“…y mientras la economía se acomodaba, el mundo se distraía”.
¡NO NOS LAVEMOS LAS MANOS!
¡Bendita ignorancia! Lo bueno de “no saber” ¡nada de nada! –como es mi caso– es que la “falta de conocimiento” me permite anestesiarme ¡no sentir! y darle vuelo a la imaginación. (“I have a dream”).
Soñé que se daba una “sana distancia” entre la ¡irresponsabilidad criminal! y la ¡histeria colectiva! Sin embargo, parece que les da por “bailar de cachetito”. Desde la “fase 1”, hasta la “fase N”. No nos extrañemos. Cuando el dinero y los intereses entran por la puerta, la salud se puede ir por el retrete. ¡Primero “muertos” antes que sanos y endeudados! ¡Si aún respira, mejor desconéctalo! ¡Sale más barato!
Cuando se pierde la perspectiva, el sentido de orientación, el punto de apoyo, la ruta a seguir, la ubicación de la meta, ¡todo es confusión! El precipicio nos queda a medio paso. Cuando alguien pierde “el sentido” es indicio de graves complicaciones.
Disertaciones religiosas y prejuicios morales aparte, a través de la religión católica llegué a tener cierta referencia sobre lo que algunos consideran como las Verdades Teologales fundamentales: “Fe, Esperanza y Caridad”. Tres “ejes de ubicación” que –desde mi ignorancia– considero que pueden ser útiles para no perdernos.
¡No os acalambréis! Que no es clase de catecismo del padre Ripalda. Solo una invitación para usar el GPS (Global Positioning System) o QVJ (Quo Vadis Joy) que todos llevamos dentro. Aún trayéndolo apagado o no actualizado. Tres ejes o vectores de orientación para la ¡supervivencia!
Fe, como “certeza”. Estar cierto y convencido de dónde está uno parado; sin engaños, con sensatez y confianza en el punto donde nos encontramos; quiénes somos y tal y como somos. Con la “convicción” de que existe un propósito y un “para qué” seguir un camino.
Esperanza o la “espera activa”, sin estar atenidos al vaivén de lo que “vendrá” o nos llegará por azar, magia o milagro, sino como la disposición a “esperar” el momento, el rumbo y el modo adecuados para actuar o abstenernos de hacerlo. Ni pasmarnos, ni salir corriendo a lo bruto.
Y Caridad, asumiendo quién es uno y quiénes “los demás”. Sin olvidar junto a Serrat que “somos los demás de los demás”. Cada quien –comenzando por nosotros mismos– merecemos, como especie “respeto” y “consideración”. ¡Mucho más que “tolerancia”! ¿Quién es quién, para “tolerar” a quién?
Con la venia del Respetable, acépteseme como humilde e “infecta” propuesta –si no “lavarnos las manos”– sí procurar “desinfectarnos” con un poco de gel de dignidad y humanismo. Pensemos –se vale– no en el “ejemplo”, sino en el “numerito” que estamos haciendo ante las nuevas generaciones. Hasta ahora es difícil determinar qué será más vergonzante y, sobre todo, dañino: ¡la histeria colectiva! o ¡la irresponsabilidad criminal!
“La salubridad y la economía, se divorciaron un día. Y más perdió la salud, porque la otra la mantenía”.
Por difícil, grave, real, ficticia, provocada o natural que pueda ser la actual pandemia, nunca será más amenazante ni tan destructiva, como la actitud que tengamos ante la misma; y sobre todo nuestras decisiones y acciones.
Nihil Obstat (Nada se opone, no hay objeción) publicado está que en la mayoría de las catástrofes, más gente muere por apanicarse que por lo sucedido. Ya sean procesiones, incendios, terremotos, inundaciones, naufragios, derrumbes y hasta represión de manifestaciones. ¡Histeria; desesperación; decisiones equivocadas; falta de rutas de evacuación; egocentrismo desquiciado; locura e irresponsabilidad causan más estragos que el estrago mismo!
