Rock and Roll Music”) quien redefinió los elementos del rythm and blues sentando las bases del rock and roll, fue condenado en 1959 a cinco años de prisión acusado por “transportar a una menor de edad (Janice Norine, quien teniendo 14 años dijo a Berry que tenía 21) para fines inmorales. La verdad es que sólo la llevaba a trabajar como mesera en su bar. Pero el pretexto era perfecto para desaparecer a un negro poderoso e influyente.
Con todos estos acontecimientos los finales de la década parecían tener al rock and roll destinado a desaparecer para siempre y ceder su lugar a la liga de la decencia. Las disqueras lo aprovecharon para crear nuevas figuras como Paul Anka o Neil Sedaka, éste último (“Calendar girl”) junto con otros compositores se dedicaron a escribir canciones a diario, muchas de las cuales se convirtieron en grandes éxitos. Esta tendencia fue copiada en nuestro país que se dedicó a separar a grandes grupos como Los rebeldes del rock, Teen tops y Los locos del ritmo con el mismo propósito aprovechando su creciente fama para formar solistas entre los que están Cesar Costa, Enrique Guzmán, Johnny Laboriel y Alberto Vázquez. El rock and roll dejaba de sonar.
Así que fue verdad, el 3 de febrero de 1959 con la muerte de estos tres grandes murió el rock, murió la música. Pero resurgió de sus cenizas con la invasión británica que nos regaló a The Beatles, Rolling Stones, The Who, The Kinks, Cream, The Hollies o The Yardbirds. El resto es historia.
Ni la sociedad, ni el gobierno, ni los medios podrán nunca frenar la fuerza de la música y sus ideales.
Rock around the clock.
Voy vengo.
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