“En cualquier momento tenemos dos opciones: dar un paso hacia adelante al crecimiento o dar un paso hacia atrás a lo seguro”
Abraham Maslow
El cambio (acción y efecto de cambiar) que significa dejar una cosa o situación para tomar otra (de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española) es un término que se ha vuelto común y que escuchamos por todos lados tanto entre los gurús del desarrollo personal como en los consultores empresariales con el fin de movernos de la famosa zona de confort que no es más que la monótona rutina que seguimos día tras día: levantarse, cepillarse los dientes, desayunar, ducharse, dirigirse al trabajo o la escuela, hacer una comida, seguir las actividades, regresar a casa, cenar y dormir y vuelta a empezar. Una rutina gris sin motivaciones que aceptamos como parte de nuestra vida así sin más.
Al vocablo cambio se liga otro que podría ser su pariente cercano: ciclo (periodo de tiempo que, acabado, se vuelve a contar de nuevo según el Diccionario de la Real Academia Española) y que nos permite entender que todo en la vida es cíclico y por lo tanto, cambia.
A propósito del cambio escribe María del Pilar Montes de Oca Sicilia en su editorial de enero de la Revista Algarabía: “Cambian las cifras, y con ellas los años, cambian las formas, los gustos y los vocablos, cambia la fecha y cambia el calendario. Invariablemente cambiamos en costumbres, en formas…”
Nos encontramos ante 366 oportunidades (al día de publicación de la presente serán tan sólo 347) para alcanzar los famosos propósitos de año nuevo o simplemente dar continuidad a todas esas cosas que ya no tuvimos oportunidad de hacer en 2015 como cambiar el color de la pintura en nuestra casa, cortarnos el cabello, hacer una visita familiar o amistosa, leer un libro nuevo, hacer un viaje o simplemente, finiquitar deudas financieras. Cualquiera que sea el propósito, necesariamente hay un antes y un después que marca la diferencia y que implica un cambio en nuestras vidas.
Algunos son fanáticos de los cambios al extremo de ser inestables pues no se hayan en un mismo trabajo por mucho tiempo o cambian de pareja o cambian de look cada mes o cambian incluso la profesión y otros más son incapaces de hacer un ligero cambio en su rutina diaria al punto de volverse maníacos y obsesivos.
Se dice que el cambio implica movimiento y el movimiento significa estar vivo, entonces el cambio es vida y está presente todos los días aunque no tengamos la sensibilidad suficiente para percibirlo.
Cada ciclo en la vida nos da la oportunidad de hacer cambios si tenemos la intención de hacerlo, algunas circunstancias en la vida nos obligan a transformar costumbres y hábitos, unas son necesarias y otras son inesperadas pero al fin y al cabo, lo que nos mueve a cambiar tiene que ver con la necesidad de adaptación y de seguir adelante. A veces nos da miedo cambiar por miedo a lo desconocido, porque no creemos tener la capacidad de superar algunas situaciones como la pérdida del empleo o el rompimiento de una relación y nos quedamos estancados, atorados en una etapa en la vida que lejos de ayudarnos a avanzar nos hace retroceder hasta quedar inmóviles y sin motivación.
No todos tenemos la misma adaptación al cambio y también depende del contexto, yo por ejemplo soy una nostálgica de aquéllos usos y costumbres tradicionalistas que marcaban una identidad como mexicanos, hay quien opina que eso implica ser retrógrado pero es cuestión de enfoques. Tampoco me encanta tener que cambiar de computadora cada que el modelo se vuelve obsoleto porque ya no es posible intercambiar información por las versiones de la paquetería y todo ese asunto de la informática; en cambio, no resisto más de un año con los muebles de casa en el mismo lugar pero me encanta visitar el mismo restaurante cada cumpleaños u ocasión especial y así por el estilo.
El cambio aunque provoca susto a algunos es una oportunidad maravillosa si lo vemos con filosofía, resistirnos a él sólo nos dificultará la existencia.
Se los dejo de tarea.
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Fuentes
http://algarabia.com/editorial/cambia-todo-cambia/
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