Por instinto de “conservación” os invito a que ¡seamos egoístas! Antes de darnos golpes de pecho y quesque “pensar en los demás” pensemos en “nosotros”; tal y como lo “indicaban” a bordo de aquellos aviones que alguna vez llevaron pasajeros: “Antes de ayudar a su madrecita, colóquese usted primero la mascarilla”. (O los dos van a palmar) ¡Reposo ante la agitación! ¡NO se agite! Antes de usarlo… ¡el cerebro!
Se supone que –si algo es “líquido vital” para los virus y su proliferación– es la debilidad de nuestro sistema inmunológico. No hay que ser médico, psiquiatra, biólogo, químico, mago o vidente para entender que la mente puede llegar a tener efectos, nos guste o no, de “inmunosupresión”. Incrédulos, consultad a Vuestra Madre, “La Real Acá” quien a la letra dice: “Anulación de la respuesta inmunitaria de un organismo”. Vulgo, el que se debilita, ¡se muere! Y especie que no se adapta, perece.
Id est si piensas que “te va a dar”, es muy probable que “te dé”. Aunque “a veces”, por más que te “mentalices” para que “no te dé” de todas formas, ¡te da!
¡Ay sí tú! ¿Nomás porque el neófito del Viene-Viene lo dice?
No. Sino porque mis “colegas”, ávidos de estudiar, han demostrado que percepciones, emociones, pensamientos, ideaciones, suposiciones, predisposiciones, prejuicios, más toda una serie de ocurrencias –sin menoscabo de las condiciones fisiológicas y biológicas de cada individuo y su entorno– influyen sobre los mecanismos de secreción hormonal. Somos una chulada esférica: nuestros estados de ánimo influyen sobre nuestra condición hormonal; y viceversa. (Ojo: No con “equidad género”; eso es una patraña de las, los y les diputadas y diputados; senadores y senadoras para ¡vergüenza de México! Pero hormonas, hormonas, tienen -tenemos- tanto monos, como monas).
Con base en mi muy pedestre interpretación de la vida, el estado de ánimo tiene mucho que ver con nuestra salud. ¿Andamos de malas…? Lo más probable es que nos pongamos “pior”. ¿Tristes, arrastrando la cobija…? Muy probable ¡pulmonía!
Aunque por el momento el “Departamento de bioquímica” del Viene-Viene está cerrado por “remodelación y distanciamiento social”, se advierte al Respetable que, por ejemplo: Altos niveles de cortisol –hormona que se libera como respuesta al estrés o tensión– tiende a incrementar niveles de azúcar en la sangre, aumento de grasa y altera la presión arterial. Disfunciones que predisponen la afectación del organismo ante la presencia del presente virus, sus antepasados y sus descendientes.
¿Puede haber condición más estresante que la pérdida de empleo; la falta de dinero para adquirir alimentos; MEDICINAS; no acceso a los servicios médicos; el desabasto de los comercios; la amenaza de hambre o sed etc. o ¡la suegra en casa!? ¡Claro que sí! Una pistola cargada y apuntándonos para matar.
Pero no exageremos. No todo es hormonal. Sin embargo, tanto “ellas” como “ellos” –yo incluido– ¡estamos en “nuestros días! Y estos son días de guardar y a dieta de “agua y ajo” ¡Aguantarse y a Joderse! Aunque no necesariamente para mal. Todo lo contrario.
La higiene, el cuidado personal y la civilidad son ¡salvavidas!
Así como no hay que dejarnos abatir, es imprescindible no exponernos a contagios a partir de evitar contagiar a otros. No obstante que el mayor de los contagios es el de la irresponsabilidad, egoísmo y la histeria.
Ante la falta de “antivirales” que supriman al nuevo virus, parece ser que lo que toca es “consultar a su médico”, si es que aún hay. O en su caso, hacerle caso a éste su “boticario de confianza”:
Comer “bien” y por su orden. Lo que se pueda y como se pueda; de ser posible “sanamente”.
Beber una buena cantidad de agua. ¡Sin exagerar! Agua en exceso puede “lavarnos por dentro” y arrastrar los nutrientes que tanto necesitamos.
¡No fumar! Nicotiana Tabacum nihl Cannabis Índica. Ni activa, ni pasivamente. A nivel pulmonar los alvéolos son el rincón preferido de los y las virus, y tabaco y mota los taponean. Con el agravante de que la mota, además, embrutece; bajo apariencia de “suave inspiración”.
