La Fiesta brava, mitos y realidades

“La única cosa seria que queda en el mundo es el toreo , único espectáculo vivo del mundo antiguo en donde se encuentran todas las esencias clásicas de los pueblos más artistas del mundo”. –García Lorca

18 de marzo, 2025

Barbara Lejtik

Imagen de un impresionante toro de lidia en plena faena dentro de una plaza de toros.

Vaya que parece título de una tesis y no de una columna. Y es que hablar del mundo de los toros conlleva un tremendo compromiso. Antes que nada quiero aclarar que lo que aquí expreso es mi punto de vista al que he llegado a través de muchos años y que en ningún momento pretendo contradecir ni ofender a quien piense distinto a mí, que respeto todos los argumentos y que entiendo que el hecho de venir de una familia profundamente taurina indubitablemente ha influenciado mi percepción.

Recuerdo ir a las corridas de toros siempre de la mano de mi padre, hay fotos que confirman que iba a los toros en sus brazos antes aún de tener la capacidad de recordar. Mi vida siempre fue muy cercana al mundo de la tauromaquia , después de las corridas asistíamos a fiestas en donde la sobremesa era divertida y se alargaba por muchas horas hablando de los toros y los toreros . Mis hermanos querían ser matadores de toros y se la pasaban todo el día toreándome a mí y al perro con lo que tuvieran a la mano, toallas, chamarras o capotes improvisadas.
Conforme fui creciendo desarrollé una fuerte atracción por todo lo relacionado con la fiesta brava . Aprendí de pintas, pases, características y de todo el amplio lenguaje que guarda el caló taurino . Mi gusto me llevó a conocer otras representaciones artísticas paralelas como el teatro , fui admiradora de Federico García Lorca y tuve la enorme oportunidad de interpretar algunas de sus obras, el Flamenco , el Cante hondo , la pintura y la plástica en general.

Aprendí a ver al toro de lidia desde cerca, a apreciar su fuerza, su sensibilidad, su valor pero también su indiscutible bravura e instinto asesino. Me enamoré del olor a campo de las ganaderías , de la emoción y la incertidumbre que sentimos todos segundos antes de que el toro salga por la puerta de toriles , del silencio que invade el momento en el que el toro y el torero se miran a los ojos; me enamoré de esos mugidos, de esos arranques, de esa admiración que uno de los animales más prehistóricos que todavía existen despierta en quien lo contempla.

Y es aquí donde me atrevo a contradecir el primer mito: los taurinos no odiamos a los toros , todo lo contrario, los amamos y los admiramos profundamente, nos fascinamos con su simple existencia, los observamos con temor y respeto, honramos cada uno de sus momentos de vida y aplaudimos con veneración su valor y su casta.

Los orígenes de la tauromaquia no son siquiera calculables, ya en las grutas más antiguas los primeros hombres dibujaban al Uro , toro primitivo al que temían, observaban y respetaban, el toro de lidia , como muchos saben, es además de salvaje vegetariano, no es cazador ni se alimenta de carne, es bravo por naturaleza porque así es su natural esencia, porque desde que nace embiste y porque siempre su instinto animal lo va a llevar a atacar a otros toros, a otros animales y al ser humano que se le ponga enfrente. Es falso que tenga que ser lastimado para despertar su instinto de protección, de hecho el propósito de la pulla y de las banderillas es otro, ayudan a descongestionar al animal y nos permiten observar sus características, su capacidad visual, su orientación, su velocidad y su fuerza.

Los primeros festejos alrededor del toro datan desde la Grecia antigua , a México llegó la tradición con la conquista de los españoles y hoy en día no solo representa una de las fiestas más bonitas imaginables, es también fuente de más de 150,000 empleos directos, inspiración de arte, es el eslabón que aún nos recuerda que somos criaturas míticas, fuerzas opuestas que se enfrentan con valor y a la vez con respeto, la representación real de la confrontación entre la fuerza y la inteligencia, del instinto con la astucia.

Si odiáramos a los toros simplemente los utilizaríamos como alimento, los tendríamos en rastros pegados unos con otros sin conocer nunca la luz del sol ni el aire, ni el olor a tierra, separados de sus madres al nacer y los condenaríamos a morir a los 15 meses electrocutados o a palos, a las vacas las tendríamos confinadas a un reducido espacio en el que solo pueden ser cargadas y dar leche hasta morir de cansancio.

Un toro bravo vive en total libertad cinco años, uno junto a su madre como su naturaleza se lo exige y el resto en el campo, se alimenta de la mejor comida y goza de todos los cuidados pero también de la libertad salvaje que corresponde a su especie. Además que solo un 6% o 7% del ganado bravo va finalmente a una plaza de toros , el resto, madres, sementales y toros que no logran reunir las características son cuidados y perseveramos para que la especie no se extinga, cosa que sucedería irremediablemente si la fiesta brava terminara.

El toro ha ejercido una fascinación sobre la humanidad siempre, nos ha acompañado desde el principio de la existencia humana, ha sido visto como una bestia y como una deidad, puedo mencionar algunos ejemplos: Zeus raptó a Europa convertido en un enorme toro blanco, conocemos todos también la leyenda del minotauro y el sacrificio de Mitra , los autos de Lamborghini tienen todos nombres de toros célebres, los inmortalizó Goya y Picasso , García Lorca y Joaquín Sabina .

La comunidad taurina entera participa en su crianza y no, no se les da vida para matarlos, segundo gran mito, se les da vida para honrarlos, para reconocerlos como lo que son, una bestia llena de sensibilidad e instinto. Queremos que la fiesta brava nunca termine, porque cuando un toro y un torero se ensamblan en esa lucha, en esa danza de miedo y valor, recordamos que también nosotros somos bestias y que el instinto de supervivencia es al final lo único que nos mantiene vivos en esta tierra.

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