La nueva circunstancia del régimen sin Videgaray

A pesar de que los insistentes rumores auguraban cambios en el gabinete presidencial, nadie pudo siquiera imaginar...

20 de septiembre, 2016

A pesar de que los insistentes rumores auguraban cambios en el gabinete presidencial, nadie pudo siquiera imaginar el desenlace que estos tuvieron.

Sobre todo los agoreros más oficiosos, quienes ubicaban a Luis Videgaray como un eventual operador e incluso candidato para la sucesión gubernamental en el Estado de México.

El resultado no sólo fue imprevisible, lo fue sobre todo sorpresivo, sin embargo la explicación de las causas de su renuncia, al menos ha quedado lo suficientemente clara.

En términos de la especulación, se teoriza acerca de su eventual situación porque es un hecho consumado que no ocupará ninguna posición formal en el gobierno.

Se señala como opción que Videgaray seguirá siendo, si bien ya no el vicepresidente de facto de la nación, al menos el más cercano, poderoso consejero y operador del presidente Peña Nieto.

Pero en la realidad todo apunta a que eso no será si, el otrora hombre más influyente del país -en ocasiones acaso más que su propio superior jerárquico-, queda irredimiblemente fuera del escenario con todo lo que eso implica.

Esto supone de suyo un profundo viraje en la conducción política y administrativa del régimen, una transformación radical, no sólo en las formas y los fondos, también en relación con la posición de los principales protagonistas del sistema.

Aunque la partida de Videgaray no obedeció a ninguna estrategia planeada con una intención que concerniera a la situación y desempeño de esos rubros, por su trascendencia y el peso específico que ostentaba, el hecho y sus consecuencias implican por descontado que, necesariamente, el proceso de la postulación para la candidatura presidencial del PRI se modifique.

Primero porque gran parte de los males de este gobierno, tanto los errores como algunas políticas públicas impopulares, se atribuyen a su autoría, sin dejar de lado las constantes fallas en la comunicación oficial.

En muchos casos, que le han hecho tanto daño a la imagen oficial y particularmente a la del presidente Peña Nieto en lo individual, pesaron más los descuidos y las omisiones de información y comunicación que los hechos por sí mismos.

Porque Videgaray lo controlaba todo, imponía su criterio personal por encima de los titulares de las demás dependencias, aun si estos tenían más experiencia y dominio de sus áreas.

No puede haber un mejor ejemplo de esta coyuntura que la invitación a Donald Trump a México, una intromisión imperdonable en el ámbito diplomático, situación que desembocó en su renuncia.

Sin su presencia es factible pensar que se podrán cambiar muchas cosas, que ello en cierta medida favorecerá una recomposición mediante la cual no sólo se recupere una imagen positiva del gobierno, sino que eso oxigene al PRI de cara a las elecciones.

Si bien es cierto que habría que tener cierto escepticismo en cuanto a ello, no se puede negar que tiempo hay, lo que se requiere es voluntad para ello, una visión que con menos arrogancia y hasta autoritarismo, enfoque los objetivos en ese sentido.

Adicionalmente esto pone sobre la mesa otro aspecto fundamental en el análisis, porque Videgaray aún sin haber definido su apoyo de forma abierta a favor de uno los suyos, se entendía que llegado el momento sería él, uno de los factores definitorios, si no el que más.

Su ausencia no deja a sus allegados en la orfandad, pero sí les resta la cuota de privilegio de la que gozaban, en todo caso los pone en posición de competir en lo que parece serán condiciones de igualdad, con la otra vertiente que encabeza el Secretario de Gobernación.

Pero Miguel Ángel Osorio Chong no puede todavía cantar victoria por el simple hecho, si acaso lo podrá hacer porque su principal obstáculo ya no podrá seguir limitándolo.

No era ningún secreto que ambos secretarios rivalizaban tanto en las cuestiones oficiales como en las personales, que no mediaba simpatía alguna en su relación, que ésta se mantenía solamente en los límites de la cordialidad institucional.

Osorio enfrenta otras dificultades para consolidar su aspiración, por ejemplo aunque hoy sea el personaje más cercano al presidente, dentro de la esfera oficial, no lo es en el ánimo personal.

Sus números, los que lo miden como potencial candidato no son suficientes para garantizarle la nominación, que como derivación de los mismos enroques, hoy tiene más que nunca un rival, que al tiempo podría llegar a ser más pujante y hasta más poderoso que él.

Nos referimos a José Antonio Meade, cuyo arribo por segunda ocasión a la Secretaría de Hacienda, no lo deja fuera de la competencia, por el contrario, fortalece todavía más su posición como precandidato presidencial.

Lo que se observa es que el régimen en el poder tendrá una nueva circunstancia sin Luis Videgaray de por medio: desaparece la vicepresidencia de facto que ostentaba y con ello se abre una ventana de oportunidad.

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