La victoria de Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones por la presidencia de Francia aporta por supuesto diversos temas para el análisis y la reflexión.
La mayoría de ellos naturalmente derivan del momento político francés, de sus propuestas de campaña, y de lo que habría de esperar de su gobierno, sin dejar de lado sus características personales.
El más importante desde una perspectiva que observa desde este lado del Atlántico, tiene que ver mucho más con el análisis de comparación con los escenarios que nos toca vivir en México, y de la similitud o diferencias que podrían tener con los de nuestro país.
Sin embargo a pesar de la efervescencia a través de la que se quieren igualar el modelo, hay que entender que México no es Francia, que sus electores afrontaron los comicios con preocupación y responsabilidad, no con enojo y ganas de venganza, como sucederá en México
Macron fue un prominente miembro del gabinete del actual presidente François Hollande, donde se destacó como ministro de economía y al cual renunció al estar en desacuerdo con las políticas de ese régimen.
Macron no permaneció en el partido del gobierno ni se afilió a otra fuerza política, creo un movimiento de corte independiente para participar en la competencia por la Presidencia.
Mas allá de que su personalidad resulte atractiva, Macron privilegió las propuestas por encima de las doctrinas partidistas, es decir, se alejó del sistema establecido formalmente, pero sin romper con sus postulados.
En Francia, el descrédito del gobierno supone una circunstancia similar a la que se vive en México, en la que también existe un rechazo social colectivo producto de la desilusión y la desconfianza en las fuerzas políticas tradicionales.
Sin embargo, su discurso no se orientó al rompimiento, sino simple y llanamente a ofertar soluciones prácticas en una coyuntura en la que la discusión está centrada en temas específicos como la economía y por ende a la permanencia de su país en la comunidad europea.
Sobre todo ante la irrupción de movimientos de clara tendencia radical, tanto de izquierda como de derecha, principalmente el de Marie le Pen, que guarda grandes similitudes con las posturas del ahora presidente norteamericano Donald Trump.
Macron a quien bien se le puede acusar de oportunista, se sostuvo en la necesidad de mantener el estatus europeísta de Francia, alejándose de la tentación de optar por mensajes más cercanos al populismo.
Esto por supuesto lo ubicó como una opción moderada, prgamática, que finalmente prevaleció en una sociedad, que como la nuestra asume una gran desilusion hacia la clase politica.
Esta situación provocó un fenomeno que favorecio que la sociedad francesa, reflexionara y entendiera su coyuntura, lo que resultó en una suerte de acuerdo ampliamente mayoritario, mas que un castigo a los partidos y sus líderes políticos, que no tenia que representar un perjuicio para la sociedad.
Se trata sin duda de una perspectiva sumamente interesante desde el punto de vista de que Macron se supo colocar perfectamente en una posición mediante la cual, podía ofrecer al electorado los dos argumentos que a la postre fueron más atractivos.
Primero, la opción de sancionar la labor del gobierno y en consecuencia de los demás partidos, señalados por sus vicios y falta de congruencia, sin que eso significara elegir un gobierno que representara un riesgo, ni para la convivencia y mucho menos para el desarrollo.
En comparación podríamos establecer que las coincidencias con el momento que atravesamos en México son muchas, para empezar el rechazo al régimen y de la misma forma a los demás partidos, esencialmente el PAN y el PRD.
Pero con una gran diferencia en cuanto a que, la candidatura digamos esencialmente independiente de Macron, se apreció genuina, situación que de momento no existe en nuestro país.
Suponiendo que la formula francesa podría ser la mejor opción a la que pudiéramos tener acceso, nuestro problema es que en México no hay ningún personaje que en esta circunstancia se parezca ni por mucho al esquema y la personalidad de Macron.
Porque si bien es cierto que en ese rango, contamos con actores que podrian eventualmente abanderar proyectos de ese corte, las diferencias entre las situaciones, no ofrecen condiciones para un efecto espejo.
Independientemente de los nombres, José Antonio Meade, José Narro, Miguel Ángel Mancera o Ríos Peters, el asunto transita por la necesidad de una propuesta más ciudadana que independiente y sustentar su margen de credibilidad en un esquema de gobierno diferenciado, pero sobre todo moderado.
Porque si bien es cierto que la fórmula Macron funcionó en Francia, no necesariamente podría resultar también en México, las diferencias son muchas y no solo porque a nosotros lo que nos hace falta es precisamente nuestro propio Emmanuel Macron.
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