Hace apenas algunas semanas, platicaba con quien considero un líder de opinión y amigo además de ángel guardián y le preguntaba si consideraría la opción de irse a vivir a otro país (considerando que ha tenido la oportunidad de conocer otros países, otras culturas y que tiene un amplio conocimiento sobre la vida y sus avatares) a lo que él respondió más o menos así: necesitas mucho dinero para irte a vivir a otro país dignamente, porque pobres los hay en todo el mundo aunque vivan en departamentos con aire acondicionado. La pregunta surgió en mi mente camino a su encuentro ante el caos que impera en este país en un contexto de rebatingas electorales y su respuesta, aunque fue inesperada no me sorprendió pues bien dicen por ahí que “como México, no hay dos”.
Profundizando en el tema y dado que he tenido días de profunda carga emocional, seguí dando vueltas al asunto y lo que descubrí es que este mundo siempre ha tenido problemáticas sociales, culturales, económicas y políticas porque siempre parece que “ya somos muchos” que los recursos no alcanzan y que no existe forma de poner orden porque el poder siempre ha estado en manos de unos cuantos, de aquéllos que tienen el dinero, el conocimiento o los títulos nobiliarios y los demás, seguimos siendo del montón salvo algunas excepciones que luchan y logran escalar en la estructura social pero se trata de unos cuantos porque el resto, ha padecido y seguirá padeciendo porque la riqueza no es repartida democráticamente y porque siendo honestos, no hay recursos que alcancen para todos pues la ambición no tiene límites y mientras unos son felices con muy poco, otros lo quieren todo.
El asunto es que medimos todo en función de estadísticas y nos hemos convertido en no más que eso: una cifra estadística en inseguridad, en corrupción, en quejas, en delincuencia, en feminicidios, en narcotráfico, todo se mide en estadísticas y así como una “gaviota no hace primavera” una cifra no genera un cambio porque responde a un comportamiento “normal” dentro de una muestra representativa de datos, así que también somos el país del “no pasa nada” porque no existe una estrategia nacional que defina el rumbo del país y que además sea ejecutable, razonable y medible, así que con cada nueva elección todo cambia, como en el juego de la perinola porque todos los países tienen sus índices de contaminación, de muertes, de inseguridad, de corrupción, etc. algunos más, algunos menos pero todos los tienen y forman parte de su historia porque así ha funcionado desde tiempos antiguos.
Así que nos queda prepararnos, investigar, estudiar, vivir, ser felices con lo que tenemos y dar vuelta a la página para seguir adelante (como siempre digo) porque nuestra vida no puede depender de una elección política sino de lo que nos mueve en la vida, de aquello que nos apasiona y nos hace levantarnos cada día, que nos hace sentir plenos y por lo que, además nos pagan por hacer. Pretender cambiar el mundo en que vivimos o mudarnos a vivir a otro país no es la solución sino un escape a una realidad que ha sido similar a través de los años y las épocas y las tendencias sólo que con diferentes personajes y en contextos distintos pero el mundo ha funcionado con una enfermedad crónica de nacimiento y si no, pregúntele a Mafalda.
El país puede estar de cabeza, la economía puede estar complicada, la sociedad puede parecer estar en decadencia pero el éxito, la felicidad y la prosperidad son sólo indicadores de lo que hacemos con nuestra vida, de las elecciones que hacemos a diario y del rumbo que queremos seguir; por lo tanto, son diferentes para cada persona y son medibles con indicadores distintos porque no existe la fuente de la eterna juventud, ni los productos milagros que garantizan felicidad y porque nos guste o no, las complicaciones de la vida son oportunidades necesarias para crecer y sobresalir y dejar de ser parte de una estadística simplemente para hacer la diferencia no en el mundo (y si lo logramos qué bien) sino en primera persona, que para eso, nos ha sido dada la vida, así que a relajarse y ¡Vivir!
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