Aunque se puede decir que el primer debate presidencial del pasado domingo quedó a deber, está más que claro que sirve ya para definir el futuro de la campaña sucesoria.
También que si bien es cierto que el formato mejoró, y mucho, en comparación con los anteriores, todavía se queda corto, porque tanto el tiempo de las intervenciones y más aún, el de las réplicas es insuficiente, al menos en éste se pudo observar mas y mejor interacción entre los candidatos.
Sin embargo, la parte trascendental, la que debía definir quién sería de aquí en adelante el competidor del puntero, después de este ejercicio ha quedado sancionada.
A partir del debate entramos a lo que se podría definir como una segunda vuelta electoral de facto en la que ya solo hay dos rivales, por supuesto Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya.
López Obrador, como se esperaba, administró su amplia ventaja y con todo y que se vio incómodo por momentos, sobre todo porque no respondió alusiones directas, perdió poco.
Si partimos de la base que el debate lo gana Ricardo Anaya, el efecto negativo para López Obrador resulta marginal, toda vez que nada de lo que se dijo y pasó en el debate será elemento para disminuir sus preferencias.
En el caso de Anaya, ganar el debate le significa sepultar a Meade en el tercer lugar, pero en perspectiva eso no es todavía una herramienta definitoria para alcanzar a López Obrador, porque para que Anaya realmente se acerque a una posibilidad de competir por el primer lugar, le falta erigirse como el depositario del voto indeciso, el switcher y el útil.
Para ello además tendría que existir un reconocimiento tácito por parte del PRI y sus aliados de que ya no están en condiciones de dar la pelea y derivado de ello, establecer un acuerdo para operar a favor del Frente y en contra de Morena.
El problema es que Anaya, con todo y su honorífico segundo lugar, aín consolidado después del debate, no es atractivo para ello, independientemente de que si no cambia su postura respecto de esa coalición, solo esta alargando un pleito fratricida y suicida para ambas causas.
Porque si se observa que Meade desperdició la que se veía como su gran oportunidad de redefinir su candidatura, siguió mostrándose como un maestro universitario, que ni conecta ni emociona, Anaya tampoco fue capaz de ello y por ende, de ampliar su convocatoria.
Desde esta perspectiva, lo que podría esperarse es que en esta misma semana el régimen tome acciones contundentes para sacudir la campaña de Meade; si eso no sucede, entonces lo que se impondrá será una negociación con Anaya.
Un acuerdo que no se antoja fácil dado el rompimiento entre el candidato presidencial del Frente y los Pinos, pero que no por ello es imposible desde la coyuntura del beneficio que le supone a ambas fuerzas que no gane López Obrador.
Si se puede especificar que el debate no define, en este caso para lo que sirvió, fue solo para determinar ubicaciones y a partir de esta posibilidades, de tal suerte que Anaya fue quien salió mejor librado, hay que decirlo solo en este ejercicio, lo que conlleva el resultado es a una reorganización de fuerzas.
Porque otro elemento que aporta el debate, es el hecho de que el contraste de ideas y propuestas es secundario, que lo que se privilegia es la capacidad y fortaleza de cada contendiente en términos de la imagen que proyectan.
Visto así a Anaya de nada le servirá seguir atacando al PRI y a sus aliados, por el contrario en adelante su tarea se tendrá que encaminar y dirigir de manera quirúrgica a ampliar su convocatoria.
Se trata de un llamado de emergencia a unir estructuras en base por supuesto a acuerdos cupulares de distribución de poder y posiciones, como mecanismo para enfrentar a quien hoy se ve y siente como seguro ganador.
Para ello Anaya tendría que entender que su fortaleza no depende ni de su propuesta y mucho menos de su simpatía, dejar de lado la arrogancia para dar paso a un esquema de alianzas basadas en posición y circunstancia.
La única y real ventaja del candidato presidencial del frente es su ubicación en las encuestas, situación que a el solo no le sirve, y que nada mas se puede explotar mediante la unión de las otras fuerzas.
Considerando el tiempo que resta para la elección, el espacio es muy reducido por tanto lo que se tenga que pactar, tendrá que suceder en el transcurso de esta semana a mas tardar.
Seguramente los mecanismos de acuerdo se activaron inmediatamente después del termino del debate, para dar paso a un modelo de negociación política de subsistencia, ya que de otra forma se podrían ir anticipando los escenarios con cierta certeza.
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