“Hay lugares desolados sin gente caminando por las calles, hay hogares felices y otros que han aumentado el infierno que ya eran, hay teclados de computadora que dejaron de escucharse, voces de niños que han sido recluidas en las casas, hay sonrisas que no se expresan más entre los amigos, hay besos que los enamorados no pueden darse y pese a todo, existe esperanza, existe todavía el anhelo de vivir porque tal vez y solo tal vez, estamos descubriendo que la vida no es de veras nuestra y que nos puede ser arrebatada cuando menos lo esperamos”.
Y ésta es la cuarta semana de confinamiento, apenas la segunda desde que se declaró la segunda fase y estamos por empezar lo más fuerte de la cuarentena. La información y seguimiento diarios lo pueden consultar en este link, pero aquí de lo que se trata es de ir despacio, poco a poco, un día a la vez porque así hemos vivido desde que todo esto inició, en el aislamiento pero al mismo tiempo ahogados, saturados de información por todas partes, de fake news, de oportunismos, de protagonismos y también de actos que pretenden aminorar el impacto pero que terminan siendo y haciendo ridículos porque quedan fuera de lugar y por si no tuviéramos suficiente, ahora tenemos una “hora extra” de luz que hace los días más largos o más breves según sea la percepción por el horario de verano, esa otra locura que a muchos les gusta pero que hoy parece una sanción más que un beneficio.
La cuarentena nos obliga a ir despacio, nos libera del acto de “planear, organizar y elegir” porque además del virus mortal, en el aire pulula la incertidumbre con su característico color gris cual nube que presagia tormenta, porque nada está dicho y porque la especulación ha ocupado los mejores lugares en las casas, las oficinas y las calles dificultando toda posibilidad de “pensar en mañana o pasado mañana”. Y es entonces que me refugio en Cortázar, en su surrealismo y en su otra obra magistral “El Perseguidor”, ese cuento corto en el que habla del tiempo y lo compara con un viaje en el metro que lleva a su personaje principal, Johnny Carter (en homenaje al gran músico de jazz Charlie Parker) a preguntarse “¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio?… Pero –agrega astutamente– solo en el metro me puedo dar cuenta porque viajar en el metro es como estar metido en un reloj. Las estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando…” (El Perseguidor, CATEDRA, Letras Hispánicas, pp. 153). Se refiere a ese cúmulo de recuerdos que nos vienen a la mente durante un viaje en el metro y pensamos en nuestros hijos en la escuela o en el jefe que nos espera furioso por el retardo y puede pasar nuestra vida completa por la mente en tan solo dos o tres estaciones y entonces pensamos días enteros, semanas completas, meses o años en tan solo tres minutos y a esa relatividad se refiere Cortázar, misma que hoy podemos sentir y que gracias al horario de verano se hace más obvia porque podemos llenarnos de actividades y al final del día todavía encontramos ese rayo de luz en nuestra ventana que nos marca un día sin extinguirse, todavía y los niños siguen despiertos y quieren más de sus padres, necesitan más acción, más sorpresas, más emoción sin saber que los adultos están a punto de colapsar con todo su “tiempo libre” que no se agota con el home office o que por el contrario, los deja más exhaustos porque la vida virtual también consume energía y porque la actividad cerebral es tanto o más profunda que la actividad física.
Así que la forma en que aprovechemos este tiempo depende sí y solo sí de que nosotros mismos agotemos los días, las horas, los minutos y los segundos en planear y organizar la vida que hoy tenemos, esa que nos permite reflexionar, ir hacia el yo interior y que quizá nos enfrente con nuestros propios demonios lo cual seguramente nos asustará o quizá sea complicado sumergirse en un estado de quietud y paz mental si cohabitamos con un psicópata o si vivimos solos, pero este puede ser un tiempo valioso si realmente nos lo proponemos aunque estemos a punto de un colapso nervioso porque de pronto los días se han vuelto más largos.
“Cuando no se está demasiado seguro de nada, lo mejor es crearse deberes a manera de flotadores.” (op. cit.) hay que vivir un día a la vez, tender la cama, preparar la comida, tener una charla virtual o hacer home office, ejercitarse, acomodar el montón de papeles en la mesa, sacar el par de zapatos que hace años dejamos de usar, buscar la forma de colaborar en tiempos de crisis, renovar nuestras actividad profesional o empresarial; en suma, ya lo hemos escuchado o leído también: “No son los más fuertes de la especie los que sobreviven, ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios.” – Charles Darwin, El origen de las especies, 1962.
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