CARTAS A TORA CLXXVI

Querida Tora: El portero nos sorprendió el otro día. Convocó a todos los vecinos a una junta, y les dijo que se le había ocurrido...

1 de mayo, 2020

Querida Tora:

    El portero nos sorprendió el otro día. Convocó a todos los vecinos a una junta, y les dijo que se le había ocurrido la idea de hacer un periódico mural. Como casi nadie sabía lo que eso era, les dijo que iba a reservar una pared del pasillo de entrada para que ahí se pegaran papeles que dieran todas las noticias de la ocurrido en la vecindad durante, digamos, una semana; también podrían poner escritos expresando lo que opinaban de diversos temas, fotos de obras de arte y, en fin, “todas las expresiones de nuestros vecinos”, en palabras suyas. Que cada quien podría escribir lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera.

    Todos se entusiasmaron, y aunque muchos apenas pueden escribir su nombre, dijeron que iban a estudiar para colaborar “con el entusiasmo que la empresa requiere”, ¿te imaginas? Pero el que enseguida supo cómo aprovechar la situación  fue el chavo del 7. Te acuerdas de él, ¿no?; el que siempre se opone a todo lo que hace y dice el portero.

    Para la inauguración, el portero puso unas tablas y ordenó a sus guaruras vigilar, para que nadie viera lo que se iba a hacer hasta el momento adecuado, que sería el domingo a las doce de la mañana. Los vecinos estaban intrigadísimos, pero por más que espiaron y trataron de sobornar a los guaruras para que les permitieran ver, no lograron nada.

    A la hora señalada, el portero descubrió el flamante periódico y lo primero que se vio fue una felicitación a los vecinos por “contar con un magnífico medio de expresión democrática”. Había un elogio a la limpieza en la vecindad que, la verdad, quién sabe de dónde lo sacaron porque ahí no decía  nada que fuera cierto. Y seguían cosas como: “El señor del 49 le trajo flores a su señora el día de su cumpleaños”, “La chava del 57 ya perdió con uno de otra vecindad”, “El bebé del 13 ya dijo ‘mamá’”, “La chica del 22 estrenó novio”, y  otras exclusivas.  Es obvio decir que los vecinos las leyeron de cabo a rabo, y se hicieron corrillos para comentarlas a gusto (sobre todo, lo de la chica del 22, que ya pintaba para cotorrita sin remedio).

    El portero andaba como quinceañera con vestido nuevo, y saludaba a todos con una sonrisa. Pero la semana siguiente, entre las noticias apareció una nota que decía: “¿Por qué no se ha tapado el agujero del patio?”; y enumeraba las cuotas que habían dado con ese objeto. Al mismo tiempo. otro informaba el número de veces que el portero se había llevado a la Flor a Acapulco, advirtiendo que la última vez el viaje lo hicieron en avión. A la semana siguiente, se comentaba que los lavaderos seguían en el mismo lamentable estado en que quedaron el día de la inauguración; y avisaban de que el tercer escalón de la escalera del fondo estaba flojo, y que si no se arreglaba habría un lamentable accidente.

    El portero no dijo nada; pero se encerró en la portería a dar de patadas a las paredes, hasta que se lastimó el dedo gordo del pie derecho; después, dijo que a él no lo podían acusar de nada deshonesto, porque tenía las espaldas bien cubiertas. Y a la semana siguiente, cuando se publicó un reportaje del costo de los coches último modelo “como el que un conocido nuestro guarda en los terrenos del restaurant King´s”, el coraje fue tan grande que se le torció la boca.

    Entonces, él hizo publicar un articulo que hablaba de la falta de agua en las otras vecindades del barrio, afirmando que en la nuestra solo falta algunos días de fiesta. Pero luego salió otro sobre las rentas de los cuartos de azotea, afirmando que los dueños solo reciben una mínima parte, y que el resto se pierde en el camino.

    Eso sí lo hizo explotar. Y él, personalmente, fue al periódico mural, arrancó todos los artículos allí expuestos y les prendió fuego ante los ojos atónitos de los vecinos, mientras gritaba que el periódico era para hablar de cosas positivas, no para enlodar a la persona del administrador (a quien nadie había mencionado por su nombre), y que no iba a emplear tanto dinero y esfuerzo en “organizaciones de la sociedad civil que allí nadie comprendía ni apreciaba”. Y puso guardias permanentes en el pasillo para que nadie colocara nada en la pared.

    Esa noche, la Flor vino a dormir a la portería y salió con una pulsera nueva. Al fin y al cabo, ella fue la única ganona con aquel “ejercicio de expresión democrática”, como lo llamó el portero en uno de sus delirios de grandeza.

    ¿Qué te parece?

Te quiere 

Cocatú

 

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