El discurso del presidente

La narrativa histórica esta llena de momentos particulares, situaciones y circunstancias que más allá de su valor anecdótico...

10 de abril, 2018

La narrativa histórica esta llena de momentos particulares, situaciones y circunstancias que más allá de su valor anecdótico, son una referencia para enmarcar sucesos trascedentes.

En una gran mayoría de esos casos, este tipo de acontecimientos reseñan de manera especial, discursos celebres pronunciados por figuras cuya acción o liderazgo influyeron poderosamente en un espacio crucial.

Sin embargo y a pesar de que algunas de esas piezas de oratoria que hoy son parte de la memoria histórica, sean recordadas por su extraordinario mensaje y contenido, mas que por su efecto real, tampoco se puede dejar de lado el contexto emocional que supusieron.

Para efectos de este análisis, resultaría riesgoso establecer cualquier tipo de comparación que no implique mas que el hecho de contextualizar el poder que un discurso puede provocar.

Sobre todo si partimos de la base de que al que nos referimos, es al que pronuncio el presidente Enrique Peña Nieto la semana pasada, para dar respuesta puntual a su homologo norteamericano Donald Trump, inmediatamente después de que este ordenara enviar a la guardia nacional a resguardar la frontera con nuestro país.

El riesgo está en que se pudiera intuir que hay una motivación halagadora en exceso a favor del mandatario, que lo que se pretende es exaltar de forma poco objetiva el alcance real, cuando realmente lo que se pondera va en otro sentido.

Porque si algo ha caracterizado a esta administración federal, ha sido precisamente su falta de capacidad para comunicar y explicar, también su tardanza para afrontar circunstancias complicadas de cara a sus gobernados.

Tal vez por eso es que en principio el mensaje del presidente llamó más la atención y pudo tener más impacto, precisamente porque nadie, ni aquí ni en los Estados Unidos, hubieran podido prever o esperar una respuesta de este tipo.

El elemento sorpresa del discurso presidencial no solo se relaciona con la oportunidad en el tiempo, su contenido es sin lugar a dudas puntual, valiente y definitorio.

Establece un parámetro mediante el cual, independientemente de los intereses políticos de ambos gobiernos, de ahora en adelante el tono de la discusión tendrá que mediar en el respeto, atenderse desde otra perspectiva.

No es un asunto menor si se considera que en unos días esta previsto que el presidente Trump anuncie que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio han alcanzado ya un punto de acuerdo general y con ello se desecha el peligro de su cancelación.

Diversos analistas norteamericanos apuntan a que enviar tropas a la frontera es precisamente un artilugio de la Casa Blanca, para disminuir la presión de la base electoral que apoyo a Trump, ante el avance de los acuerdos relativos a dicho tratado.

Bajo esta perspectiva, la lógica imponía que el gobierno mexicano se hubiera mantenido prudente, incluso minimizando el hecho de militarizar la frontera a cambio de no entorpecer la negociación del TLCAN.

Más aun si se toma en cuenta que la personalidad y comportamiento del mandatario norteamericano es explosiva y poco muy poco racional, que se orienta por impulsos por encima de la congruencia y no esta acostumbrado ni le gusta que nadie lo enfrente.

Por ello, el tono del mensaje del presidente Peña Nieto, que en la parte final del mismo hace referencia personal y directa a su contraparte, es una pieza extraordinaria.

Es difícil recordar que algún jefe de estado de cualquier país se haya dirigido de esa manera, utilizando los argumentos que le dan tanto valor a este discurso, a un presidente de los Estados Unidos y más aun si este es nada más y nada menos que Donald Trump.

De momento es imposible poder predecir con exactitud cual será el efecto y el posterior desenlace de la relación bilateral después de la arenga, pero lo que no se puede omitir, es el extraordinario valor de la misma.

Es una coyuntura inédita, que trasciende de la ortodoxia diplomática, lo que hace suponer que tendrá un impacto que de la misma forma puede llevar a escenarios desconocidos.

En todo caso para el presidente Peña Nieto, significa un elemento de características asombrosas y positivas, no solo porque esta ha sido sin lugar a dudas su mejor intervención a lo largo de todo su sexenio.

Lo es porque adicionalmente a pesar de que el destinatario fue Donald Trump, en lo interno obtuvo un consenso generalizado y solidario materialmente imposible de presagiar en la última parte de su administración y en medio del proceso electoral para sucederlo.

La memoria histórica a la que hacíamos referencia al principio de este análisis, tendrá que incorporar en el resumen de esta administración este momento, en el balance de lo positivo y lo negativo, este mensaje será una referencia obligada hacia delante que no se puede escatimar y al menos este episodio contará en la parte de los activos.

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