Reporte 79: Manifestaciones

Tengo al menos unos diecinueve años utilizando el servicio de taxi, desde entonces y de viva voz de una funcionaria pública supe que los conductores...

8 de octubre, 2019

Tengo al menos unos diecinueve años utilizando el servicio de taxi, desde entonces y de viva voz de una funcionaria pública supe que los conductores se las ingenian para “arreglar” los taxímetros y cobrar lo que ellos quieren; de ella aprendí a pagar “tarifas justas” aunque el taxímetro marque algo distinto, lo cual me llevó a más de un conflicto con los “señores del volante”. También supe muy de cerca (a través de la novia de un amigo) lo que es ser violada por un conductor que podría tener el semblante más tierno y coherente del mundo. He experimentado lo que significa esperar por más de media hora a que un taxi libre se detenga para llevarme a mi destino o que exista alguna unidad disponible en el sitio habitual y por supuesto que no han faltado los descorteses, los que siempre dicen “no voy para allá” o los que hacen “maña” para seguir por rutas que hacen más largo el camino y la tarifa y viví en primera persona aquella primera manifestación en contra de las aplicaciones cuando UBER llegó a México (por cierto, en ese tiempo dieron viajes a mitad de precio) y de ese tiempo a la fecha, ni los taxistas “en regla” han mejorado el servicio ni las aplicaciones la han tenido fácil con tantos sucesos desagradables entre algunos conductores enlistados en sus filas.

El caos que se provocó este lunes por la manifestación de los taxistas no resultó agradable para nadie (o casi nadie) excepto para aquellos que se dedicaron a realizar memes a diestra y siniestra (con justa razón la mayoría) y que toman la vida con cierta sabiduría o cinismo pero la pregunta es: ¿En realidad se resuelve de fondo el problema? Es decir, ¿la única cuestión es y ha sido la llegada de las aplicaciones a la Ciudad de México o en verdad existe un problema que va más allá y esto es tan sólo la punta del iceberg? O ¿se trata simplemente de una provocación o de una forma de llamar la atención? ¿A qué intereses reales obedece el movimiento? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden?

Desde mi percepción, pierden los mismos taxistas porque mientras ellos se manifiestan las aplicaciones “hacen su agosto” aunque ya no regalen viajes o hagan descuentos, pierden también los ciudadanos que utilizan dicho medio como transporte diario y que esta vez se quedaron esperando como novia de pueblo, pierden los que se quedaron detenidos durante horas en las diferentes rutas obstaculizadas y perdemos todos los ciudadanos porque así como todos somos los 43 y las mujeres y los niños, todos somos esos operadores que bien o mal prestan un servicio que les permite alimentar a sus familias, comprar medicinas para sus enfermos y subsistir en las filas de un gremio que exige reemplacamientos, verificaciones, actualización de tarjetón, capacitación, cambio de imagen (cada alcalde la cambia), renovación de unidades, pago de cuotas, entre otros requisitos y si se pertenece a un sitio, la lista crece. Cafres, lo son tanto los de aplicaciones como los “libres” o de sitio. Amables, habría que revisar qué entienden ellos por amabilidad para que no se confunda con acoso sexual. Unidades en buen estado, la única diferencia es que son modelos nuevos. Que sabe uno el auto y el conductor que dará el servicio con anticipación, para fines delictivos da igual conocerlo o no antes de abordar porque ojos vemos, mañas no conocemos. Así que no debemos darnos golpes de pecho porque los “nuevos” desplazan a los “viejos” porque el sol sale para todos y porque quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra.

La manifestación de los taxistas es tan válida como la de las mujeres, la de las familias de los 43, la de los maestros, la de los universitarios, la de la comunidad LGBTTTI+ o los cierres viales por el desfile de alebrijes o el de las catrinas (ya muy próximos ambos) porque todos tenemos libertad de expresión y de manifestación pero, ¿las marchas realmente solucionan el problema de raíz? Visibilizan sí, denuncian sí, presionan sí, ocupan los reflectores de los medios sí, colapsan la ciudad sí, se vuelven tendencia en las redes sí ¿Y después, qué sigue? Quizá el incremento de tarifas (que por cierto, cada vez está más cerca de las nubes), la revisión de la legalidad de las aplicaciones, la firma de lineamientos, etc., pero el problema del transporte persiste porque la demanda por los taxis ha crecido ante la ola de violencia en otros medios de movilidad en los que asaltan todos los días y a toda hora o por la ineficiencia del metro en época de lluvias o porque alguien decide acabar con su vida debajo de un tren, etc.

El transporte en la Ciudad de México son todos los medios: metro, trolebús, metrobús, camiones, unidades RTP, combis, microbuses, taxis, TODOS. La tarea es grande pero no imposible. Señores pongan manos a la obra porque tienen varios sexenios de desventaja y tan sólo cinco años para regular lo que ha llevado años corromper.

¡Se los dejo de tarea!

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