No emborracharse. Con la pena. El confinamiento, ociosidad, soledad, la angustia… invitan a empinar el codo, repitiendo una y otra vez rolas de José José ¡Ánimo! Ya habrá tiempo para festejar (Quienes queden) El etanol, contenido en toda bebida alcohólica, es un “depresor” del Sistema Nervioso Central. Y además, un deshidratador natural. No es de gratis la sed que “dicen” se experimenta durante eso que llaman “cruda”. Simple y sencillamente las células y el organismo ¡todo! sufren deshidratación. Si algo le urge al cuerpo después de una buena pítima es ¡agua! Y ante el virus hay que estar permanentemente hidratado.
Flojitos y cooperando. Inhalar aire puro, si es que hay, en cuatro suaves pasos; sostener la respiración por un instante equivalente y exhalar mediante cuatro pasos también. Las células oxigenadas pueden recorrer el organismo en un lapso de 60 segundos: tiempo suficiente para “dar gracias por la vida”. Y de paso, se desembota un poco el cerebro. (Aplican restricciones).
¡Quebrándose, quebrándose! Fuimos diseñados para “andar”. ¡Levántate y anda! Nada más dañino que permanecer echados. Los pulmones son más susceptibles de colapsar en posición horizontal. No es un llamado a la insurrección, pero ¡echémonos a andar!
Hasta aquí algunas perlas para la salud de la botica del “Viene, Viene”.
Ahora, por si no funcionaran, mejor pasemos a echarle una revisadita a las estadísticas y ver lo que nos puede esperar:
Dícese que se dice, ¡palabra del dr. Google!, que en 1918 fallecieron y ¡En Paz estén! por causa de la “Influenza Española” más de 50 millones de “personas”. (Habría que considerar cómo se contabilizaron; y cuántas fueron atribuibles a la Gran Guerra 1914-1918; más “daños colaterales”: hambruna; desnutrición; complicaciones de todo tipo; decesos por causas “naturales” como la edad, etc.).
Se dice que para 1945 (¿Fin? de la II Guerra, 1939-1945) fallecieron alrededor de 62 millones de personas. Aproximadamente el 2% de una población mundial de 2600 millones de habitantes que había en este vapuleado Planeta.
Vamos suponiendo (Dios no lo quiere; pero nosotros somos ¡muy chingones! Y ¡Como México, “nuay dos”!) que en esta virulenta era pudiésemos fallecer ¡por culpa del “multinacional virus”! ¿Cuánto os gustaría? ¿“160 millones”? Ello equivaldría aproximadamente al 2% de una población que supuestamente llega casi a los 8000 millones de personas. Esa de por sí sería ya una catástrofe de proporciones ¡nunca vistas! “160 millones de personas abatidas por un microorganismo”.
Sin embargo, prescindiendo de esos 160 millones de seres –unos muy amados y otros muy aborrecidos– aun quedarían sobre el Planeta 7840 millones; para infectarse durante la siguiente pandemia.
¡Animo! Si Tú eres UNO entre 8 000 000 000 (OCHO MIL MILLONES) –aprovechando la época de censos– ¡pregúuuuuntale! al INEGI, a quien más confianza le tengas o al estadístico de tu familia, en proporción de UNO en OCHO MIL MILLONES: ¿Qué probabilidad hay de que te mueras cornado por el coronavirus? ¡Antes te sacas el avión que no lo tiene ni Obama!
OJOJETES: No estoy sugiriendo que nos salgamos todos encuerados a la calle, a escupir pa’rriba, o a pasarnos el chicle de boca a boca. Ni besos, ni abrazos. ¡Fuchi Caca!
¡Con la pena! Lo más probable es que sean otras, muy otras, las causas de nuestro paso al más allá. Como las decisiones y acciones inhumanas de gobiernos y grupos de poder; como la histeria colectiva, como la irresponsabilidad criminal; como el crimen; como el saqueo y el acaparamiento; como el desamor hacia nosotros mismos, y de pasada, hacia quien decimos “Amar”.
Igual y ya va siendo hora de ¡dejar de lavarnos las manos!
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