CARTAS A TORA CLXXXIII

Querida Tora: Otra ocurrencia del portero. Como los vecinos seguían inquietos con lo de tapar el agujero del patio, les dijo que ese era un...

19 de junio, 2020 CARTAS A TORA 331

Querida Tora:

    Otra ocurrencia del portero. Como los vecinos seguían inquietos con lo de tapar el agujero del patio, les dijo que ese era un lugar casi sagrado (sí, esas palabras empleó) y que, al menos por el momento, no se debía tocar nada ahí; y que iba a convertir el lugar en el “Santuario de la Inmortalidad”, porque no cabía duda de que ahí se había forjado la inmortalidad de la raza a la que todos ellos pertenecían (como si todos fueran descendientes de los que vivieron en ese preciso lugar, cuando hasta una familia japonesa vivió una vez en la vecindad).

    Y mandó a sus guaruras que con unas tablas viejas hicieran una especie de altar, lo cubrieran con una manta de colores que encontraron en la basura y un jarrón con flores artificiales que “donó” la del 33. Y, en el centro, el idolito del que te hablé. Que no se han dado cuenta que es de plástico; pero para disimular ese hecho, el portero mandó que lo llevaran al terreno baldío y lo arrastraran por el suelo, pero que se fijaran en que la tierra que se le pegara pareciera “arqueológica”.

    Luego vino la inauguración. Ya sabes: un velo cubriendo todo, el portero sacando unas tijeras provistas de un moño rojo para cortar el cordel que lo sostenía, y la develación del monumento. Que, a decir verdad, no se veía tan mal como la descripción que te hice de él; sobre todo porque para ese día, y solo mientras duraran, al jarrón le pusieron flores naturales. Los vecinos se impresionaron con  la solemnidad que se le dio al acto, y algunos hasta se persignan cada vez que pasan frente a él. Luego, para hacerlo más impactante, puso una veladora, y comisionó al guarura más guapito para que vigilara que la llama estuviera siempre encendida  y “crepitando alegremente” (y cuando llueva tiene que pedir un paraguas prestado, porque ni siquiera le compró uno, y se tiene que estar ahí, protegiendo el “fuego eterno”).

    Ahora sí han venido turistas; pero no del extranjero, sino de las vecindades cercanas, que no saben qué elogiar más: si el espectáculo de la llamita eterna o el comportamiento tan respetuoso de los vecinos. Porque eso sí: cuando llega alguno a altas de la noche, borracho y gritando, alguien sale de su vivienda, en pijama o lo que sea que se ponga para dormir, a exigirle silencio y respeto al “Santuario”. Y al ver el éxito alcanzado, el portero se apresuró a ponerle enfrente una especie de telón, porque el “Santuario” se ve desde la calle; y cuando alguien quiere que lo descorran tiene que pagar una “contribución para las obras de la Inmortalidad” (así, con mayúscula).  Los domingos, sobre todo, se hacen verdaderas “colas” para ver el monumento.

    Ya el portero quiere imprimir una “Guía del Santuario” para vender a los turistas. Para ello, convocó un  concurso a ver cuál de los niños era el mejor en historia, para que escriba un pequeño texto que explique el origen y el ”carácter” de la Inmortalidad, junto con una descripción de lo que van a ver y a oír, porque ya puso una grabación que suena todo el día con piezas de música “auténticas” de la misma época que el idolito (no quieras saber cómo están los que viven cerca del monumento tras oír 500 veces diarias la misma canción). La “Guía” la van a hacer con la computadora del muchacho del 16, que resultó el vencedor del concurso, y como premio le tocó ilustrar e imprimir la Guía, con lo que el chavo es el ídolo (no idolito) de todas las chavas de la vecindad (el portero le dijo que ese era su verdadero premio, y que a ver si sabía aprovecharlo).

    Lo malo es que el interés de los turistas no duró mucho, y ya nadie va a ver el monumento, con lo que el telón se atoró y ya no se puede abrir. Pero el portero pidió una cuota para el mantenimiento del “Santuario”, y nadie se atrevió a decir que no. Con eso, el portero ya logró una entradita extra, que mucha falta le hacía.

    Ya ni el paraguas le ponen al monumento cuando llueve, y la madera se está pudriendo. Pero algunos vecinos se siguen persignando cuando pasan junto a él. ¿Qué te parece?

Te quiere,

Cocatú

 

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